El discurso liberal sobre la democracia estadunidense ha sido comprado, en arrinconamiento filosófico, por el centro liberal y la izquierda socialista de los EE. UU. y de fuera. Pero no, nada indica que los EE. UU. sean un sistema democrático. Si acaso, la única herencia democrática sea el Estado de derecho, pero ya pervertido por el mismo derecho, los grupos dominantes de poder y la ideologización de las leyes.
En el lenguaje político cotidiano en los EE. UU. se refieren al país como “la Unión”, sin reconocer que, en estricto sentido, es una república. El sistema representativo popular de la Revolución Francesa ha sido suplido por el modelo legislativo de grupos de interés que pagan para imponer legisladores y que luego cobran favores. La función central del presidente es la seguridad nacional basada en el instrumento de coerción militar nuclear, en subir y bajar impuestos por razones electorales, en mantener el modelo imperial de exacción de recursos y riquezas de otras naciones y en la explotación del débil por razones de pobreza, de raza o de producción.
Los presidentes no ejercen el poder para servir al pueblo, como reza la máxima lincolniana incumplible. Su tarea es la de administrar los intereses dominantes y sus grupos de lobistas que representan los poderes reales fácticos. Aquí lo hemos dicho y por la elección hay que repetirlo:
–En 1956 C. Wright Mills estableció la existencia de tres poderes reales: económico, político y militar. “las demás instituciones parecen estar al margen” y “en ocasiones debidamente subordinadas a ésas”. Sus brazos operativos son claros: las grandes sociedades anónimas, la institución militar, el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Las instituciones religiosas, educativas y familiares son “zonas descentralizadas” moldeadas por los intereses económicos, políticos y militares.
–En 1967 G. William Domhoff se preguntó ¿Quién gobierna Estados Unidos?, encontró un dominio vertical de élites de poder y su lista de poderes reales es precisa: las grandes empresas y sus intereses determinados por la tasa de utilidad, la Fundación Ford, la Rockefeller, la Carnegie Co., la Lilly Endorsement, el Pew Memorial Trust, la Dandforth Foundation; las asociaciones; el Consejo de Relaciones Exteriores, la Asociación de Política Exterior, el Comité de Desarrollo Económico, el Consejo de Asesores de Negocios, el National Advertising Council y la National Association of Manufacturers. Las oficinas de finanzas de los partidos Demócrata y Republicano que ocultan ingresos de sectores de poder; los militares, la CIA y el FBI, entre los más importantes.
–En 1980 Leonard Silk y Mark Silk publicaron su investigación The american establishment para enlistar los grupos que “dan forma” a la sociedad americana: la Universidad de Harvard, el The New York Times, el The Washington Post, la Fundación Ford, el Brookings Institution, el Consejo de Relaciones Exteriores y los partidos políticos.
–Y quien pudo resumir en un concepto el modelo de los EE. UU. fue el sociólogo francés Raymond Aron en 1973 con su investigación La república imperial a partir del estudio sobre el papel de dominación, control y hegemonía de la política exterior desde su papel clave en la segunda guerra mundial contra la amenaza nazi y luego contra el imperio comunista soviético. La fuerza nuclear posicionó a los EE. UU. como el eje rector del capitalismo mundial contra el comunismo soviético y a partir del poder político imperial, del señorío del dólar y del armamento nuclear quedaron los EE. UU. como la única potencia global.
En este sentido, las elecciones presidenciales en los EE. UU. desde su fundación y la presidencia de George Washington han servido para refrendar el papel imperial de los EE. UU. y sus intereses por encima de las relaciones internacionales, de las soberanías inexistentes y de las economías locales. Por eso los presidentes más imperialistas fueron los demócratas Kennedy, Carter (a su pesar), Clinton y Obama y, por ello, resultaron peor que los republicanos.
Biden, por tanto, no sería el presidente de la democracia del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, sino el jefe del imperio estadunidense que Obama y Trump (reeligiéndose o perdiendo), en sus contradicciones, lograron fortalecer.
EE. UU. a horas de las elecciones presidenciales. Biden se desmoronó y Obama tuvo que tomar su lugar como candidato informal a la presidencia.
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