¿Qué hacías hace 53 años?

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Muy temprano el pasado sábado recibí mensaje de un ex compañero de la preparatoria quien pedía le compartiera que hacía yo el dos de octubre de 1968. Por mucho que hayas llenado tu vida de experiencias sobresalientes, siempre hay una cierta facilidad para volver al pasado. En aquel año, muchos luchábamos por acortar los meses de permanencia en la Facultad, lo cual merecíamos debido a nuestras altas calificaciones. Otros más habíamos dejado atrás la adolescencia –en mi caso empecé desde los 13 años a trabajar, defenderme y sobrevivir- sin mediar alguna terapia y menos un diplomado, aprendiendo que en los procesos democráticos se hace trampa, que la libertad es algo relativo cuando el presidente de nuestro país se sabe sería muy feliz de impedir que el rector Chávez se reeligiera; también descubrí que en el ámbito de la autonomía” de la UNAM, jugaban papeles importantes: el Consejo Nacional de Turismo –alemanista-, el gobierno norteamericano –subsidiando a estudiantes con dinero líquido y becas, por conducto de ex alumnos que se asumían como evangélicos; muchos de ellos, disfrutaban pasando datos a embajadas de corte soviético –que patrocinaron entre otros a alumnos de economía, políticas y ciencias- y no podía faltar la presencia gubernamental empecinada -por la obsesión del presidente-  en no permitir la continuidad de funciones del cardiólogo como rector, para lo cual repartía recursos, vía secretaría de gobernación, secretaria de presidencia y comunicación social del propio gobierno. ¿Qué pasó con los líderes del comité de lucha? ¿Todos fueron encerrados como presos políticos? ¿Los que hoy se pronuncian fueron los auténticos dirigentes de un “movimiento” que desembocó en la renuncia del rector Ignacio Chávez y luego en los lamentables hechos de Tlatelolco?

A muy temprana edad aprendí a reconocer la corrupción, los orejas, los esquiroles, los mitoteros, los oportunistas, los revoltosos y los porros.  El lenguaje común era la demanda de cambio de una generación deseosa de romper con normas sociales con una moralidad que enaltecía la virginidad, la decencia, la honestidad, el trabajo, la disciplina e implícitamente el sometimiento femenino “que estudie mientras se casa” decían los padres aspiracionistas de los años sesenta para luego empezar a sorprenderse del incremento de los divorcios. La generación que venía detrás –con apenas 16 años deseaban entrar a la preparatoria y si no podían ser admitidos en la UNAM, cuando menos en la capital de su estado- ¿siguió la lucha? ¿Qué pasó con los que fueron a estudiar en los países soviéticos? ¿Los del comité de lucha se definieron por la izquierda? ¿Mandaron a sus hijos a la UNAM y el POLI o los inscribieron en universidades privadas? Lo que parece ser más grave es la forma en que se ha ido configurando una historia falsa, por el dicho de testigos de oídas que en el fondo se saben derrotados, no solo por las balas que cegaron la vida de muchos jóvenes aquel 2 de octubre, sino también por actores, cuyos hijos hoy no se sabe que son ¿Priístas, panistas, perredistas? ciudadanos artífices de la identidad múltiple con tal de recibir parte del presupuesto público  ¿naranjas, ciudadanos, verdes, del trabajo, morenos?

“No se olvida” ha crecido como eslogan publicitario, pero ¿Cómo se puede recordar o no olvidar lo que no se sabe?  El desgaste, la edad avanzada, el desgano, han ido dejando de lado lo que, alguno quizá escribió acerca de su percepción de lo ocurrido ¿Qué pesó más, lo objetivo o el deseo de oponerse a todo aquel que lo crio con obsesión –disciplinaria, materna, religiosa o moral- y hasta cierta forma de compulsión…?

Al igual  que otras etapas –las monárquicas por ejemplo- el simple hecho de la fraternidad[1] fue causa de rupturas tan profundas que dieron al traste con la paz y concluyeron con guerras civiles o internacionales. Pueden ser variopintos los motivos de ruptura entre hermanos –de sangre, nacionalidad o de partido- pero los más frecuentes se ajustan a problemas con el dinero, herencias, regalos, festividades, la relación de los adultos con los hijos pequeños, las parejas, las necesidades de los padres mayores, los celos y todo aquello que la modernidad pueda inventar. En la sociedad; y la familia es parte de esta, son numerosas las disfunciones y problemas estructurales, que casi nunca fueron materia de una conversación que pudiera cambiar los elementos que terminan convirtiéndose en conflicto. ¿Los padres de los icónicos 43 ¿han descubierto algo diferente a lo que se llamó la verdad histórica? ¿Quiénes han ganado al permanecer como algo inolvidable este monstruoso hecho de asesinato durante la gestión de un presidente municipal que era muy amigo de “ya saben quién”? Si bien el poder es un factor importante para las contiendas y a veces hasta guerras fratricidas; en lo privado también se de una hermana, que fue capaz de falsificar firmas y documentos para birlare su parte de la herencia a un hermano que incluso es abogado. ¿Cómo se siente si la hermana que más protegió y apoyó –obsequiándole propiedades, becas y viajes- le hace la guerra solo porque no tiene Usted un punto de vista similar al de ella por el 2 de octubre? ¿Sabe de parientes –incluso madre- que han sufrido el desdén de una hija por casi una década solo porque no comparten su idea de lo político?

El tema del odio y la venganza de un hermano es tan antiguo como Caín y Abel. Iniciar una campaña que agregue al no se olvida, el “somos los hijos de los muertos del 2 de octubre y hermanos de los 43 de Ayotzinapa”, es un muy mal augurio para nuestro México. Sería conveniente limar las dificultades de comunicación que para demostrar el poder político tiene en la cárcel a quien no debe nada, tolera bloqueos en la cuenta bancaria de jubilados solo por haber caído con un notario al cual alguien le tienen tirria o haber sido violentamente detenido por un uniformado ignorante y dispuesto a extorsionar. Respetemos incluso a quien presume un punto de vista diferente –en lo político, el manejo del dinero y hasta los afectos- aun cuando la mejor defensa sea mantenerse lejos de quien en su lenguaje, actos y expresiones es tóxico. Por lo pronto no se olvide de lo que estaba usted haciendo hace 53 años un dos de octubre.