Ciencia y paciencia

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La vida es un regalo mágico e increíble de la naturaleza. Lo peor que podemos hacer es renegar de vivir, renegar por vivir y renegar hasta de vivir. No hay, no existe en la Historia de la Humanidad, un solo episodio sin ese toque cruel y descarnado que nos hace sufrir y nos llena de angustia… no existe todavía una vacuna contra el odio, las ambiciones humanas, la guerra intestina,  los instintos depredadores tampoco la hay contra la estupidez, la envidia, ni la maldad.

Todas son condiciones humanas, como si fuesen descritas por el excelso escritor ruso Fiódor Dostoyevski, a quien cito muy a propósito del bicentenario de su natalicio.

Sin embargo tenemos que vivir y hacerlo implica un desafío no quedarse cruzados de brazos, nada es fácil, pero tampoco todo es inalcanzable lo estamos viendo ahora mismo con la ciencia contraatacando al malditos virus del SARS-CoV-2.

Y mientras la ciencia avanza, junto con la inteligencia humana, lo que no podemos hacer es detenernos. Esta pandemia no va a terminar pasado mañana nos llevará años y quizá durante todo este tiempo deberemos seguir con la mascarilla, el lavado de manos, la distancia física y cuidarnos de las aglomeraciones y de los espacios cerrados.

Yo añadiría que ante la ciencia y  la paciencia hay que tener resiliencia para readaptarnos y sobre todo para reinventarnos a nosotros mismos; si no esta vorágine de cambios que están aconteciendo ante nuestros ojos terminará arrasándonos y quedaremos a su merced lo que significa sumirnos en el atraso y en la miseria.

Ahora mismo la Cuarta Revolución Industrial está acelerando los procesos, destruyendo subsectores, avanzando con su digitalización y creando nuevas oportunidades.

Si sabemos ver ese mundo que se abre ante nosotros podremos subirnos a tiempo a la cresta de la ola, hace unos días atrás di una clase ante los alumnos de periodismo y comunicación en la Universidad de Málaga y les dije que era  importante que escuchasen a sus propios talentos naturales porque eso mismo que ya traen los ayudará a salir adelante.

Hoy esa resiliencia es menester de nutrirla con los talentos naturales que cada uno de nosotros tenemos y también identificar los talentos dormidos que a lo largo de nuestra vida se van detonando.

A COLACIÓN

Vamos a cumplir dos años de la pandemia el próximo 14 de marzo, estamos diciéndole adiós a 2021 con la mirada puesta en los meses por venir lo que significa incertidumbre pero también esperanza.

Hay que luchar por esas metas pospuestas o por los sueños que son el motor de la esencia del ser humano y que si se trabaja con ahínco y con perseverancia terminan conquistándose como si fuesen el Everest.

De algo estoy convencida con este experimento sociológico-anímico y emocional global, al que la pandemia nos ha sometido, porque las decisiones gubernamentales han tendido a coartar libertades, establecer horarios, decirle a la gente lo que puede hacer o no.

¿Saben de qué? De que ninguna máquina, ningún teletrabajo, ningún avance tecnológico le quitará al ser humano su conciencia social ni mucho menos su ganas de socializar. El ser humano es por naturaleza un animal social necesita reunirse, verse, hablar, tocarse, irse de parranda, contar chistes… mirar a los ojos.

Lo digital no va a individualizarnos, no va a devorarnos, porque apenas salimos de los confinamientos lo hacemos surgidos de ver gente, de abrazarnos, de tener contacto.

Todas estas señales hay que trasladarlas en áreas de oportunidades, habrá gente que quiera aprender online pero mucha otra quiere acudir in situ porque aislarse en una habitación en soledad ante el mundo es simplemente antihumano.

Tenemos un nuevo calendario ante nuestras manos, son más que hojas que arrancar, o días que tachar, son segundos, minutos y horas de oportunidades un maná de vida que no volverá. Los invito entonces a que corran por lograr sus sueños. ¡Feliz 2022!