A pesar de dominar todo el sistema de toma de decisiones en materia económica nacional e internacional, el Tratado de Comercio Libre no ha sido una prioridad en el proyecto sexenal del presidente López Obrador, aunque México se ha beneficiado de la actividad económica estadounidense.
La estrategia de política económica de México en el sexenio actual ha carecido de un proyecto nacional de desarrollo que pudiera potenciar la integración comercial de mercados que viene desde 1994. Por razones diferentes, los gobiernos de Salinas a López Obrador no han tenido la capacidad de definir un modelo de desarrollo industrial y agropecuario que pudiera articularse a los beneficios de la integración de mercados.
El último dato contabilizado por el especialista Arnulfo R. Gómez resume el fracaso de México en el aprovechamiento de las bondades del tratado comercial: la disminución de 59% del porcentaje de productos mexicanos en la exportación total en 1993 a 37% en 2018. Esta cifra probaría la ausencia de un modelo de desarrollo nacional que pudiera aprovechar la oportunidad de las cadenas productivas, pero la disminución del porcentaje de productos mexicanos en la exportación del tratado estaría también indicando el descuido gubernamental en materia de vinculación entre planta productiva-capacitación laboral-demanda de productos de integración-mercado de consumo.
El TCL fue un desafío para tratar de integrar a dos economías altamente desarrolladas –Estados Unidos y Canadá– con una economía subdesarrollada, dependiente y primaria –la mexicana–, lo que exigía desde el principio el replanteamiento de la política del desarrollo desde la educación hasta la necesidad de estimular una reconversión industrial para acercar a México a las características productivas norteamericanas.
En este contexto y sin un plan de reordenación del desarrollo industrial con estímulos del sector público, el presidente López Obrador le dijo al presidente Biden en una carta el 12 de diciembre pasado que México propondrá el modelo de desarrollo conocido como sustitución de importaciones, que fue el que se aplicó en los años dorados del llamado desarrollo estabilizador: la capacidad industrial mexicana para ir sustituyendo los productos de consumo nacional.
El problema para México radica en el hecho de que la estrategia de sustitución de importaciones se agotó por la falta de apoyo del sector público a la modernización de la planta productiva privada, sobre todo por el alto costo que implicaba la reconversión de la planta industrial nacional que se movía en los ámbitos del proteccionismo comercial de una economía con comercio exterior cerrado. La apertura comercial estimulada por el ingreso de México al GATT y luego el TCL condujo a la quiebra de cadenas productivas en áreas en las que México había podido sobrevivir en la competencia internacional, acomodándose al camino fácil de liberar importaciones.
La estrategia del TCL que implementaron el presidente Salinas, el secretario Pedro Aspe Armella y el secretario Jaime Serra Puche fue la de abrir la frontera comercial a la libre importación de productos, sin ningún plan de protección o estímulo a la modernización de la planta productiva nacional, lo que condujo a México en estos años del TCL a convertirse en una gran economía maquiladora y una gran consumidora de productos terminados en Estados Unidos y Canadá.
El modelo de sustitución de importaciones exigiría un replanteamiento de la estructura productiva y de desarrollo de los países de América Latina con un Estado estimulador del sector privado a nivel continental, pero con la condición indispensable de que los Estados nacionales no se conviertan en sectores productivos competitivos con la economía privada, además de un replanteamiento general de las políticas educativas y tecnológicas para propiciar la adquisición de conocimientos para la producción y no para las ideologías nacionalistas. Los requerimientos de financiamiento del nuevo modelo de desarrollo son incompatibles con el segundo tema anunciado por el presidente López Obrador al presidente Biden: un programa para el bienestar de los pueblos de América Latina y el Caribe, pero financiado con recursos públicos que no irían a la modernización productiva.
Pero las prioridades del presidente Biden son otras: mayor exigencia de México para combatir a las bandas del crimen organizado, mayor control de las fronteras de México con Centroamérica y Estados Unidos y disminución de la actividad económica del Estado en áreas de importancia productiva para la economía.
De nueva cuenta habrá un diálogo de sordos entre México y EU.
Política para dummies: La política es la economía en acto puro.
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