El desgaste presidencial

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El manejo operativo del proceso de sucesión presidencial ha sido siempre un factor de desgaste apresurado del poder del mandatario saliente en el contexto de su proyecto todavía vigente de gobierno y le resta valor personal a su legado histórico.

El principal problema moral del presidente saliente radica en la necesidad de desarrollar juegos de engaños y deslealtades con sus colaboradores, al jugar a veces de manera perversa con los valores de su liderazgo.

En pocas palabras, el proceso de sucesión se desarrolla solo para imponer la candidatura prefigurada desde el principio del gobierno y a veces antes por grupos políticos predefinidos; a lo largo de meses, el presidente saliente tiene que engañar a los participantes, sobre todo alentando expectativas de quienes sabe de antemano que no ganarán en la contienda.

Los participantes en este juego de poder lo hacen con la claridad de que están siendo engañados por el presidente saliente, pero que no hay ningún otro método sucesorio que el juego del tapado.

En 1993, el politólogo Manuel Camacho Solís quiso jugar con limpieza en un juego que se suponía abierto, pero con evidencias de que el presidente Salinas de Gortari ya había optado por Luis Donaldo Colosio Murrieta desde su propia campaña presidencial de 1988.

Y hay casos como el de Francisco Labastida Ochoa, candidato por eliminación del grupo de Zedillo, quien puso todo su esfuerzo tratando de colocarse a la cabeza del proceso electoral sin el apoyo presidencial. Algunos analistas comentaron con Labastida que el presidente iba a jugar la carta de alternancia del panista Vicente Fox Quesada, ante la tendencia electoral que obligaría a un escandaloso fraude electoral que hubiera sido peor al de 1988. Sin embargo, Labastida nunca creyó esa opción hasta que le avisaron de Los Pinos que las primeras encuestas de salida imposibilitaban su victoria. Algunos asesores del candidato priísta se quedaron esperando el fraude electoral con el voto rural que nunca llegó.

En 1975 todo parecía estar ya aprobado para la candidatura presidencial de Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación, pero el presidente Echeverría había “jugado con su cabeza” –concepto priísta que resume la manipulación presidencial– a sabiendas de que no sería el candidato porque la carta efectiva era el político desconocido José López Portillo.

Los presidentes salientes nunca se han preocupado por explicar a los precandidatos derrotados las razones de la decisión real, bajo el argumento de que todos los políticos deben entender que en el sistema presidencialista opera el mecanismo de la torre de la capilaridad, resumida por un político-intelectual como un elevador sin botones de piso en un edificio sin paredes que sube y baja abriendo puertas para permitir entrada y salida de políticos en los niveles determinados por la voluntad presidencial.

La segunda decisión presidencial luego del destape de su valido se centra en la operación cicatriz para impedir la fractura de la élite política.

 

Juego de las sillas

  • Analistas con experiencia en procesos sucesorios anteriores han comenzado a encontrar la sucesión presidencial de 2024 con parecidos a lo que ocurrió en la de 1994 que le quitó la posibilidad del presidente saliente de poner a su sucesor. La crisis en aquel proceso condujo a la pérdida del PRI de la presidencia, luego de setenta y un años de dominio absolutista.

indicadorpolitico.mx

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