Luego de muchas vueltas políticas y en medio de desacuerdos entre presidentes por regímenes de gobierno vigentes y la democracia, los miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) abandonaron su meta de liquidar a la OEA, se conformó con asumirse como un espacio para el diálogo político regional ante Estados Unidos y propuso la construcción de un tratado de comercio libre continental con el TCL norteamericano de Canadá-EU-México.
Con el liderazgo de México, la CELAC quedó atrapada entre contradicciones políticas, alianzas estratégicas con Estados Unidos y las sombras ominosas de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero sin entender que las relaciones comerciales están siempre determinadas por la estabilidad política y la democracia representativa procedimental liderada por Estados Unidos. La alianza europea fue posible cuando los partidos socialistas abandonaron el marxismo (España, como ejemplo) y aceptaron el capitalismo de mercado.
La iniciativa de asociar la CELAC con el TCL de Estados Unidos-México-Canadá pareció surgir en la reunión de México como una salida circunstancial para evitar el fracaso político por los choques entre los presidentes de Uruguay, Paraguay y Colombia con los mandatarios de Cuba y Venezuela y la ostentosa ausencia de Nicaragua, hoy en proceso de elecciones autoritarias con candidatos opositores encarcelados o exiliados.
La salida regional de usar el comercio exterior para potenciar el desarrollo y la estabilidad social internas y de ahí facilitar la gobernabilidad con enfoques progresistas no pareció entender la lógica de las asociaciones comerciales. La CELAC llegó imbuida del espíritu bolivariano que fue reactivado en el 2000 por el presidente venezolano Hugo Chávez y que condujo a la creación de la organización ALBA o Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, una organización compleja que condicionó el patrocinio petrolero venezolano a la aceptación del simbolismo del espíritu de Simón Bolívar y su América unida y el autodenominado “socialismo del siglo XXI” de Chávez.
Los promotores de un tratado TLC-CELAC no han estudiado a fondo el costo soberano que tuvo que pagar México para que Estados Unidos aprobara el tratado a finales de 1993. En 1991 el entonces embajador de Estados Unidos en México, John Dimitri Negroponte, envío al Departamento de Estado un memorándum secreto para apresurar la aprobación vía fast track del tratado en el congreso estadounidense porque la asociación comercial representaba la liquidación del incómodo nacionalismo mexicano y de su política exterior progresista contraria a los intereses de la seguridad nacional estadounidense.
Las desavenencias dentro de la CELAC por temas democráticos revelaron los principales problemas que existen en América Latina para la suscripción de tratados comerciales de largo plazo: la inestabilidad democrática, la tendencia a las revoluciones ideológicas y el sentimiento latinoamericano contra Estados Unidos y su modelo de economía capitalista. Con estas limitaciones será imposible cualquier intento siquiera de inicio de negociaciones con EU para un tratado comercial que necesita de gobiernos democráticos y estables.
Los promotores del tratado TLC-CELAC parecen ignorar que Estados Unidos utiliza el tratado con México para impulsar su comercio con países de América Latina, además de que la economía estadounidense tiene tratados comerciales ya firmados con Panamá, Colombia, Perú, Chile, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, sin que estas naciones hayan obtenido beneficios concretos para potenciar con mayor dinamismo su crecimiento económico y elevar sus niveles de bienestar social.
La firma del tratado de México sobre todo con Estados Unidos no fue fácil, tardó tres años y obligó a México a procesos de reforma económica del Estado para transitar de un modelo productivo estatista centralizado a una economía de mercado, con Estado bajo control constitucional restrictivo y apertura indiscriminada a la inversión extranjera y a las importaciones de productos de consumo cotidiano. La reforma económica comenzó en 1978 con la decisión gubernamental frustrada de incorporar a México al GATT y se consolidó con la reforma económica de los presidentes Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari desde diciembre de 1982 para terminar con la economía de Estado y adentrarse de manera muy dinámica a la economía de mercado.
Los gobiernos de la CELAC pudieran dividirse en dos grandes grupos en función de las ideas políticas dominantes de sus gobiernos: los estatistas-populistas-bolivarianos que se aglutinaron en torno a la Venezuela de Hugo Chávez y que hoy la Venezuela de Nicolás Maduro ha debilitado y los de democracia liberal con tendencias al libre mercado funcionales a EU. Los choques verbales en la sesión de la CELAC en México por la configuración dictatorial de Cuba, Venezuela y Nicaragua –tres países clave del ALBA chavista– presentaron los indicios de la imposibilidad de cualquier intento siquiera de inicio de conversaciones para un tratado TLC-CELAC.
Los tratados comerciales fueron el instrumento clave de la economía capitalista liderada por Estados Unidos para dinamizar el modelo de mercado que había luchado durante años contra la economía expansionista comunista de la Unión Soviética. En este sentido, la estrategia de seguridad nacional de EU se sustenta, de acuerdo con la doctrina presidencial respectivas desde Nixon a Joseph Biden, en la hegemonía, expansión y consolidación del capitalismo de mercado en las economías que quisieran beneficiarse con la fortaleza del sistema productivo estadounidense.
Los países de la CELAC tendrán que explicar primero si es objetivo prioritario del organismo la búsqueda de un acuerdo comercial con el TCL de Norteamérica que domina y define Estados Unidos y tendrán también que definir de manera abierta que todos los países de la región latinoamericana van a optar por el sistema capitalista de mercado con un estado regulador, no intervencionista y determinado por las reglas procedimentales de la democracia representativa que deberá ser avalada y supervisada por la Casa Blanca.
@carlosramirezh
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