Los vecinos de Gabriel

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En 1967 Gabriel trabajaba desarrollando la adaptación de una novela de Juan Rulfo a la pantalla grande. El escritor y periodista había rentado entonces una casa muy cerca de los estudios San Ángel Inn.

Así, el periodista colombiano todas las mañanas caminaba de su calle (la Loma) hacia la puerta trasera de los emblemáticos estudios de cine. Bajaba 20 metros hacia la calle Ferrocarril de Cuernavaca cruzaba la calle Cabrío, atravesaba las vías del tren y llegaba a su foro; 8 horas después volvía a casa habiendo dejado en el foro las ideas que llevaba esa mañana en su cabeza, ideas que quedaban ya escritas sobre hojas de papel.

Al final del día Gabriel subía por la loma entraba a su hogar y ahí, Rodrigo y Diego lo recibían mientras Mercedes acomodaba los 4 lugares en la mesa; en el piso de arriba la máquina de escribir descansaba sobre un escritorio; la Olivetti portátil, comenzaba a ronronear como lo hubiera hecho un gato doméstico al sentir que su amo llegaba a casa; la máquina sabía que en minutos Gabriel la tocaría para llenarla de palabras, de ideas, de historias.

Otro día; Gabriel salía de su casa y coincidía con algunos de sus vecinos, a veces con Luis Pérez Zarzosa, otras con Manuel Levi Pesa y otras más con Rubén Darío Castillo Ferrera. Gabriel los veía y luego se veía él.

Zarzosa, Levi y Castillo Ferrera eran oficiales egresados del Colegio Militar y en esos años estaban comisionados en la ayudantía del presidente Adolfo López Mateos.

Decía que, Gabriel al salir solía coincidir con esos jóvenes militares; además de gestos de buena vecindad que hacían las veces de “Saludos”, Gabriel observaba a sus vecinos portando pulcros uniformes, calzado de espejos negros, arreos, grados, escudos y gorra; Y él usaba su suéter negro de cuello de tortuga, pantalones holgados, cómodos huaraches ah; y cientos de miles de rulos o caireles negros en la cabeza, y entre nariz y labio superior un abultado mostacho no negro, lo que le sigue. La diferencia en “el vestir” era abismal.

Luego de haberse visto con sus vecinos Gabriel entonces bajaba hacia la vía del tren y los capitanes subían a sus autos, Gabriel decía bajito desde detrás del bigote “buenos días Aurelino’s”

Hoy, 55 años después, y más allá de la experiencia extraordinaria de haber sido vecino de Gabriel García Márquez y amigo de juegos de Rodrigo y Diego, creo de interés el comentar la surrealista tesis que por años se ha regodeado en mi cabeza.

-… ¿y si García Márquez al ver al Capitán Pérez Zarzosa, oficial de artillería, recordaba las historias de su abuelo, viejo General colombiano? … ¿O, si el escritor sudamericano mientras saludaba al Capitán Levi Pesa, ¿inventaba en su cabeza las cargas de caballería que las tropas del coronel Aureliano lanzaría contra el enemigo? … ¿O, si quien habría de escribir la novela que le daría el premio Nobel de literatura, al observar a Castillo Ferrera creaba en su mente una dinastía de militares? – en fin.

Ya seguiremos narrando en este Tanque de Ideas sobre aquellos días, pues de qué hay historias…vaya que las hay.

Afortunadamente aquí, dentro de este Think Tank podemos desarrollar ideas para robustecer nuestros principios deontológicos.

…Que dice Paul von Hindenburg de este primer apunte de “los vecinos de Gabriel”? el Mariscal comienza hablando así.

– a ustedes los mexicanos la memoria les permite recordar a grandes personajes del espectáculo, del deporte y/o de la política, que fueron militares primero- patas de sillas y otros sonidos hacen saber que la atención del foro se acentúa; Paul continúa-

-Algunos fueron realmente trascendentes, porque valores como la disciplina, la seriedad y otros, les permitieron despejar el camino en ámbitos distintos al castrense- Hindenburg agrega – en el caso de México; el indio” Fernández, Jorge Negrete y Cantinflas destacan como actores, en lo político, tienen, en su historia reciente, a un Capitán que llegó a ser Secretario de Gobernación, mientras que otros, sin desligarse de lo militar, fueron influencias positivas para terceros que alcanzaron mayor proyección-

Paul cambia de tercio y agrega -Los Capitanes merecen un comentario especial porque, su posición es muy operativa y de gran liderazgo, por estar en plena juventud, con madures, lo que los coloca como columna vertebral de las operaciones-. los de las sillas verdes asienten, Paul continúa

-En el medio militar se les reconoce como “el grado romántico”.

De esa manera, influyen en el ánimo y actitud de otros, para hacerlos sacar lo mejor de sí mismos, cualquiera que sea su actividad-. Paul von Hindenburg echa atrás su cuerpo señal de haber concluido; Fibronio Limón se hizo de la atención.

El sargento Limón pide pasar a la columna de la elocuencia y ya ahí dice.

-Esta es una excelente oportunidad para platicar una historia muy parecida, pero en sentido inverso, es decir, cuando un civil influye en el pensamiento y los valores de un militar- más ruido de patas de sillones y carraspeos que anuncian mayor atención, Limón continúa.

-se trata de la historia de uno de mis comandantes: el General Caltzontzin. cuando él era un flamante y joven capitán, su cuñado (hermano de su esposa) recién ingreso a la PGR allá por el 99, para ello tuvo que concursar en un examen de selección buscando ganar una plaza como Agente del Ministerio Público Federal; una vez logrado esto, con mucho orgullo le platicó al Capitán Caltzontzin de su logro y de que en días iban a iniciar un adiestramiento de un mes en un campo militar del Ejercito mexicano. – Fibronio Limón seguía hablando con emoción

-Como todo licenciado en derecho recién graduado de la prestigiada UNAM, el nuevo Licenciado en Derecho empezaba esta hazaña con una mano adelante y otra atrás, es decir sin nada; para ello Caltzontzin sabiendo de lo pesado de su curso y las condiciones del clima que había para diciembre en Temamatla, Estado de México, a manera de regalo de graduación le obsequio todo un paquete de equipo para su adiestramiento, empezando por unas botas tipo militar confortables (iban a estar perronas sus caminatas), un poncho, una chamarra negra con forro bien abrigadora, sus guantes y gorro para frio, así como dos juegos del overol negro que les pidieron para su curso.

Caltzontzin, escuchaba cada fin de semana cuando ese joven abogado le platicaba como había sido su semana, ya que como si fuera cadete del Colegio Militar, estaba encerrado de lunes a sábado; es decir, su cuñado estaba viviendo la experiencia de un recluta del Ejercito ya que sus instructores todos eran oficiales del campo militar; cada historia que escuchaba de su cuñado, reflejaba la admiración que profesaba hacia sus instructores militares, pero sobre todo las ganas de poder emularlos cuando el ya graduado, empezara a realizar su trabajo en una agencia del ministerio público del país.

Y así, el Abogado se graduó de su curso, y le dieron como destino Chilpancingo, Guerrero, la plaza menos peleada (o la que ningún MP quería en México); para ello, continuaron las pláticas con el entonces capitán Caltzontzin y ese joven abogado, pero estas se realizaban cada mes, ya que no tenía tanto tiempo libre para viajar a la ciudad de México más que dos o tres días de cada fin de mes.

Aproximadamente a los tres meses, Caltzontzin se percató de que el entusiasmo de su cuñado por su cargo como MP federal había bajado, y le pregunto que como estaba todo; ahí fue que se abrió aquel abogado cuyo nombre merece ser recordado: Ulises; en su voz se reflejaba un poco de vergüenza y tristeza por lo que estaba narrando, que palabras más o palabras menos era el describir como estaba podrida por dentro esa institución, como era que carecía de valores y en realidad solo defendía los intereses de los que en ella laboraban.

La primera gota que derramo el vaso vino al cuarto mes, cuando en un levantamiento de cadáveres en la sierra del filo mayor, los agentes que acompañaban a ese MP no quisieron entrar al pueblo donde estaban tendidos, bajo el pretexto de que era peligroso y los podían matar; para ello Ulises les pregunto: ¿Y las armas que traemos son de juguete o qué?, ¿acaso no venimos a hacer nuestro trabajo?; al final, tuvo que entrar solo con algunos peritos y miembros del SEMEFO a levantar los cuerpos; sus flamantes policías judiciales federales, que en la ciudad de Chilpancingo y Acapulco se regodeaban paseando con su pistola fajada al cinto y una chamarra (a pesar del pinche calor) con un enorme escudo nacional grabado en sus espaldas, hablando con prepotencia a todo mundo, en esta ocasión se quedaron sentados a la sombra de un árbol, en espera del regreso del MP que “escoltaban”.

Quince días después- continúa Limón , -en un cateo realizado en Acapulco a un lujoso inmueble bajo la dirección de su Subdelegado, pudo apreciar cómo tanto dicho funcionario como los agentes que lo acompañaban estaban más preocupados por llevarse objetos personales de valor que por hacer el levantamiento de las pruebas que mediante mandato judicial estaban buscando; al cuestionar esa actitud al subdelegado, este le contesto: “que paso Lic., estamos haciendo el operativo en contra de Juan Domínguez, si no me ayudas entonces no me chingues”; es decir, el cateo realizado tenía solo el objeto de hacer rapiña a los bienes de una casa de seguridad de un delincuente.

Una vez terminado el cateo, el subdelegado en la oficina le externo a ese joven abogado, que su actitud pone “nerviosos” a los muchachos, porque no observan en el “compañerismo” que se necesita, que tenga mucho cuidado y se vaya adaptando al modo de trabajar de esa oficina- Fibronio agrega

-Un mes más tarde, fue llamado desde la ciudad de México por un alto funcionario de esa institución, con la encomienda de que se trasladara a Acapulco y tomara en sus manos un asunto de una persona que había sido detenida por militares en un accidente de tránsito y que al parecer traía un poco de droga; sin embargo, las órdenes precisas que recibió, fue “que le diera velocidad a la integración de esa puesta a disposición determinando que el polvo que traía el detenido no era ningún tipo de narcótico”, con el fin de determinar su inmediata libertad.

Al llegar, vio que se trataba de un joven hijo de un alto funcionario de su propia institución; ¿en ese momento pasaron muchas cosas por su mente… con que cara iba a decirle a los militares que tenía enfrente que ese polvo blanco no era droga y que el detenido serio liberado a la brevedad?; el final, como todos lo intuirán, cumplió con la instrucción que recibió desde la Ciudad de México, pero regresando a Chilpancingo redacto su renuncia.

Regresó a la ciudad de México con mucho miedo y frustración, porque en el fondo sabía que muchas puertas se le iban a cerrar en el futuro, pero con una entera satisfacción que hizo lo correcto-

Limón cierra -esa historia tuvo tremendo impacto en el Capitán Caltzontzin, pues el vio como en menos de seis meses, un flamante egresado de la prestigiada UNAM acababa de renunciar a sus sueños por seguir firme en sus convicciones y valores.

Esa lección no la olvido Caltzontzin, y la tuvo siempre presente durante toda su carrera, por ello, su servidor, como sargento de nuestro Ejército mexicano cuando escucho que nuestro Gabo tuvo influencia de algunos militares, replico que también hay buenos militares que no solamente el Colegio Militar les impregna de sus valores, sino también los termina de pulir la sociedad en donde viven y el medio que los rodea; para Caltzontzin mi comandante, existe un México con esperanza en el que los buenos son más, y que a pesar de que la delincuencia día a día gana espacios en todos los ámbitos de nuestra sociedad, nunca se debe tirar la toalla.

Concluyo esta intervención- dice Limón -haciendo un firme y respetuoso saludo militar a todos los Ulises que ha graduado esa alta casa de estudios: la UNAM; porque ellos, también están construyendo un México seguro. –

Fibronio Limón baja de la columna de la elocuencia y cada en escalón que bajaba iba acompañado por las manos abiertas del reconocimiento.

Último patrullaje. – habremos de seguir tomando del árbol del surrealismo sembrado por García Márquez en aquella Uruchurtiana Ciudad de México… ello hasta que Melquiades no nos haga magia.

Balazo al aire. – va la primera.

Greguería. – ¿y si al final de nuestras vidas nos damos cuenta que “haber teñido colas de cochino era normal?”

Oxímoron. – Bahía abierta y sin cabos.

Haikú. – Que debo hacer río

para vivir en ti y,

no ser desafío