El problema (no pedido) de los familiares presidenciales

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Si se mira con frialdad, los presidentes no pueden estar detrás de los parientes vigilando sus pasos. Sí, los hubo que los atrajeron y los cobijaron, pero los hubo que no podían controlar per se, las acciones de ciertos familiares. De esa parentela que en todos los casos no pidieron serlo de un presidente,. No los exculpa de su corrupción, de haberla, (que tampoco es obligado que exista) pero suponer que los presidentes han de estar detrás de ellos todo el tiempo, qué fastidio y no es su tarea. Y dígase puntual: López Obrador señaló en su toma de posesión que solo respondía por su hijo menor de edad. Que nadie lo olvide.

E invariablemente, pasan dos cosas: no están exentos de ser salpicados los mandatarios por los quehaceres desviados de la parentela y aquella, también se ve hipotecada por tener nexos directos con un presidente. En medio, un país. Y sí, acaso no debería de ser tema, pero termina siéndolo. Entre cada punto aludido, parentela y presidente de turno, caben mil y un matices, mil y una historias.

Hemos tenido desde esposas con cara de choque porque no eran ellas las que deseaban el puesto (la señora Zedillo) hasta las que triunfaron viéndose de primeras damas (Carmen Romano). La discreción tuvo matices; aquella de la señora Occelli contrastaba acaso con Angélica Rivera que pareciera que nunca quiso ser parte de una trama a los niveles que terminó siéndolo o no sospechó los alcances. Debemos reconocer que Rivera fue una primera dama –ella sí, no como Gutiérrez Müller que lo niega, pero da palo a todos en twitter– conduciéndose un sexenio con muy bajo perfil tirando a gris. Otros parientes como las madres, jugaron un papel distinto según el caso. Si de la madre de López Portillo supimos con los años, que le trajeron al Papa, de la mamá de Peña Nieto jamás supimos nada. Una discreción absoluta y encomiable.Y hasta el día de hoy. Cada quien les da el juego que quiere.

Eso en cuanto a las esposas y madres, que ya los hermanos de los presidentes también entran a debate y de qué manera. Puede haberlos perfectamente invisibles (los 3 de Peña Nieto) como los hay conscientes del beneficio de parentesco, como tal sucedió con los Salinas o los López Obrador o Margarita López Portillo. Cada cual jugando un rol. Ahí está la polémica hermana de Calderón y ¿qué tal los cuñados de Felipe Calderón? hermanos bajo la ley, que de una o otra manera están en la primera fila del escándalo. Cada uno de los referidos, con su cuota de polémica. A todos los une el comprometedor parentesco que guardan con un presidente. ¿Cuánto los solapa el mandatario de turno? Tampoco es tan sencillo precisarlo en los métodos, acaso ni siquiera en casos como el de Raul Salinas.

Y los hijos…que si uno da portazo en el Auditorio Nacional, que si las fiestas del otro dentro o fuera de Los Pinos, como se señala a los hijos de Díaz Ordaz o a los de De la Madrid. Que si suponen tráfico de influencias y conflictos de intereses –desestimados por los aludidos, incluida la empresa y no probados pro quienes los señalan–  materializados en una casa gris ligándola al nombre de López Beltrán o el supuesto nexo tenido que es tan grave como cuando el Estado Mayor debe cuidar a tus hijos estudiantes, con helicóptero y todo, como pasó con los de Peña. Y hasta los hijos de la pareja han de andarse con cuidado. ¿No fue el caso de los Bribiesca? ya le mencioné a personas ligadas partidos gobernando: PRI, PAN y Morena. Y sus respectivos simpatizantes, que no lo olviden. No sea que escupan al cielo mirando la paja del ojo ajeno.

Todos los citados tienen un común denominador: un parentesco que no pidieron. Por mucho que intuyas si el pariente puede alcanzar la presidencia, no es algo que per se te pidas. Hay esposas que no lo intuyeron, otras dicen que sí, pero eso es difícil de probarlo. De repente, los parientes se ven catapultados a la escena pública que acaso no desearon, gracias al cargo del mandatario y sus vidas son inevitablemente hipotecadas por el nombre de aquel y viceversa. Para bien, mientras gobierna y para mal, después.

Y no hay una solución fácil para marcar la sana distancia, como no sea llamar a la cordura, a no perder el piso, a no comenzar pleito ajeno (como tontamente se enganchó la hija de Peña) aunque sea viable suponer que no lo compensan los privilegios y se los endilgan cuando no lo asuman gustosos. Y como no sea simplemente, cumplir las leyes. Y donde no hay ley, quepa la cordura.

Si, en efecto, los parientes del presidente de turno son políticamente vulnerables, ergo ello obligaría a todos a andarse con pies de plomo. Aplica perfecto la de “no hagas cosas buenas que parezcan malas”. Por mucho que salves o sortees los posibles y acechantes conflictos de intereses o por mucho que, en efecto, no pertenezcas al gobierno de México. Nunca, ni por error, puedes dar un paso en falso. Sí, tu pariente es el presidente y es el blanco de los ataques a final de cuentas, no tú y para bien y para mal los ojos de la gente estarán sobre ti, por ser con quien emparentas y no por lo que eres.

Dicho lo cual, independientemente de si los reportajes sobre José Ramón López Beltran son realidad o no, exagerados o no, obligan a extremar precauciones al protagonista de tales. No hay de otra.  Como no hubo de otra para todos los anteriores. Aunque no siguieran el consejo. Y a los presidentes, más de un pariente los ha metido en un brete. Y sucedió de nuevo.