Cuba: izquierdas mexicanas han apoyado la dictadura de los Castro

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La izquierda comunista y la izquierda priísta vieron en el régimen comunista cubano una coartada; quizá el mejor simbolismo de esa distancia haya sido el hecho de que el mejor amigo mexicano de los hermanos Castro, después del general Cárdenas, fue Fernando Gutiérrez Barrios, poderoso jefe de la policía política represiva del régimen priísta.

Y Fidel Castro también asumió sus propias opciones. En diciembre de 1988 optó por el régimen priista neoliberal y anticardenista de Carlos Salinas de Gortari cuando se presentó, con uniforme de revolucionario, a la toma de posesión del presidente que había aplastado con un fraude las opciones democráticas en las elecciones presidenciales de 1988 encabezadas por el hijo del general Cárdenas.

Nunca fue Cuba para México ni un sueño ni una expectativa. En los hechos, Cuba representó para México un factor geopolítico de definición estratégica ante el acoso estadounidense, presentándose la diplomacia mexicana como el único camino para evitar la ruptura regional en 1962 cuando la Casa Blanca ordenó a todos los países de América Latina la ruptura de relaciones diplomáticas con el régimen de Fidel Castro, después del fallido intento de invasión contrarrevolucionaria a Cuba organizada por la CIA y luego de la definición comunista del Gobierno de La Habana.

En su aún vigente estudio México y la revolución cubana (1971, Colmex), la investigadora Olga Pellicer realizó el mejor estudio sobre el papel estabilizador de Cuba para la izquierda y para el Gobierno mexicano, sin que hubiera definiciones de simpatía ideológica. La izquierda comunista (PCM) rompió con el régimen de Castro en 1968 cuando el comandante revolucionario apoyó la invasión de tanques soviéticos en Praga para terminar con la llamada primavera del socialismo democrático imposible. Fue entonces que Fidel Castro se echó en brazos de los gobiernos priístas hasta su ruptura con el presidente Zedillo y la humillación que padeció en 2002 por parte del presidente Fox cuando le dijo al héroe de la Sierra de Moncada qué “comes y te vas” por qué el presidente Bush no lo quería en una reunión de Cumbre Iberoamericana.

Nunca el PRI y menos el viejo Partido Comunista tomaron a Cuba como un ejemplo, sino que lo usaron para la construcción de equilibrios estratégicos ante la derecha estadounidense y sus organismos de inteligencia y seguridad nacional. También con pragmatismo, el régimen de Castro buscó la protección mexicana vía créditos y apoyos, a fin de mantener a la isla lejos de las tentaciones estadounidenses.

En los Estados Unidos ha prevalecido el compromiso del presidente Kennedy en 1962 de lograr el desmantelamiento de misiles nucleares soviéticos apuntando EE UU a cambio del compromiso de nunca invadir la isla. El bloqueo económico de Washington a Cuba representó el muro de Berlín americano que separaba al Oeste del Este y su levantamiento ha estado condicionado a que Cuba exploré prácticas democráticas occidentales, inclusive sin terminar con su régimen comunista.

La estrategia de Fidel Castro para mantener una cohesión nacionalista interna se la confesó alguna vez el propio comandante al entonces presidente español José María Aznar: mientras existan los Estados Unidos imperiales, Cuba tendrá un consenso interno de resistencia.

Los acontecimientos de las últimas horas en Cuba fueron producto de contradicciones internas circunstanciales, porque los escenarios de inteligencia y seguridad nacional de Washington todavía no alcanzaban a definir la política del presidente Biden hacia La Habana, sobre todo por el sentimiento de traición que quedó en Obama y su vicepresidente Biden cuando decidieron la reanudación de relaciones diplomáticas a cambio de un aflojamiento de las condiciones de dictadura represiva que Raúl Castro nunca cumplió.

Cuba dejó de ser un factor de equilibrio/desequilibrio ideológico y geopolítico y su desmoronamiento después de la disolución de la Unión Soviética en 1991 era inevitable. México seguirá apoyando de manera simbólica a Cuba y la Casa Blanca seguirá machacando su demanda de democracia occidental, hasta que fallezca el dictador Raúl Castro, jefe del Gobierno militar cubano.

 

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