Miguel Ángel Gómez
Al regresar a casa después del cotidiano paseo hay unas palabras que encuentro en un cuaderno de notas desfigurado pertenecientes a James Salter que me mantienen vivo: “Lo inquebrantable no era su esfuerzo, sino algo más profundo, su espíritu”. Emprendo la lectura de Cuentos sin retorno, de Juan Manuel Ramírez Paredes que es como si escondiera algún secreto relacionado con nuestra acción. Cuántos fantasmas impetuosos preguntándose si somos unos buenos corredores. Sin duda, la ficción es el punto de partida de estas páginas, que quieren hacerse oír a ráfagas atravesando los árboles.
El viaje, qué interesante. Y la memoria de la infancia. Es lo que da origen a muchas de las líneas de este libro de relatos. Algunos, con un hilillo de voz, rozan el surrealismo como carta de triunfo. Ya al comienzo nos sorprende “El cubo”, donde en medio de un pozo alguien se hunde evitando derramar lágrimas: “¿Alguien me escucha? ¿Alguien puede verme? Percibo la fría piedra alrededor, la humedad bajo mi estructura (…) ¿Alguien me escucha? ¿Alguien puede verme? Huesos de hierro y piel de madera, barco a la deriva sumergiéndose lentamente”. La literatura es una canción de Lennon que nos permite alcanzar un grado de tranquilidad. El escarabajo trata de hacer trabajos, se mueve y se desespera. “You may say I’m a dreamer / but I’m not the only one”.
Decía Paul Auster que el escritor no elige la profesión como el que se hace médico o policía. No se trata de escoger como de ser escogido, y una vez que se asimila sin flaquear que no se vale para otra cosa, hay que estar preparado para flotar a la deriva con el menor esfuerzo. Ha puesto todo su empeño Juan Manuel Ramírez Paredes en traer, fascinado, la silueta de cadáveres hospitalarios. Hay dos tipos de libros: uno, el que es capaz de sorprendernos vuelto hacia dentro y otro, el que mira hacia afuera teniendo cien palabras o mil. Oscar Wilde, Aldous Huxley, Whitman se convierten en protagonistas. No está de vuelta de todo nuestro autor sino que despeja las dudas de escritor como una tormenta repentina y feroz. Sabe que no quiere que le llegue la hibernación literaria, desea escribir libros siendo un lector activo. H. G. Welles regresa con aventuras de vida o muerte. Sale a cenar con nosotros y juega al bridge. Por la mañana no despierta. Hay una guardia con una estructura oxidada detrás de la biblioteca donde cualquiera sabe quién es y qué se trae entre manos. “Tras días jugando al escondite, encontró la mejor guardia posible. Detrás del sillón de la biblioteca (…) Anna solo debía contener la respiración si escuchaba que alguno de los contendientes venía a buscarla. El juego estaba ganado. La Segunda Guerra Mundial había finalizado tiempo atrás y la casa continuaba deshabitada”. Casas por las que nos dejamos envolver. Casas fuertes como montañas.
Las reflexiones de Ramírez Paredes, ciertamente maduras, se acompañan de ilustraciones de José Antonio Hermosa. Toda ilustración es arte sobre algo, arte en sí. En el prólogo, de Alonso Guerrero, se nos indica: “¿Cuentos? Quizá ni siquiera eso: microrrelatos, reflexiones con una cabeza mordedora que sale de una madriguera, iluminaciones en las que un lector medianamente ambicioso no solo se reconocerá a sí mismo, sino reconocerá el camino trillado”. Gana el autor en los relatos menos breves como “El árbol” donde se cita a Lope de Vega: “Pues en el alma, espuma, fuego, cuerpo, aliento, / monstruo es de fuego, tierra, mar y viento”. Las referencias metapoéticas abundan en este libro razonador.
Ahora que tengo que atravesar otros puentes lejos de los ninguneos, adulaciones, ascensos y descensos, tras tantas idas y venidas de la vida, tras artículos lejanos que crecieron solo amparados por mi mirada y la de los míos, me paro a leer relatos. Estos puentes nuevos son de acero y vamos a la intemperie como la luna. Son tiempos de querer ser un Walcott insólito. Hay noches en que uno ya no cae de la cama ni tiene pesadillas, puede estudiar el mapa entusiasmado y convenir reunirse con un amor para siempre. El plan saldrá bien.
Escritor español.
Publicado originalmente en elimparcial.es