Domingo 30 de agosto de 2015
No-comunicación: hasta dónde hemos llegado
Si la política tiene sus espacios y sus explicaciones, dos hechos han mostrado hasta qué
niveles bajos ha caído la política institucional:
1.- El presidente
Enrique Peña Nieto difundió en redes sociales el martes 18 las calcetas
deportivas que usó en la carrera de Molino del Rey del domingo porque se hizo viral la versión de que se había puesto esas medias al revés. Las calcetas en
realidad tienen un parche gris en el empeine y no en el talón. Por tanto, el escándalo en redes fue fabricado y alrededor de una mentira.
2.- El domingo 16 el
diario The New York Times publicó un severo editorial en contra
del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, y del gobierno de México por el caso
del fotorreportero Rubén Espinosa y de otros periodistas asesinados,
perseguidos y obligados a exiliarse. El tema pareció desproporcionado: el asesinato
del fotógrafo nada tuvo que ver con las amenazas políticas; sin embargo,
la pésima estrategia de comunicación del gobernador Duarte, sus
respuestas burlonas y arrogantes, y el vacío de política de comunicación
social del gobierno federal llevaron el tema de la represión a la prensa
a la edición dominical del NYT que tiene circulación de más de millón y
medio de ejemplares.
Los dos casos debaten el fracaso de la comunicación política de gobernantes justo en la fase de mayor
participación política de la sociedad en las redes sociales. Como nunca antes
la política es imagen, discurso y sensibilidad, justamente las tres
características de la comunicación. La dinámica de las redes, la
existencia de una sociedad-red y un Estado sin una estrategia ni política cibernética
inclusive ha distorsionado los márgenes de funcionamiento filosófico de
la “acción comunicativa” de Jünger Habermas: comprensión, verdad, rectitud y
veracidad.
Hoy las redes son
carreteras de mentiras y distorsiones. La velocidad del Twitter y la
personalización del Facebook han servido a la sociedad mexicana para romper con los estrechos márgenes de funcionamiento de los medios de comunicación como parte de los aparatos ideológicos y de dominación del Estado y de las
clases dominantes, incluyendo inclusive a la izquierda.
Por una no-política
de comunicación social (como la llamaba Manuel Buendía en los ochenta), el
asunto del fotorreportero de Veracruz colocó el tema de las agresiones,
amenazas y presiones sobre periodistas en el estado en la agenda prioritaria. El descuido y la frivolidad del gobernador en el caso del
fotorreportero lo pusieron en la lista de gobernantes trogloditas (Montesquieu en Cartas Persas) del The New York Times y de paso
le endosaron el problema al presidente Peña que nada tenía por la
carta de 500 intelectuales. Duarte quedó ya marcado como el
gobernador más represor de la prensa y será un problema priísta en las
elecciones del año próximo.
Ambos casos --las
medias y los asesinatos de periodistas-- se han potenciado por inexistentes
estrategias de comunicación social: los políticos se olvidaron que la
política es imagen y comunicación, y que en redes se está configurando una
sociedad irritada que --como en España-- estalló para romper la
estabilidad institucional del sistema político y sobre todo para disminuir la cohesión social.
Y esa no-política de
comunicación nos ha conducido a debatir no el futuro de la república o
la criminalidad del poder sino a viralizar unas medias deportivas
y a aparecer negativamente en la sección editorial del NYT como
gobernadores trogloditas.
http://noticiastransicion.mx
carlosramirezh@hotmail.com
@carlosramirezh
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