Mejora humana

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José María Méndez

Así se suele traducir la expresión Human Enhancement, que se repite constantemente en la amplia literatura reciente, que de un modo u otro se remite a las nuevas posibilidades técnicas para operar sobre el cerebro humano. Se habla también, sobre todo en USA, de neurociencia, neuroética, neuropolítica, etc. Todo es neuroalgo. En íntima relación, tanto social como cultural, con esta vasta producción académica está el poderoso movimiento conocido como LGBT, y el mucho dinero que tiene detrás.

Sobre este asunto acaba de publicarse el documentado libro de Graciano González R. Arnaiz BIOETICA Y BIOPOLITICA (Ed. Comares, Granada 2021). Vaya por delante mi agradecimiento al Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid por el apoyo que prestó a los Cursos organizados en su Facultad de Filosofía por la Asociación Estudios de Axiología. Y con ello el deseo del mayor éxito para la importante investigación que ahora publica. Es el resultado del trabajo riguroso y persistente de muchos años.

Dicho esto, séame permitido expresar con libertad mi opinión, junto con otro libro no tan reciente, pero de parecida intención y enjundia académica: Juan Arana, LA CONCIENCIA INEXPLICADA, (Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2015).

Me refiero al tono, no al contenido de esos dos libros. Comparto la doctrina ética de fondo de ambos autores. Sin embargo, me parece que sus obras están escritas desde lo que tiene todas las apariencias de un complejo de inferioridad en el ámbito intelectual. Son dos libros serios y competentes, pero escritos a la defensiva, como se suele decir.

Se nota enseguida este aspecto por la necesidad sentida por ambos autores de añadir subtítulos a sus libros. Casi a modo de disculpa o excusa por su inconcebible atrevimiento a llevar ligeramente la contraria al movimiento LGTB y su predominante influencia en las universidades de USA y Europa. En el caso de González R. Arnaiz se añade Aproximaciones desde el trans/posthumanismo. En el caso de Arana, Ensayo sobre los límites de la comprensión naturalista de la mente.

A mi juicio, lo adecuado sería presentar con sencillez y honestidad intelectual la propia opinión, y titular un libro con espontaneidad, sin sentirse obligado de entrada a pedir disculpas a nadie. Ni a rebajar la autoridad o el valor de las propias opiniones.

Tengo admiración por el trabajo concienzudo y bienintencionado de estos dos autores. Y como ya dije, comparto plenamente su pensamiento de fondo. Pero creo que están equivocados en cuanto al modo de exponerlo. Ganarían mucho en dignidad intelectual, y se ahorrarían muchas páginas de sus escritos, si tomasen como punto de partida las recientes conquistas de la lógica formalizada. Que es lo mismo que abandonar toda apariencia de acomplejamiento, y partir simplemente del respeto desnudo a la verdad objetiva y válida para todos. El que no se atreve a recurrir desde el principio a la lógica formalizada, debiera abandonar su actual ordenador y volver a la antigua máquina de escribir y sus pringosas cintas. Tenemos ordenadores precisamente porque se ha formalizado la lógica. Estamos en deuda moral con este hecho.

De esto estamos seguros. Todos los autores que defienden la doctrina LGBT, y cuestionan el sentido permanente de la naturaleza humana, nunca emplean la lógica formalizada. Ni siquiera la mencionan. Hojeando sus libros, nunca encontraremos en ellos una sola fórmula del cálculo lógico. Lo más probable es que lo desconozcan. Pero si lo conocieran, lo esconderían con todo estudio. Más bien expresan sus fantasías con arrogancia y altanería. Por primera vez poseemos un conocimiento científico que tiene la capacidad de trasformarnos a nosotros mismos, tal vez de un modo más profundo que nunca antes, y de seguro mucho más deliberado (Allen E. Buchanan, Beyond Humanity? The Ethics of Biomedical Enhancement, Oxford University Press 2011, 11. Página 49 del libro de Graciano González R. Arnaiz)

El lema de San Agustín era condeno el pecado, pero respeto al pecador. Traducido al ámbito intelectual, sonaría así: condeno el error, pero respeto al equivocado. Pongamos el ejemplo más trivial. El error dos y dos son cinco no merece ningún respeto. El respeto lo merecería en todo caso el niño que en su cándida ignorancia dijera tal cosa.

De entrada, no se puede colocar al mismo nivel la verdad dos y dos son cuatro y la falsedad dos y dos son cinco. El origen de la actual tendencia a atribuir de entrada igual dignidad a la verdad y la falsedad -causa última del complejo de inferioridad antes aludido- viene de extrapolar a las opiniones el respeto igual que merecen las personas. Pero del igual respeto a las personas no se deriva un igual respeto a sus opiniones. Las personas pueden estar objetivamente equivocadas. No pierden por ello su dignidad intrínseca como personas. No se les ofende ni se les humilla por poner sus errores a la luz, si realmente son tales. Más bien el respeto por el equivocado debería llevarnos a procurar sacarle de su error y convencerlo de que hay que empezar por la lógica, que es válida para todos. Y a su vez, la lógica disciplinará su mente, para que no divague por el aire buscando bagatelas, como aconseja Goethe en su Fausto por boca de Mefistófeles.

Igualmente hay que evitar todo complejo de superioridad. O sea, descalificar de entrada los errores propuestos por el movimiento LGBT, sin haber apelado antes a la lógica. Esta actitud siempre es interpretada, y con razón, como un ataque a las personas, y no como lo que debiera ser, una refutación objetiva y desapasionada de las ideas. Si es recusable todo complejo de inferioridad, es también vitando cualquier complejo de superioridad. Esta actitud agresiva es propia de los que ignoran la lógica no menos que los partidarios de la mejora humana. Tampoco en sus libros encontraremos fórmulas lógicas. Por eso sus iniciales censuras suenan a insultos. Sólo cuando la crítica ha sido avalada antes por la lógica, la corrección del error no será humillante para el equivocado. Al contrario, si éste tiene un corazón noble, agradecerá el haber sido sacado de su error como un gran favor.

Así pues, lo que propongo es empezar por la lógica formalizada, la verdad que todos aceptamos por el mero hecho de hablar y ser entendidos, por usar con éxito el lenguaje ordinario. Nadie puede darse por ofendido. Tampoco hay que pedir excusas previas a nadie.

El adagio esto es así como dos y dos son cuatro se encuentra en casi todos los idiomas del mundo, como si fuera el paradigma de la verdad. Si propusiéramos dos y dos son cuatro como inicio absoluto del conocer, al modo de Descartes, nadie protestaría por no ser verdadero. Otra cosa es que esa estrecha verdad no sea suficiente para tan enorme tarea.

Sin embargo, después de Frege y Peano, esa función de piedra angular, o inicio absoluto del pensamiento, cabe atribuirla, y con total certeza y seguridad, a la triple correspondencia entre los tres conceptos básicos del LOGOS y los tres conceptos básicos del ESSE.

LOGOS ESSE

Válido…………………………………….. Necesario

Consistente……………………………… Posible

Contradictorio…………………………. Imposible

Para que dos y dos son cuatro sea verdadero hace falta que exista un mundo en que haya al menos cuatro entes individuales, que puedan ser contados. En un mundo en que hubiera únicamente tres ángeles, si uno de ellos dijera dos y dos son cuatro, su enunciado sería un sin sentido. No habría correlato real para cuatro. Pero la triple correspondencia es mucho más sólida y firme que dos y dos son cuatro.

¿Había algo antes del Big Bang? Ciertamente. Existía la posibilidad de que nuestro mundo accediese al ser, o sea, la incontradicción de la inmensa consistencia lógica que es correlato de nuestro cosmos Nadie conoce esa descomunal fórmula. Supera la capacidad humana. Acaba de anunciarse la descodificación del 92% del genoma humano, y estamos en 3.000 millones de datos. Y eso es una insignificante minucia respecto al entero cosmos. Pero en todo caso sabemos que existe esa inmensa consistencia lógica, y que está en perfecta correspondencia con la totalidad de nuestro mundo. Y por tanto también existe la mente que la piensa.

Lleguemos hasta el final. No habría problemas, si se partiera de la tercera correspondencia: lo contradictorio no puede existir. Nadie lo niega. Todos lo aceptan, a poco que se detengan a pensarlo. El problema está en la envergadura de la primera correspondencia: lo válido necesariamente existe. Implica afirmar la existencia de Dios como Verdad Suprema (Logos) y como Ser Supremo (Esse). Esto es tomado por muchos hoy día como una ataque a su libertad de pensamiento. Aunque no lo sea.

Justo en este momento la lógica da la estocada definitiva. Basta poner no delante de contradictorio y llegamos a válido. Basta poner no detrás de imposible y llegamos a necesario. No cabe admitir la tercera correspondencia y rechazar la primera. Las dos son parte del mismo cálculo. Más bien hemos de ver la triple correspondencia como un bloque indivisible, aunque sólo nos hemos referido a la segunda correspondencia al mencionar de pasada el Big Bang.

En resumen, hay que tomar como piedra angular del pensamiento esta triple correspondencia. Disciplinará saludablemente nuestra mente desde el principio. Nos impedirá caer en el complejo de inferioridad citado al principio. Y no supone ofensa o agresión contra nadie. Al contrario, es el mejor regalo intelectual que cabe hacer a la desnortada sociedad actual.

Detrás del movimiento LGBT, y de la hueca literatura académica sobre la mejora humana, hay mucho dinero. Eso es una grandísima verdad. Pero no es la Verdad Suprema que nos beneficia a todos.

Presidente de la Asociación Estudios de Axiología

Publicado originalmente en elimparcial.es