A la memoria de Luis Martínez Fernández del Campo,
en cuya casa se tejió el primer acuerdo Colosio-Camacho
A veintisiete años de distancia, el asesinato del candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio sigue siendo un caso abierto, pero no un enigma: se trató de un crimen político, aún cuando sus motivaciones hayan sido las oficiales del asesino solitario. La muerte del casi seguro presidente no fue una crisis de sistema/régimen/Estado porque esos tres pilares de México siguen hoy como antes con el PRI.
En todo caso, el asesinato de Colosio representó la crisis de discontinuidad del grupo salinista que se perfilaba cuando menos dos sexenios más al frente de la presidencia. El propio Salinas ya había decidido ir por la presidencia de la Organización Mundial de Comercio, la estructura supranacional del mercado libre y globalizado. El proyecto económico de Salinas estuvo garantizado con Zedillo y el modelo transexenal del Tratado sigue latente hasta el 2024.
El punto central del asesinato, cuando menos en el imaginario colectivo, ha estado estacionado en la tesis de que Salinas rompió con Colosio por el discurso del 6 de marzo; sin embargo, los datos reales indican que Salinas sí se molestó con el discurso, pero más con el énfasis con que fue dicho que por el contenido, pero entendió la lógica del distanciamiento entre candidato y presidente de la república. Colosio no había crecido en los cuatro meses de campaña porque lo veían como un títere de Salinas.
El verdadero trasfondo de la preocupación de Salinas fue la acumulación de indicios muy generales y dispersos en el discurso que hablaban de mayor contenido político de su proyecto. A comienzos de marzo Colosio ya había cruzado mensajes con Manuel Camacho Solís y ello había aumentado la preocupación del presidente de la república. El centro de las conversaciones era la única propuesta de Camacho: la reforma política, aún manteniendo el modelo económico neoliberal. Salinas no podía permitir el aflojamiento de su proyecto globalizador si quería ser presidente de la OMC.
Las negociaciones secretas de Colosio y Camacho si dieron resultados. El 22 de marzo los dos hablaron por teléfono porque Colosio le leyó a Camacho el boletín de prensa del PRI en el que el candidato reconocía el retiro de Camacho de cualquier candidatura y el apoyo indirecto a Colosio. El texto estaba lleno de elogios y Camacho le dijo a Colosio, de acuerdo con fuentes verificadas, que bajara el tono de esas palabras, “por que si no nos van a romper la madre a los dos”.
El 23 de marzo Camacho ya había aceptado la Secretaría de Gobernación del gabinete previsto de Colosio y la prioridad de la reforma política del régimen priísta salinista. En la frialdad de la política, tampoco hubiera sido una causa del crimen porque Camacho conocía y respetaba esas reglas del juego del presidente entrante con respecto al saliente. Camacho no llegaría a destruir a Salinas; su presencia en Gobernación habría de ser la peor derrota de Salinas.
No hay elementos periciales para probar el crimen del poder, pero tampoco para descartarlo. Sólo por su efecto en el régimen y sus hilos de manejo clandestino el asesinato sí fue un crimen político. La reforma democrática se pospuso, Zedillo aplicó reformas parciales para mantener la gobernabilidad ante la crisis derivada de su decisión de mover el tipo de cambio y la alternancia fue impuesta para no pagar el alto costo de un fraude electoral inevitable para el PRI. La reforma política de Camacho iba en el torno de rehacer el régimen y, ahí sí, subordinar la economía a las nuevas reglas de poder.
Salinas no escogió a Camacho como sucesor debido a su propuesta de reforma política que limitaría el alcance autoritario del neoliberalismo; y a lo largo de la campaña de Colosio, Salinas obstaculizó con todo el instrumental del poder a Camacho. Sin embargo, Colosio hizo todos los esfuerzos –aún en grado de humillación política– para convencer a Camacho de sumarse a su propuesta. El 23 de marzo Camacho sí había aceptado ser el secretario de Gobernación del gabinete de Colosio.
En este sentido, el recordatorio de Colosio debiera hacerse en torno a su proyecto de gobierno: economía de mercado con bienestar social y, sobre todo, democracia plural con equilibrio de poderes. Al final, el ganador del crimen del 23 de marzo de 1994 fue el neoliberalismo vigente.
Política para dummies: Desde Julio César, la política es el espacio de los crímenes del poder.
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