Sin autonomía de ingresos, la prensa seguirá atada al Estado

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La crisis de violencia contra la prensa tiene una explicación que debe ser punto de partida para la búsqueda de salidas institucionales: de haber sido sector visible/invisible del sistema/régimen y parte del aparato de construcción del ideología del Estado priísta, los medios de comunicación nunca se plantearon un proceso de transición a la autonomía relativa basada en el apoyo económico de la sociedad y no del gobierno.

La prensa comenzó a separarse del control gubernamental en 1968 con la conquista de espacios independientes de información y crítica, sobre todo en el periódico Excelsior de Julio Scherer García y del periódico El Día del excomunista y priísta progresista Enrique Ramírez y Ramírez.

Sin embargo, la prensa conquistó espacios de difusión y opinión, pero nunca se preocupó por construir fuentes de financiamiento social diferentes al ingreso publicitario de oficinas públicas. En este contexto, la prensa jamás será independiente en tanto siga viviendo de los ingresos de publicidad de los gobiernos y de los partidos en el poder.

La transición política impulsada por la crisis sistémica de 1968 se encontró con la ausencia de una sociedad civil con capacidad de financiamiento de la comunicación crítica y quedó limitada a la existencia de algunas escasas posiciones progresistas dentro del régimen que entendieron la necesidad democrática de una prensa independiente del sistema/régimen/Estado.

La oposición panista y morenista en el poder utilizó los espacios críticos de los medios, pero una vez en posiciones institucionales no se preocupó por construir mecanismos de financiamiento de la opinión pública como espacios de expresión de la democracia. Hasta el INE de Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón han construido los mecanismos de control de los medios de comunicación para beneficio de su propia popularidad y no para el ejercicio de la crítica como instrumento de politización democrática de la sociedad.

La única vía de fortalecimiento de los medios de comunicación como espacios de democratización se localiza en el financiamiento de su existencia a través de aportaciones directas de la sociedad. Ante el acoso del presidente Trump, The New York Times y The Washington Post apelaron a suscripciones para sus modelos digitales y sustituyeron el desplome de la publicidad de empresas vinculadas a la estructura de poder.

El fracaso de los mecanismos institucionales y legislativos de protección de periodistas se explica en función de que las oficinas públicas no están convencidas de defender y proteger a quienes los critican, dándole rango de doctrina al pronunciamiento del presidente López Portillo de que no daría dinero del presupuesto para financiar medios que lo criticaran.

La sociedad no dependiente del Estado ni de los partidos es muy insistente en exigir la existencia de medios de comunicación que critiquen el mal funcionamiento del sistema/régimen, pero no ha sido capaz de comprar suscripciones para financiar la crítica. Los medios de comunicación, a su vez, tampoco han establecido canales de integración de intereses con la sociedad exigente de información independiente, y menos se han abierto a la venta de porcentajes accionarios sin influencia en la política editorial para que la sociedad se involucre en la vida de las publicaciones.

Los medios de comunicación aparecen como negocios privados de consorcios empresariales que benefician a familias y sus altos niveles de vida, abandonando una política sensata de salarios y mecanismos de protección de la vida de sus empleados. De quince medios de comunicación que se editan en Ciudad de México y tienen circulación en toda la república, solo uno está dirigido por una periodista, aunque modificó su estructura accionaria pública a la concentración en unas cuantas manos. Y el Estado ha sido incapaz de promover la construcción de medios de comunicación de periodistas y no de empresarios.

El modelo periodístico de dependencia del gobierno transitó a una prensa crítica sin el fortalecimiento de su estructura financiera para lograr la autonomía de los intereses públicos y privados que se han aprovechado de la falta de empresas periodísticas de periodistas.

Sin una modificación su estructura de ingresos, la prensa seguirá dependiendo de los subsidios interesados de los poderes reales de la república.

 

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