El proceso de sucesión presidencial en Morena entró en una zona de tensión que era dinamizado la ruptura de acuerdos internos indispensables. La crisis al interior de la coalición gobernante no alcanza para romper, cuando menos hoy, la tendencia de continuidad del grupo liderado por el presidente López Obrador, pero pudiera llevar en 2024 a candidaturas externas de morenistas.
La historia de las sucesiones presidenciales pasadas del régimen priísta y las dos de los gobiernos panistas aportan elementos suficientes para señalar que las derrotas de 2000, 2006, 2012 y 2018 fueron la conjunción de conflictos internos en la élite gobernante, de escenarios de descomposición política, económica y social y la incapacidad del candidato oficial para garantizar la continuidad del grupo en el poder.
El líder senatorial morenista Ricardo Monreal Avila dio un paso adelante de los espacios políticos del manejo del proceso que realiza el presidente López Obrador, está obligando a que Morena y no el presidente asuma el control del proceso sucesorio y abrió una puerta a la alianza opositora con la posibilidad de una candidatura salida del grupo morenista y fuera del círculo lopezobradorista.
En 1987, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, como jefe del grupo autodenominado Corriente Democrática del PRI, trató de romper el ostión delamadridista-salinista de la XIII asamblea nacional del partido donde se cocinaba la candidatura de Salinas de Gortari, pero se encontró con un partido rigurosamente controlado por el presidente de la República, y los corrientistas fueron empujados a salirse del partido. Esta fractura le quitó 30 puntos porcentuales a la votación presidencial del PRI en 1988 –cuando menos en la contabilidad oficial que sigue estando contaminada por sospechas de fraude electoral– y ahí comenzó la debacle del PRI que terminó con el aplastamiento en las elecciones presidenciales de 2018.
El proceso adelantado en junio de 2021 del juego de la sucesión presidencial en Morena fue producto de la preocupación presidencial por la pérdida de diputados en las elecciones legislativas de mediados de sexenio, pero con un costo político de desgaste de las principales figuras del gabinete que fueron expuestas por el presidente López Obrador y pagando el costo de choques entre las facciones morenistas de los principales precandidatos.
El fin de semana Monreal tomó la decisión estratégica de formalizar su candidatura presidencial dentro de Morena, aunque con indicios demasiado claros que Morena no existe como partido político formal y que solo es un aparato de control de tribus políticas en manos del presidente de la república. En todo caso, la astucia política de Monreal lo estaría colocando en un espacio de influencia política más bien fuera de Morena que dentro y que la exclusión del juego presidencial sucesorio le representaría un importante capital político.
La candidatura y victoria presidencial de Vicente Fox Quesada en julio de 2000 dejó claro que los partidos eran esqueletos sin movilidad social y que se le podía ganar al PRI corporativo. Pero la victoria de Fox no se le debe acreditar a su estilo ranchero de movilizar a las masas, sino a la decisión estratégica del presidente Ernesto Zedillo de negarse a movilizar el aparato electoral del Estado a favor de su enclenque candidato Francisco Labastida Ochoa.
La disputa por la candidatura presidencial en Morena estaría introduciendo la inestabilidad política del partido como un factor adicional de crisis política en el Gobierno y se convertiría en una variable de inestabilidad nacional.
Y la parte más delicada del tablero sucesorio estaría por conocerse en las próximas horas: saber si Palacio Nacional seguirá trabajando reformas legislativas claves en el Senado manteniendo a Monreal o se echará a andar el aparato partidista para desplazarlo de la presidencia de la Junta de Coordinación Política del Senado, a costa de provocar una crisis de inestabilidad en la Cámara alta donde tendrán que pasar las reformas constitucionales pendientes.
La única certeza política hoy es que Monreal ya es precandidato presidencial de Morena en un proceso centralizado en el poder político del presidente de la República.
Política para dummies: La política es un juego de tensión dinámica, pero también un ejercicio unilateral del poder.
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