Historias del Tapado III: Cárdenas y el inicio del presidente elector

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Fue con Lázaro Cárdenas cuando se inaugura la etapa del Presidente que elige Presidente. En 1939 inicia el proceso de sucesión del mandatario originario de Michoacán. El contexto era el de una victoria de Cárdenas para sacudirse al llamado “jefe máximo” de la Revolución, Plutarco Elías Calles, mediante un triunfo en el ajedrez político que se realizó unos años antes, lo que permitió al titular del Ejecutivo Federal operar con tranquilidad el destape.

 

Los Presidenciables

Al inicio de 1939, el elenco de aspirantes a la candidatura presidencial por el recién rebautizado Partido de la Revolución Mexicana (PRM) –dejando en la historia las siglas PNR–, eran todos generales: Francisco J. Múgica, Rafael Sánchez Tapia, Manuel Ávila Camacho y Juan Andrew Almazán.

Lázaro Cárdenas se encontraba como supremo elector y jefe de la Revolución luego de haber liquidado el liderazgo de Calles. Cárdenas logró no sólo concentrar el Poder en la Presidencia de la República, sino deshacerse de quien lo había impulsado a la candidatura y al puesto que ocupaba.

La maniobra que coronó todo el esfuerzo cardenista para concentrar el Poder, se concretó el 10 de abril de 1936, cuando mediante un comunicado el Presidente informó: “consciente de sus responsabilidades, el Gobierno que presido y deseoso de apartarse de lamentables precedentes que existen en la historia de nuestras cruentas luchas políticas, en las que frecuentemente se ha menospreciado el principio de respeto a la vida humana, estimo que las circunstancias reclamaban, por imperativo de salud pública, la inmediata salida del territorio nacional de los señores general Plutarco Elías Calles, Luis N. Morones, Luis L. León y Melchor Ortega”.

A partir de ese momento, Cárdenas pudo operar a placer, cambiando la denominación del partido que lo llevó a la silla presidencial e integrando los sectores obrero, campesino, popular y militar a la estructura del instituto político.

Otro hecho que ayudó a conformar las características que le dieron forma al proceso de sucesión bajo el dominio del Partido de la Revolución –mexicana o institucional–, es la actuación del Presidente de la República como el gran elector.

Cárdenas pidió separarse de su cargo a tres de sus secretarios para que se dedicaran a actividades proselitistas. Así, Francisco J. Múgica, Manuel Ávila Camacho y Rafael Sánchez Tapia dejaron sus posiciones en el gabinete y comenzaron a realizar una serie de actividades durante 18 meses.

El proceso no estuvo exento de enfrentamientos, pues los partidarios de Mújica y de Ávila Camacho se acusaron mutuamente de no representar verdaderamente los intereses de los sectores o de los militantes del Partido.

Pero la “cargada” comenzó a operar, como otro de los rasgos del sistema político que daba lugar a un sui generis proceso sucesorio. La CTM destapa a Ávila Camacho como su candidato, en tanto que las ligas campesinas de Querétaro hacen lo propio a favor de Múgica.

Más tarde, el Partido anunció que el candidato sería aquel que lograra el respaldo de 3 de los cuatro sectores del mismo, respecto de lo cual Juan Andrew Almazán –aspirante que se estaba rezagando en la carrera por la candidatura–, opinó que eso le parecía inconveniente, pues a excepción del militar los otros se habían manifestado a favor de Ávila Camacho.

No fue el único en inconformarse, pues en junio de 1939 Sánchez Tapia criticó a Almazán y a Ávila Camacho, al igual que al presidente Cárdenas. Al primero por haberse declarado abiertamente como candidato de oposición, al segundo porque su candidatura “tenía el carácter de imposición oficial”, y al Presidente por no poder evitar “el posible auge de tendencias contra-revolucionarias”.

La convención del PRM se llevó a cabo del 1 al 3 de noviembre de 1939 con la asistencia de más de 2 mil delegados de los 4 sectores, siendo electo Ávila Camacho con mil 227 votos, 81% del total, pero sin una verdadera competencia pues Múgica se había reincorporado a su puesto en el Ejército meses atrás y Sánchez Tapia había incluso renunciado al Partido.

Por su parte, Almazán continuó su carrera en busca de competir en las elecciones, teniendo como principal atractivo un perfil antigobiernista.

La elección de 1940, así, se presentaba con un escenario con dos candidatos. Sobre Ávila Camacho, según relata en su libro Rubén Narvaez, se hizo la siguiente revelación de parte de José C. Valadés: “Este, aunque hijo de español y mexicana y por lo mismo inhabilitado constitucionalmente para ser Presidente de la República, poseía innegablemente habilidades de hombre público”.

Por su parte, Almazán recibiría el apoyo de distintas organizaciones, como el Frente Nacional de Profesionistas, en el cual más de 5 mil médicos, abogados, ingenieros, entre otras profesiones, le manifestaban su apoyo, entre los cuales figuraba quien años más tarde llegaría a convertirse en Presidente: Adolfo López Mateos.