Velázquez, pintor dominguero I

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Jesús Carasa Moreno

En España tenemos la autoestima tan baja que los que intentan ser objetivos parecen patrioteros. Y así, aunque creo que si en algo hemos sido una primerísima potencia es en Pintura, también en esto somos tacaños, como en todo lo que sea reconocer el mérito. Nos limitamos a admitirlo de aquellas, escasas, figuras que descuellan como los picos del Himalaya y lo escondemos, lo ignoramos o lo regateamos a una pléyade enorme de primerisimas figuras, antiguas y modernas, que para si quisieran algunas naciones que, sin embargo, saben vender, carísima, su mercancía, en honores y….en dólares.

Pero si, amigos, Velazquez es, sin duda, uno de esos picos y según la opinión de muchos, el mas alto de todos y del que se ha dicho todo, dentro y fuera de Espsña. Sin embargo, tengo la insensata pretension de presentaros, a pesar de las milmillonesimas paginas que se han escrito sobre él, una faceta nueva. Tengo escrito que la vocación, esa llamada irresitible, que sienten algunos elegidos, para seguir un camino, es tan brutal, agobiante y celosa, que hace que los que la padecen se olviden de vivir la vida dignamente. La historia del Arte nos brinda ejemplos de artistas, que se entregan a su oficio con tal pasión, que olvidan su economía. Y como la sociedad paga mal el talento, vemos a muchos caer en la miseria y vivir su vida con grandes estrecheces. La vocación es muy cruel con los que atienden a su llamada.

Perdonad que os hable de mi trayectoria personal; pero es que, tambien, he pasado por ahí. Aunque llevo pintando cincuenta y seis años, nunca he sentido, afortunadamente, esa llamada irresistible y me he cuidado mucho y así lo he dicho, de que la pintura haya sido y sea, mi segunda profesión. Con la primera he pretendido ganarme una vida digna para mi y para mi familia. Afortunadamente, no hace falta esa entrega vocacional para realizar un gran trabajo, pues la vida da para mas de un proyecto. Sobre todo ahora. Y sin perderse nada de lo que pasa alrededor, basta con ser avaro del tiempo. Pues bien, amigos, si entrais en la vida de Velázquez procurando que la extraordinaria luninosidad que emite su prestigio os impida ver, con claridad, sus pasos, sus intenciones y su dedicación, encontrareis que él pensó lo mismo y así dispuso y organizó su vida. Se entregó intensamente a la pintura; pero sin descuidar su bienestar económico.

No quedó, nunca, al albur de que la devolución, caprichosa, de algún encargo, pusiera dificultades a su presupuesto, como el de aquel retrato, que dejó insatisfecha a una Dama, porque los encajes que aparecían en él no reflejaban su verdadero valor. Su prestigio le llevó a Madrid muy joven y se vio, enseguida, solicitado para encargos religiosos y civiles y sobre todo por la Corte de Felipe IV y su valido el Conde-Duque de Olivares, grandes aficionados. Y hasta tal punto se dejó involucrar, voluntariamente, en las actividades cortesanas, en busca de prestigio social y bienestar económico, que aceptó ejercer de Aposentador Mayor, cargo que tenia como misión acondicionar y decorar todas las estancias, temporales o permanentes del Rey. Y lo hizo a plena satisfacción del monarca que le distinguió con su “amistad” hasta el punto de hacer trampas para que su origen y profesión plebeyos no le impidieran acceder a la Orden de Santiago por la que Velazquez suspiró, siempre, como culminacion de su vida social. Y aceptó esa doble vida a sabiendas de que mermaba su proyección como pintor puesto que, según decía Palomino, la actividad requerida por el cargo era “de tanto embarazo que ha menester un hombre entero.

Mas aunque los profesores de la pintura nos gloriamos tanto de la exaltación de Velázquez a puestos tan honoríficos, tambien nos lastima el haber perdido muchos mas testimonios de su actividad peregrina….” Si, amigos, su producción pictórica parece abundante, porque está plagada de obras maestras, pero fue escasa, alrededor de cien cuadros. Y egoistamente, siempre añoraremos, como Palomino, que hubiera dedicado su vida, por completo, a la pintura, pues tendríamos, sin duda, seis Meninas en vez de una. Pero la exigente solicitud del Rey, a la que se plegó con gusto, lo convirtió en el mas grande de los pintores domingueros. Os lo digo yo que soy uno de ellos.

Pintor español.

Publicado originalmente en elimparcial.es