Tabasco: La sucesión nuestra de cada día

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Como si fuera un guion seguido al pie de la letra, después de la elección intermedia del 6 de junio se ha puesto en marcha el proceso de sucesión de la gubernatura de Tabasco. Aunque 2024 será  “especial” por la participación del presidente Andrés Manuel López Obrador, ya aparecieron los políticos que han envejecido buscando la oficina de Plaza de Armas.

Con todas las canicas del lado del régimen, lo que reduce la baraja a dos cartas del mandatario nacional, un segundo bloque integrado por miembros del Congreso de la Unión ha empezado a moverse para situarse en el imaginario como “fuertes aspirantes” a residir en la Quinta Grijalva.

En esa franja artificial un diputado federal ha empezado a publicitarse como “el más allegado al presidente”, como si la sentencia “al que madruga Dios lo ayuda” aplicara también en política.

La persona aludida es de la idea que los votos que obtuvo son suyos, y no resultado de una serie de factores entre los que sobresale la marca Morena engranada a la figura presidencial.

El par de ases del naipe presidencial lo integran Octavio Romero Oropeza y Javier May Rodríguez. Hasta ahí. La senadora Mónica Fernández Balboa y el diputado federal Manuel Rodríguez González no pertenecen a ese círculo, por más que su quehacer legislativo gire en torno a las iniciativas presentadas por el Ejecutivo.

Con el sello local también hay gallos: por el peso específico de sus cargos, la alcaldesa electa de Centro, Yolanda Osuna Huerta, y el virtual líder del Congreso local, Jaime Lastra Bastar, ingresan de manera natural al top ten. 

Ahora bien, de manera manifiesta dos tabasqueños impresentables integran un tercer bloque: el de los que le tiran a la gubernatura para “cachar algo”: Jesús Alí de la Torre y Oscar Cantón Zetina.

Después de “fracasar” en su intento de ser candidato de Morena a la alcaldía de Centro, Alí se dice repuesto y está empezando a reunirse con actores políticos para hacerles de su conocimiento que va por un intento más dentro de tres años.

“La tercera es la vencida”, dice mientras retuerce ese gesto que tiene por sonrisa.

Alí es un caso especial: en 2012 le correspondió ser el primer priísta de Tabasco en perder la gubernatura; en 2018 se hizo “candidato independiente” logrando el uno por ciento de la votación, pese a que durante el cierre de las campañas su equipo difundió que había llegado a la recta final en “empate técnico” con el abanderado de Morena, Adán Augusto López Hernández.

A su vez, Oscar Cantón es el clásico ejemplo del político mexicano “chambista”: desde la era del PRI todopoderoso no ha dejado de pertenecer al sistema. En 2006 buscó la gubernatura por el tricolor; en 2012 por el PRD; en 2018 por el PVEM, y en 2024 ¡va por el vintotinto!

Cuando el PRI era absoluto, Cantón logró posiciones inmejorables, pero al desplomarse se sumó al PRD “de moda”; a la debacle del perredismo se bajó de barco y se hizo abanderado del verde, partido al que traicionó poco antes de las votaciones, pues “se sumó” a Morena al darse cuenta –claro está– que la popularidad de AMLO lo llevaría a Palacio Nacional.

Esa “adhesión” le valió una diputación federal por la vía de la representación proporcional, posiciones que por la vía de la negociación política también ha logrado en el PRI y el PRD.

Alí y Cantón representan el calibre de la degradación de la política mexicana: por varios sexenios han cambiado de partido con tal de seguir en la nómina.

@RodulfoReyes