Cuando un político pierde la sensibilidad ante el dolor ajeno está acabado. López Obrador no merece ser presidente ante su indiferencia ante el dolor. Está muerto.
México está sembrado de muertes, pero en el país no hay responsables.
Los muertos pueden ser víctimas de la violencia: ejecuciones, masacres, feminicidios, accidentes como el ocurrido en la Línea 12 del Metro o simplemente formar parte de las estadísticas mortíferas de la pandemia por la negligencia o los errores de la estrategia sanitaria en materia de salud pública.
No, aquí no ha pasado nada.
López Obrador:
“Voy a tomar un descanso, son días muy especiales, el 1 y 2 (de noviembre) son parte de nuestras tradiciones, tenemos que pensar en nuestros difuntos”.
No hay nada peor que la resignación. La resignación es la renuncia a la dignidad.
“Nuestros difuntos son nuestras tradiciones”, dice con desparpajo el tabasqueño cuyas palabras provocan asco y náuseas porque ante nuestra indiferencia le han sobrado escrúpulos y es capaz de hablar con cinismo sin siquiera sentir el menor cargo de conciencia.
La culpa no es de AMLO. La culpa la tenemos todos quienes hemos permanecido indiferentes ante tantas muertes que han enlutado al país en los últimos años. La culpa es nuestra por permitir la impunidad de un gobierno y un presidente ajenos a la justicia.
Gobiernos van gobiernos vienen, cadáveres más cadáveres menos, Obrador provoca el asombro pues no le ha faltado ingenio para culpar a los demás. Él reencarna la “virtud” en función de sus mil máscaras. El presidente de un gobierno que dio lugar a una compleja red de crímenes y complicidades ante la pasividad del entorno que le permitió alcanzar el poder y cuyos excesos son más que evidentes.
Pocas voces se han escuchado como la de Yesenia Zamudio –la madre de María de Jesús Jaimes Zamudio, víctima de feminicidio– una madre coraje que representa todas esas mujeres víctima de la violencia que con su voz nos ha dado una lección de entereza. Un NO a la resignación.
En el trascurso del gobierno de Obrador suman más de 91 mil el número de muertos por violencia.
Violaciones y feminicidios van en aumento.
La indiferencia ante el dolor ajeno es un agravio.
Medio millón de muertos por el Covid, que ya no están aquí y a los que todavía se les niega su existencia. Las cifras oficiales solo admiten 285 mil, pero los números no corresponden a la realidad.
“Aplanar la curva” fue una expresión vulgar al subestimar la magnitud de la pandemia. Lo mismo ocurre con la violencia que enluta al país.
Hacen falta más madres como la de María de Jesús Jaimes Zamudio que dignifiquen a las mujeres.
No se puede ser tan ruin para lanzar expresiones canallas como las proferidas por Obrador. “El neoliberalismo alentó el feminismo, el ecologismo y los derechos humanos”.
La perversidad de Obrador es infinita.
La culpa no es de él. La culpa es nuestra por permitir que se imponga la resignación.
Hacen falta más madres (y padres) coraje como la de María de Jesús Jaimes Zamudio.
Gracias Yesenia Zamudio por tu lección de entereza.