El poder Telmex: Slim sobrevivió a Salinas, Zedillo, Fox Calderón y Peña y espera aval de AMLO

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I

El empresario mexicano de origen libanés Carlos Slim Helú está saltando de nueva cuenta a la atención pública a partir del recordatorio que hizo el periodista José Martínez Mendoza en el sentido de que el Instituto Federal de Telecomunicaciones tendrá que ratificar la extensión por 30 años más de la concesión de la empresa teléfonos de México, columna vertebral del súper poderoso grupo Carso.

La historia de Slim ha sido tratada muy poco por medios y libros y falta por explorar aquella tentación que tuvo en el 2006 de pensar en su presunta candidatura presidencial. sin embargo, al final decidió ser empresario, mantener relaciones políticas y no construir ningún grupo de poder por sí mismo símbolo operar como un inversionista al servicio del poder en turno, traspasando con su carga salinista y casi sin problemas cinco presidentes de la República representando perfiles políticos sistémicos: el PRI y el PAN.

Ahora va por el aval del presidente López Obrador Como representante del partido Morena que viene desde venero del PRD cardenista: en marzo de 2023 el IFT tendrás que rectificar o cancelar la extensión de la concesión de teléfonos de México por treinta años más

Slim aparece –y se presenta así– como la imagen de la síntesis dialéctica entre el capitalismo y la democracia, aunque los negocios y la política nunca han sido reconocidos como coincidentes. Desde 1977 el sociólogo Alan Wolfe hizo una indagación similar y llegó a conclusiones que se han confirmado en la era de la globalización: la contradicción originaria entre capitalismo y democracia. El capitalismo es un sistema de decisiones reducidas en función de la búsqueda de la acumulación de riqueza en pocas manos a través de mecanismos productivos de apropiación especulativa y utilitaria de la riqueza producida socialmente, en tanto que la democracia es un sistema de toma de decisiones mayoritarias legitimadas por las elecciones y cuyos resultados no se miden por la apropiación privada de la riqueza social sino por la toma de decisiones abiertas.

Así, establecía Wolfe en su investigación Los límites de la legitimidad. Contradicciones políticas del capitalismo contemporáneo (editorial Siglo XXI), “la lógica del liberalismo y la lógica de la democracia son opuestas”. Y agregaba: “la búsqueda del interés propio por medio del cálculo racional podría mantener el mercado en funcionamiento, pero ¿puede confiarse en que también procurará el bien común?” El capitalismo, en suma, es la acumulación de riqueza en pocas manos y la democracia radica en la búsqueda del bienestar de las mayorías. El capitalismo se asienta en decisiones de pocos y la democracia en la participación de las mayorías. Además, el capitalismo busca la utilidad para pocos y no el bienestar común.

Por tanto, un Estado no puede manejarse exitosamente como una empresa privada. La empresa privada finca su éxito en el traslado de la riqueza de la mayoría –los trabajadores– hacia el beneficio de la minoría –los accionistas–, a partir de decisiones de expropiación de la riqueza social. El Estado exitoso es el que invierte los términos y disminuye la utilidad del accionista –los propietarios que acumulan la riqueza– para beneficiar a las mayorías.

En este contexto, un empresario exitoso no puede ser –por definición del concepto de empresario, por contradicción de origen– un gobernante exitoso. Fox lo ha demostrado. Su política de desarrollo se basa en la agudización de la explotación de las mayorías para fortalecer las empresas de las minorías. Y el reparto empresarial de la riqueza –vía el pago de impuestos, los precios bajos y los salarios a los trabajadores– se hace en función directa de la alta acumulación de utilidades. Si Slim llegara a la presidencia de la república para operar al Estado como Teléfonos de México o Sanborns, su fracaso sería obvio: el capitalismo es un sistema productivo que tiende a beneficiar a los inversionistas y no a los trabajadores.

De ahí que la falacia de Slim no aguante el más mínimo análisis. La tasa de utilidad empresarial responde a una racionalidad de explotación, especulación y apropiación diferente a la tasa de rentabilidad social. El éxito de las empresas de Slim no se basa en la búsqueda del bienestar social sino en el objetivo de la utilidad empresarial. Y la utilidad privada forma parte de la disputa social por la riqueza: los empresarios a través de los precios y los trabajadores vía los salarios y las prestaciones.

 

II

El debate sobre las ambiciones políticas y de gobierno de Slim esconden, más bien, la intención de sacar al Estado mexicano de sus últimas guaridas del populismo y llevarlo al terreno de la rentabilidad utilitaria. Hay casos muy específicos. Varios abogados mexicanos intentaron convencer al gobierno de Zedillo para que interpusiera una demanda contra las empresas tabacaleras –que en EU habían pagado indemnizaciones por 250 mil millones de dólares– para exigirles multas por el dinero gastado por la seguridad pública a enfermos de cáncer por tabaquismo.

Se trataba, pues, de una lucha social para que el Estado no gastara los limitados recursos públicos en atender enfermedades producidas por la ambición de empresas privadas en la explotación de vicios de los ciudadanos. Las demandas en Estados Unidos habían sido perdidas por las tabacaleras cuando se probó que el problema de la adicción al tabaco no radicaba en la hoja en sí misma, sino en la droga que le incorporaban las empresas para generar la adicción.

El Slim exitoso en la empresa privada puso en marcha presiones para evitar al Slim preocupado por la salud del Estado. La participación de Slim en la industria del Tabaco –Phillip Morris y Cigatam– lo llevó a no dudar en decidirse por el lado del negocio. Y los intereses tabacaleros de Slim en México frenaron cualquier posibilidad de condenar a las empresas cigarreras a pagarle al Estado mexicano lo que se había gastado en la medicina social para atender enfermedades provocadas por el tabaco. ¿Qué pasaría si siendo Slim presidente de la república enfrentara un caso similar? ¿El exitoso empresario sacrificaría sus inversiones tabacaleras para atender al Estado social o de plano pondría al Estado social al servicio de los intereses empresariales?

Las preocupaciones sociales del Estado y los intereses de acumulación de riqueza de los empresarios son excluyentes de origen. Otro caso ilustra las contracciones en los mundos privado y público. Slim recibió una especie de concesión especial del gobierno perredista capitalino del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador para explotar inmobiliariamente el Centro Histórico de la ciudad de México. Pero para ello, la administración perredista ha debido de limpiar de pobres la zona. La sola suscripción del acuerdo aumento el valor de las propiedades. Y el Centro habrá de quedar sin vendedores ambulantes.

Y para completar el cuadro, el gobierno de López completó la decisión neoliberal del gobierno de Carlos Salinas de terminar con el régimen de rentas congeladas que había beneficiado a familias de escasos recursos. Sin la protección del gobierno, los pobres que afeaban el Centro del DF fueron echados de casas y edificios semidestruidos y algunos colocados en otras zonas populares. El Centro Histórico del DF se va a convertir en un verdadero downtown de negocios y placer para personas de escasos recursos.

Este esquema podría definirse como el modelo Slim-Cuicuilco, instalado en el sur de la ciudad de México: la zona recuperada de la papelera Loreto y Peña Pobre por el gobierno fue convertida en parque ecológico. Sin embargo, es zona fue entregada a Carlos Slim para la construcción del centro comercial Plaza Cuicuilco. La decisión originó un debate hacia 1997 e inclusive llevó a demandas penales de Slim y de los opositores al proyecto.

Este proyecto ilustraba perfectamente la contradicción entre negocios privados y objetivos sociales. Uno de los temas del debate fue la construcción de un edificio de oficinas que iba a romper el horizonte urbano porque obstruiría el paisaje de los volcanes. Pero al mismo tiempo, los opositores señalaron que Cuicuilco formaba parte de un centro ceremonial prehispánico, una especie de “terraza” hacia los volcanes. No era, pues, sólo el tamaño del edificio en construcción sino la demanda social para respetar una zona de uso popular.

Ante la polémica, Slim redujo el asunto a su mínima expresión: “si lo que les molesta es la altura del edificio, pues lo hago más bajo”, dijo el empresario. El asunto se complicó por una demanda de Jesusa Rodríguez, una activista bastante prestigiada a quien Slim quiso encarcelar por oponerse al proyecto Slim-Cuicuilco. Al debate entraron algunos intelectuales por cierto amigos de Slim. Uno de ellos, el historiador prehispánico Miguel león Portilla, le escribió una carta pública a Slim para conminarlo a ser menos empresario y más social. “Haz donación, Carlos, a la ciudad de estos terrenos que son parte vital del entorno de los milenarios monumentos de Cuicuilco”. Empresario exitoso, Slim se negó a atender demandas sociales e instaló su centro comercial de cines, restaurante Sanborns y tiendas para el shopping de la clase media arribista.

En una carta a La Jornada, Slim abandonó su campaña de empresario exitoso que quisiera hacer de México una república exitosa para colocarse en el verdadero lado de sus intereses empresariales. En esa misiva, Slim respondió negativamente a la sugerencia de donar los terrenos y delineó en pocas palabras su concepto de sociedad exitosa: “que la población pueda asistir (a lugares comerciales) a pasear y comer, comprar y divertirse”. Y remataba: “¿Donar para ver si el gobierno lo hace (esa zona comercial) y cuándo?” Así, para Slim la función del Estado no es el bienestar de la población en educación, salud, alimentación vivienda y empleos bien pagados, sino ofrecer lugares para pasear, comer y comprar, es decir, profundizar la redistribución de la riqueza a favor de los empresarios.

Las contradicciones de Slim son flagrantes. Cuando tiene interés en un área empresarial que puede caer en manos extranjeras, inmediatamente desempolva su discurso nacionalista contrario a los intereses extranjeros. Pero la integración global de mercados forma parte de la modernización del capitalismo. Para ser congruente, Slim tendría que renunciar a sus inversiones en el extranjero o a sus alianzas con compañías foráneas. Al final, el nacionalismo es interesado en mantener áreas protegidas por el Estado para sus negocios. En una verdadera apertura, negocios con Telmex o Sanborns no resistirían la competencia internacional. Slim, así, sería el último de los dinosaurios protegidos del viejo modelo económico priísta del Muro del Nopal.

En última instancia, la campaña presidencial de Slim no giraría en torno a la oferta de un México justo, equilibrado y con bienestar social, sino una sociedad para pasear, comer y comprar.

 

III

Los enfoques empresariales excluyentes de los objetivos públicos animan los negocios de Slim. Encargado de la remodelación del Centro Histórico del DF, Slim no sólo exigió que el gobierno perredista le limpiara la zona de pobres y marginados, sino que demando mayores rangos de seguridad pública. Pero como el nuevo secretario capitalino de Seguridad Pública, Marcelo Ebrard, no pudo con el paquete, Slim organizó una vaquita con varios empresarios más para contratar a un verdadero jefe de policía –no el improvisado Ebrard– que combatiera la delincuencia en el nuevo downtown.

La llegada de Giuliani no fue, en este escenario, gratuita. Si el gobierno del DF buscara políticas integrales de seguridad pública para proteger a la sociedad, entonces habría en el mercado asesorías más eficaces. Giuliani resultó, así, otro mensaje de los estilos empresariales y no sociales ni de Estado de Carlos Slim; usar programas de gobierno para beneficiar al sector empresarial y no a la sociedad en general. La eficacia de Giuliani en la lucha contra la inseguridad en Nueva York durante su gestión como mayor radicó en cinco hechos concretos que buscaron el relanzamiento empresarial e inmobiliario de Nueva York:

1.- Sacar de las zonas medias a los pobres y desempleados, con el pretexto de la inseguridad. Giuliani acreditó la delincuencia a los pobres, no a la injusta repartición de la riqueza.

2.- Endurecer la represión contra las minorías animadas por el populismo demócrata.

3.- Devolverle a Nueva York la característica de una ciudad para los negocios.

4.- Elevar la rentabilidad inmobiliaria de las zonas medias de la ciudad para beneficiar a los negocios.

5.- Y sentar el criterio de que la delincuencia es practicada por los pobres y que la única respuesta es la represión.

La contratación de Giuliani por Slim para definir la política de seguridad pública del gobierno perredista en el DF, en consecuencia, no obedeció a la preocupación social sino a los planes empresariales de Slim para sacar beneficios para sus negocios inmobiliarios. Ebrard, quien se había hecho de fama por defender a los lastimados por las ambiciones empresariales, tuvo que agachar la cabeza y aceptar que Slim se convirtiera en el verdadero secretario de Seguridad Pública y Giuliani asumiera el cargo de verdadero jefe de la policía. Ebrard, pues, es un funcionario subordinado a la defensa de los intereses empresariales especultivos de Slim.

Lo mismo iba a pasar en Petróleos Mexicanos. No fue gratuito que Fox designara como consejeros de Pemex a los grandes empresarios que habían financiado su campaña electoral. El objetivo era doble: por un lado, permitirle hacer negocios en Pemex para empresas con conflictos de interés, como una forma de recuperar lo invertido en la campaña; por otro lado, introducir en Pemex los criterios de rentabilidad empresarial y alejar a la empresa paraestatal de los objetivos de bienestar social.

La maniobra, sin embargo, no pudo cuajar por cuestiones legales. Y el consejo de administración con personalidades empresariales se redujo a un simple consejo consultivo. Uno de las razones se acreditó a los propios empresarios. Como miembros del consejo de administración, estaban obligados a hacer declaración de bienes. Y nadie quiso que su fortuna quedara en los archivos no fiscales del Estado.

Pero en el sector energético se vive la polémica entre los enfoques privados y estatales de las empresas del Estado. Una empresa privada garantiza su éxito en función de las utilidades para sus accionistas. Una empresa paraestatal cumple su función si subsidia el bienestar. La tarea de Pemex no es la de tener utilidades sino la de contribuir al desarrollo social con los energéticos y con las aportaciones fiscales al Estado para sus tareas de bienestar.

 

IV

Los negocios son los negocios, reza una de las máximas empresariales más socorridas. Y en la búsqueda de los negocios, como en la guerra y en el amor, todo se vale. Por eso el posible parentesco político de Carlos Slim con el ex presidente español Felipe González no puede estar alejado del interés del mexicano por meterse en los negocios de la telefonía española. La influencia de González en el mundo de los negocios de España bien vale un matrimonio, algo común en la monarquía ibérica.

Felipe González es un permanente acompañante de Slim. En el hotel de uno de los principales socios de Slim, Ignacio Cobos, existe una suite que lleva el nombre del ex presidente español que perdió el poder por acusaciones graves de crímenes políticos, corrupción e ineficacia. En esa suite tiene González cosas personales. González, a cambio, introduce a Slim en los pasillos del poder en España y de paso lo hace codearse con personajes como el escritor Gabriel García Márquez, un gran amigo de Fidel Castro y Carlos Salinas.

La alianza Slim-González pudiera estar salpicada de datos que llaman la atención a las revistas españolas del corazón. Varias publicaciones señalan que el hijo mayor de González sale con una de las hijas de Slim. Pero si hay datos de que las tres hijas están casadas, la sorpresa podría estar a la vuelta de separaciones matrimoniales. De acuerdo con el periódico La Razón, González es empleado de Slim, no sólo un buen amigo,

Slim se ha jactado de ser un hombre capaz de doblegar voluntades. Julio Scherer, un severo crítico de los potentados del poder político y empresarial, cayó bajo la seducción –y las pautas de publicidad– de Slim. Cuauhtémoc Cárdenas, que en noviembre de 1995 demandó a Slim y a Salinas por la oscura venta de Teléfonos de México, se coló al gobierno de Michoacán de Lázaro Cárdenas Batel. Atrás había quedado la declaración de Slim sobre Cuauhtémoc a propósito de la demanda:

–Es una pendejada de las muchas que dice ese señor. Es ser ignorante y además no reconocerlo.

Lo mismo ocurrió con López, el tabasqueño que gobierna el DF. López era presidente nacional del PRD cuando Cárdenas y las bancadas legislativas del PRD demandaron a Slim. Y a pesar de que Slim sólo sabe hacer negocios con cargo a los ciudadanos, López le entregó el negocio inmobiliario del Centro Histórico. Y como Slim se quejó que la policía servía para nada, López permitió que Slim contratara a Rudolph Giuliani como jefe de policía den Centro Histórico del DF.

Slim ha logrado algo que Salinas nunca pudo conseguir: dividir al PRD. Mientras Cárdenas acepta a Slim por el apoyo en Michoacán y López le entrega un jugoso negocio a costa de los pobres, el senador perredista Jesús Ortega demandó ante la PGR a Slim por el incumplimiento del título de concesión de Teléfonos de México.

 

V

Si Slim no se cansa de decir que no se asocia con políticos, los políticos han sido, a la postre, su mejor negocio. Salinas le entregó la telefónica, Zedillo le permitió la ampliación de sus empresas y los demás presidentes lo usaron como contratista. Slim le metió dinero a las campañas del priísta Francisco Labastida, del panista Vicente Fox y del perredista Cuauhtémoc Cárdenas y desde entonces financia de manera legal a los candidatos finalistas, incluyendo a López Obrador. Pero al final, su corazón es priísta. Slim se dio tiempo para visitar el desolado cuartel de campaña de Labastida el 2 de julio del 2000 para infundirle ánimos en la derrota.

El eje del grupo Slim es Teléfonos de México y ahí todavía existen dudas sobre su licitación. ¿Por qué Slim y no Roberto Hernández y el Grupo Banamex? La decisión final fue siempre de Salinas. La asesora de inversiones del citibank, la que le manejó fondos a Raúl Salinas de Gortari y a Carlos Hank González, reveló la existencia de dinero del expresidente Salinas en acciones de Telmex, pero de las que se encuentran en el anonimato. El propio Slim dice ignorar quienes tienen paquetes de ese tipo de acciones.

La licitación de las empresas paraestatales se hizo en función de la oferta más alta, pero el tráfico de influencias operó justamente en los consejos de importantes figuras del salinismo a los postulantes para definir sus propuestas. Hay versiones que carecen de probatoria documental que señalan que le aconsejaron a Hernández que apostara poco a Telmex y mucho a Banamex. Los banqueros defenestrados Angel Rodríguez, Jorge Lankenau y Carlos Cabal han comenzado a revelar que el proceso de asignación de los bancos con Salinas fue amañado y operado directamente desde Los Pinos.

Slim no se ha asociado con políticos, pero su fortuna ha tenido que ver con los políticos. De hecho, Slim es prácticamente un empresario del poder. A él le tocó incursionar en los negocios en la época en que las grandes empresas privadas eran posibles por decisiones del poder político en turno. Los únicos empresarios autónomos del poder fueron los de Monterrey, aunque después muchos de ellos tuvieron que ser salvados de la quiebra con fondos públicos.

 

VI

Terminado el ciclo de los políticos, ahora los empresarios han comenzado a incursionar en la política. La victoria de Fox ilustra el ascenso político de un ejecutivo empresarial de altos vuelos y apenas un pequeño empresario propio. El financiamiento de la campaña de Fox fue empresarial. La conformación clave del gabinete foxista tiene claves empresariales: los secretarios de Hacienda, Economía, Energía y Agricultura –las carteras clave para la redefinición del proyecto de nación– pertenecen a empresarios.

En este aspecto, las tentaciones presidenciales de Slim tienen que ver con su conclusión de que los políticos no saben ejercer el poder y lo usan para satisfacciones de grupo y no la promoción de los negocios. Slim sería el primer intento de un empresario de altos vuelos para apoderarse de la presidencia de la república, pues Fox fue ejecutivo de la Coca Cola dedicado más a la política.

Ahora los empresarios quieren tomar directamente el poder. Dos personajes se perfilan: Carlos Slim y Fernando Canales, este último de filiación panista, socio de Imsa y representante del poderoso Grupo de los Diez empresarios más ricos de Monterrey, varios de los cuales apoyaron activamente a Fox.

El ciclo de los políticos y administradores terminó con Fox. Ahora los empresarios quieren gobernar sin intermediarios. Pero no podrán hacerlo con legitimidad porque su condición de empresarios es –en el análisis de Wolfe– antitética a la democracia.

 

VII

En la lucha por la presidencia, López Obrador puso una diana política en la espalda de Slim, pero aún con estas objeciones los dos trabajaron juntos en obras públicas durante la gestión del primero como jefe de gobierno del DF. Eso sí, sin olvidar las complicidades del empresario con Salinas. Inclusive, las empresas constructoras de Slim participaron en otras obras durante el gobierno capitalino de Marcelo Ebrard Casaubón, de manera sobresaliente en la línea 12 del Metro.

En la primera mitad del sexenio, de nueva cuenta López Obrador y Slim volvieron a trabajar juntos, aunque con el cuidado del presidente para evitar complicidades políticas y circunscribir la relación al tema de contratista. Ante la crisis provocada por el derrumbe de un tramo de la Línea 12 que había construido el Grupo Carso, la relación Slim-AMLO pasó la prueba de fuego de un entendimiento no conflictivo por la oferta del empresario de hacerse cargo de todos los costos de reparación.

El punto concreto abierto será la ratificación del título de concesión de teléfonos de México a favor de Slim que fue aprobado ya por el Instituto Federal de Telecomunicaciones a finales del 2006 con el apoyo del presidente Peña Nieto, pero que deberá ser ratificado en marzo del 2023 por el mismo IFT porque las concesiones ya no pasan por el presidente de la república, aunque éste mantiene la capacidad de veto.

Si se ratifica la concesión de Telmex por treinta años más, el Grupo Carso seguirá siendo el más poderoso de México en todo este siglo, gracias a la asignación de Teléfonos de México que hizo el presidente Salinas y que fue ratificada por cuatro presidentes de la República y la posibilidad de que el quinto, López Obrador, también lo haga en marzo del año próximo.

En este sentido, Carlos Slim Helú habrá de pasar a la historia política del régimen del PRI-PAN-Morena como el empresario del poder sin ejercer el poder.

indicadorpolitico.mx

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