Ministerio de Indulgencia

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Juan José Vijuesca

Hasta hace cuatro días, mal contados, los considerados buenos iban al cielo. Por el contrario, los señalados como malos tenían plaza asegurada en la casa rural de Pedro Botero. Ahora las cosas han cambiado de manera radical. Es como si la historia de la fe, mejor dicho, los encargados de representarla aquí en la Tierra hubieran firmado un acuerdo inverso para adaptarse a la encíclica del disparate.

De tal guisa el Purgatorio se ha visto obligado a reinventarse y ahora depende del mismísimo Ministerio de Indulgencia, perdón, quise decir el Ministerio de Igualdad. Así pues, las riendas de las expiaciones las lleva Irene Montero encargada de considerar quién es una buena persona, sin tener en cuenta los antecedentes del dichoso o la dichosa, requisito éste indispensable para pasar la prueba de purificación y poder entrar en la absoluta bienaventuranza. Es decir, la indulgencia plenaria al amparo de la justicia divina ha dejado de existir porque la señora Montero ha abierto las puertas de su paraíso sin mayores trabas y prueba de ello que ha incorporado a la nómina del contribuyente a gente de Podemos con problemas judiciales “porque son buenas personas, íntegras y que persiguen la corrupción”, según dice. No seré yo quien venga a enmendar al nuevo tribunal calificador que ha sustituido al de la purificación de siempre, pero estarán conmigo que algo de favoritismo ha habido en el casting para que estas personas hayan pasado por la puerta santa del Ministerio de Indulgencia, perdón, quise decir el Ministerio de Igualdad, haciendo caso omiso a lo de estar inhabilitada una de ellas por atacar e increpar a una mujer policía, e imputados, los otros, por malversación de fondos públicos y prevaricación. Y así están los nuevos tiempos, unos purificados para engrosar la perdurable nómina de los caudales públicos, mientras los demás poniendo la lavadora a las 3 de la madrugada por aquello del timo de la luz.

El ser bueno hoy en día es una canallada si no figuras en alguna formación política y te haces el interesante o la curiosidad del cargo ampara maldades. Ahora el relativismo moral está dejando un vacío existencial que retuerce al individuo hasta que sus propios impulsos religiosos le hagan sentir desinhibido. El declive se ha instalado en nuestra sociedad merced a que los nuevos mesías de la Iglesia actual piden perdón por todos los estropicios causados a lo largo de su historia, lo que sucede es que no separan el grano de la paja y el totum revolutum menoscaba la labor de cuantos ofrecieron y ofrecen toda la bienaventuranza de sus actos en favor de los más necesitados a cambio de una fe inquebrantable. Hoy hasta el propio Bergoglio enaltece el arrepentimiento de la Iglesia por los crímenes durante la conquista de América, cuando gracias a la evangelización de América él ostenta el cargo actual como papa de los católicos. Una de tantas perogrulladas como viene siendo habitual en este pontífice. De manera que flaco favor se hace a los buenos de obra que siendo o no siendo creyentes, cumplen con la convicción de estar haciendo el bien.

Y a río revuelto llega la parte extrema de quienes odian el cristianismo haciendo apología de la poca o nula gracia que les hace el amor por el prójimo, porque la igualdad que ellos proclaman guarda estrecha relación con las liturgias políticas y son los mismos que ahora aplauden al papa Francisco que como es sabido, no oculta su baja estima por el sistema capitalista mostrándose enemigo de la globalización al considerarlo como un “sistema de muerte”. Si el Vaticano en su máxima figura se muestra más interesada en asuntos relativos al mundo económico y político que en aquellos que conciernen estrictamente a cuestiones de la fe y la moral cristianas, habrá que pensar que estamos ante un clero totalitario al servicio de las utopías despóticas.

Y así llegamos al deterioro de tantas buenas voluntades y nada sorprendentes cuando a modo de paradigma el Purgatorio de los creyentes lo han convertido en el Ministerio de Indulgencias, perdón, quise decir Ministerio de Igualdad, pero no para todos, sino para los que siendo de la misma cuerda tienen derecho a entrar en el paraíso por amiguismo o enchufismo dejando que ahora las calderas de Pedro Botero sean lugar de encuentro para los bondadosos. El averno, una vez más, para los mártires mientras el edén para ellos, ellas y elles que para eso tienen al becerro de oro del Estado cogido por los testículos.

Escritor

Publicado originalmente en elimparcial.es