Proyecto Weltethos

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José María Méndez

El Proyecto de una Etica Mundial fue impulsado por Hans Küng desde su cátedra en la Universidad de Tubinga. Küng murió en abril de 2021. Pero su Proyecto venía de lejos y sigue vivo. En los últimos veinticinco años este Proyecto ha intentado trasmitir los valores fundamentales que unen a las personas de todas las naciones y religiones, y ha generado una bibliografía que abarca miles y miles de páginas. Junto a amplias monografías sobre los valores éticos comunes al cristianismo, al judaísmo, al islam, el taoísmo y el confucianismo, así como los cultivados en la espiritualidad del hinduismo, budismo y jainismo, el equipo de Hans Küng ha rastreado dicha convergencia de valores en los ámbitos de la literatura y la filosofía. (Claus Dierksmeier, Libertad cualitativa, Herder 1019, pag.502).

Lo más notable de todo es el magro resultado de ese colosal esfuerzo: dos principios formales y cuatro valores con contenido o materia bien definida. (O.c. Pag 503).

1º principio formal. Regla de Oro. No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.

2º principio formal. Trata a los demás como personas y no como cosas.

Cuatro valores materiales: veracidad, justicia, compañerismo y voluntad de paz.

De un modo mucho más modesto, la Asociación Estudios de Axiología EdA viene desarrollando, desde su fundación en Madrid en 1988, la misma ambiciosa idea de unos valores éticos válidos para todos los humanos de cualquier país o época

En cuanto al contenido material el resultado del Proyecto Weltethos es bastante más limitado que el de EdA, que propone una Tabla de 18 valores éticos, en donde están incluidos, por supuesto, los cuatro antes citados. Y en la parte general se encuentran también los dos principios formales, con especial hincapié en la Regla de Oro. Digamos, pues, que el contenido del Proyecto EdA contiene, entre otros, los dos principios formales de Weltethos. Y aun se atreve a ampliar los valores materiales de 4 a 18.

Lo más sorprendente es que en el resultado del Proyecto impulsado por Küng falte el valor material que, al menos a mi juicio, es el que primero debiera ser cumplido, porque condiciona a todos los demás, el Respeto a la Naturaleza, vulgo ecología.

Pero esta ausencia no es extraña, dado el método seguido por Küng y su equipo. En efecto, la ecología es muy reciente. Hasta los años sesenta del siglo pasado no se empezó a hablar de la contaminación del medio ambiente. Fue por esa época cuando se tomó conciencia del peligro universal de no respetar la naturaleza. En medio de los enormes desastres de la Segunda Guerra Mundial, y a pesar de las dos bombas atómicas lanzadas en Japón y ensayos previos, nadie percibió la magnitud del problema ecológico. Sólo cuando comenzó la producción masiva de bienes de amplio consumo en los años sesenta se puso de moda hablar de ecología.

En estricto rigor lógico, si el Proyecto Weltethos hubiera incluido el Respeto a la Naturaleza en su lista de valores coincidentes en las tradiciones religiosas y morales de todos los pueblos, habría cometido un claro fraude intelectual. Según su propio método, habría descubierto lo que no existía. Más bien, la brillante ausencia de la ecología en la escueta lista de sólo cuatro valores habla a favor de la honestidad intelectual con que se procedió en el proyecto realizado en la Universidad de Tubinga.

Pero a su vez, esa brillante ausencia nos alerta de que algo pudo estar equivocado en el método mismo seguido por Küng y su equipo.

En efecto, el método seguido por el equipo de Küng fue el propuesto por la doctrina de la Escuela de Frankfurt, que dominaba la escena cultural alemana cuando se hizo esa investigación. La idea central de esta Escuela es que el valor ético surge del consenso universal humano. Se suele hablar también de ética dialógica o procedimental. No se trata sólo de que el método consista en investigar si hay o no consenso universal. Ese método es la consecuencia de una doctrina equivocada. El valor mismo es definido por el consenso universal. El consenso crea el deber ser. Este es el error capital de la Escuela de Frankturt.

El consenso humano y universal detectado por el Proyecto Weltethos es un hecho de este mundo. Algo que ha sucedido o se comprueba su existencia. Algo que es. Pero el quid de la cuestión estriba en la falacia denunciada por David Hume hace al menos dos siglos: ser → deber ser. Si algo es, de ahí no se deriva que deba ser.

Así pues, ¿basta ese consenso universal en 4 valores y 2 reglas generales para que yo lo perciba en lo más íntimo de mi conciencia como una obligación moral, como algo que debo incondicionalmente hacer? ¿O más bien veré ese consenso como una presión social que me viene desde fuera? En efecto, proviene de las personas que me rodean, aunque fuese el de toda la humanidad pasada, presente y aun futura. Será una presión social todo lo fuerte y potente que se quiera, pero siempre será externa a mi conciencia, ajena a lo más íntimo de mi yo. Viene desde fuera, no desde dentro.

Por el contrario, lo distintivo y característico de un verdadero valor ético es que intima o empuja desde dentro, no desde fuera. Es la percepción directa de un deber ser, que genera en la conciencia la responsabilidad y la culpa. Por eso desde Sócrates y Platón se ha interpretado la voz de la conciencia como una voz que viene de lo alto, no desde este mundo. Por eso Tomás Moro afrontó la muerte sin pestañear, antes que traicionar la sagrada voz de su conciencia. Por eso Sófocles escribió la tragedia de Antígona. De formas diversas todos ellos intuyeron lo mismo, la distancia insalvable desde un es hasta un deber ser.

Hasta mediados del siglo XX no hubo consenso universal en que el Respeto a la Naturaleza era un valor ético. Ahora bien, según la doctrina de la Escuela de Frankfurt, si no existe el consenso, tampoco existe el valor. Y si no existe el valor tampoco existirán las violaciones a ese inexistente valor. La doctrina de la Escuela de Frankfurt se formaliza como valor ↔ valoración positiva. Por tanto, no hay valoración positiva implica no hay valor. Y si no hay valor, nadie lo puede violar. Por ejemplo, el propietario de un bosque, que ahora nos parecería de indudable valor ecológico, podría quemarlo por el motivo que fuera y sin cometer violación alguna contra la ecología, pues no existía en su tiempo el valor de respetar la naturaleza, ni siquiera la palabra misma ecología.

Pero obviamente el valor del Respeto a la Naturaleza existía como tal antes de 1960. Lo que no existía era la sensibilidad, el reconocimiento y la aceptación de esa obligación moral, la valoración positiva correspondiente. Obviamente, el valor existe con independencia de que se perciba por muchos o por pocos, o incluso por ninguno.

El formidable engaño de la falacia ser → deber ser sólo ha podido ser apreciado en toda su envergadura cuando se ha formalizado la lógica. El deber ser se formaliza lo mismo que el Ser necesario. Cfr. mi artículo La tiranía de los valores, El Imparcial, 16/05/21.

En último análisis, la falacia denunciada por Hume es consecuencia de la falacia aún más elemental y profunda posible → necesario. Digamos de paso que ésta última es precisamente la falacia en que incurren los infinitos actuales de Cantor, que tanto aman los matemáticos. Cfr. Patrañas de Cantor y Gödel, El Imparcial, 22/05/20.

Por todo ello, lo decisivo es que los valores y su deber ser vienen de lo alto, de Dios mismo. Por eso es tan cierta la venerable frase la voz de la conciencia es la voz de Dios.

Justamente así comienza axiología del Proyecto EdA. El valor es definido como lo que debe ser, sea o no sea. La intuición intelectual de los valores es vista como un atisbo o destello de las perfecciones divinas. O con la lapidaria frase de Unamuno en su “Diario íntimo”, ser bueno es hacerse divino, porque sólo Dios es bueno.

Antes de que apareciese el ser humano en este mundo ya existían los cuatro valores del Proyecto Weltethos, la Justicia, la Veracidad, la Solidaridad y la Paz, con mayúsculas. Los valores éticos son perfecciones reales de Dios accesibles a nuestra conciencia moral. Lo que faltaba eran entes finitos dotados de racionalidad y capaces de ponerlas en práctica o violarlas. Los valores éticos como tales son anteriores a las valoraciones positivas que luego haga el hombre.

Por otra parte, el Proyecto EdA no se limita a la ética. Comprende además los valores económicos, estéticos y religiosos. Por supuesto, se trata de lo religioso dentro de la razón, pero que conduce de suyo hasta el umbral de la fe: Jesucristo es Dios.

En resumen, y dicho sea con toda honradez intelectual, el Proyecto EdA es más ambicioso como el Proyecto Weltethos, y además no yerra en el método, ni en la definición del valor ético.

Presidente de la Asociación Estudios de Axiología

Publicado originalmente en elimparcial.es