¡Inician los juegos del hambre!

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Como no hay plazo que no se cumpla, de manera formal comenzarán en enero de 2024 los juegos del hambre del régimen político mexicano.

En un escenario que hasta ahora no presenta sorpresas, el punto más significativo de la competencia podría asumirse como una fase sexenal de la disputa entre la propuesta de democracia procedimental de mercado que inició en diciembre de 1982 con el arribo de Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari al poder presidencial para mantener el péndulo sistémico en el lado conservador, frente al proyecto restaurador priista de Andrés Manuel López Obrador a partir de 2018 y con la expectativa de mantener la continuidad lopezobradorista con Claudia Sheinbaum Pardo de 2024 a 2030.

En los hechos, no se perciben elementos suficientes como para considerar que el proyecto de López Obrador sea un cambio de régimen, puesto que sus objetivos se basan en la reconstrucción del poder presidencial y del Estado para regresar al dominio en la orientación económica de la República del ciclo priista 1917-1982, mientras el modelo neoliberal 1982-2018 buscarán regresar a la hegemonía perdida en estos últimos cinco años.

Más que un control del régimen de instituciones, lo que se está perfilando es la construcción de una nueva hegemonía –modelo definido por Miguel Basáñez en su libro La lucha por la hegemonía en México 1968-1990— basado en la creación y fortalecimiento de un liderazgo político de una élite que plantee alianzas con los dos sectores extremos que definen el régimen: el dominio del pensamiento empresarial de mercado y la fuerza social de una élite burocrática social que representan el objetivo del bienestar popular como prioridad.

El escenario de competencia está muy bien perfilado: el grupo político lopezobradorista está definido por una pequeña élite que gira en torno a los objetivos sociales, con mayor o menor intervención económica del Estado, aunque con el propósito de satisfacer el bienestar de sectores no propietarios. en realidad, no se trata, de manera estricta, de un populismo clásico o semisocialista, sino una expresión actualizada del populismo 1917-1940 que pudo definirse como un capitalismo monopolista de Estado, algo bastante lejos del socialismo sin sector empresarial.

La única diferencia en el bloque lopezobradorista se localiza en el hecho de que el viejo populismo de la Revolución Mexicana 1917-1940 tenía como estructura ósea a los tres pilares de las clases sociales productivas no propietarias: el proletariado, el campesinado ejidal y las clases medias de profesionistas públicos. El neopopulismo de López Obrador carece de clases sociales organizadas del sector productivo y se basa más bien en las masas de lumpenproletariado no propietario y sólo beneficiario del asistencialismo presupuestal.

El bloque político caracterizado como neoliberal está organizado por una clase empresarial sin conciencia de clase y está sólo pululando alrededor de los beneficios de la acumulación privada, pero con una élite burocrática desideologizada que se formó en el viejo populismo revolucionario y derivó en una autonomía de funcionamiento derivado de la apropiación de los cargos públicos que a los empresarios no pueden detentar y ni sabrían cómo hacerlo.

Lo paradójico de este bloque neoliberal de mercado es que la clase empresarial propietaria de los medios de producción depende de los favores derivados de la capacidad económica del presupuesto público que manejan y administran los burócratas y se benefician del contratista de obra pública, como lo ejemplifica el caso del poderoso empresario Carlos Slim Helú, cuya fortuna de más de 100,000 millones de dólares se catapultó con el beneficio de empresas públicas que se privatizaron para servicio social, pero que él y otros empresarios que adquirieron y sólo las han gestionado para utilidad personal, sin que se pudiera considerar una burguesía productiva de clase en el sentido clásico de la palabra y sí como burguesía parasitaria del Estado.

En este contexto, la competencia entre el bloque neoliberal que depende de la inversión pública y el bloque populista que privilegia los presupuestos sociales no representan cambios en la caracterización de la estructura de clase capitalista del régimen mexicano, y hoy, por ejemplo, Morena cumple el papel que en el pasado tuvo el PRI para articularse a los empresarios y el PAN asume las características el viejo PRI alemanista-diazordacista.

La competencia electoral de 2024 será por la apropiación de los beneficios del poder y del presupuesto, no para redefinir un proyecto de clase.

 

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Política para dummies: la política sirve para disfrazar a la política.

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