Un fenómeno que se ha venido desarrollando en los últimos años, tiene que ver con la violencia verbal y física entre miembros de partidos políticos, militantes, usuarios de redes sociales e, incluso, con personas en las calles por motivos políticos. Se trata de algo que se ha intensificado en el actual sexenio en el que no hay adversarios o militantes de otros partidos, sólo enemigos a los que hay que exterminar.
Tendencia preocupante
Para muchos, es una tendencia preocupante: La violencia es una manera de resolver los problemas que se nos presentan, sean incidentes de tránsito, diferencias de opiniones o, incluso, competencias electorales.
Que en la vida cotidiana suceda, ya da mucho para pensar y actuar, pero que esto haya influido en nuestra clase política eleva el problema pues los integrantes de la misma desperdician el tiempo en agredirse y no en alcanzar acuerdos o buscar soluciones para los problemas que enfrentamos como país.
En el Congreso, hemos sido testigos de la manera en que algunos legisladores se refieren a sus compañeros de cámara, incluso —como se vio recientemente— con golpes por cualquier pretexto.
GOLPES EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS
En una de las sesiones de la Cámara de Diputados de México, en donde se encontraban analizando la Miscelánea Fiscal 2022, legisladores se agarraron a golpes. pic.twitter.com/2EjkX3HPm8
— Línea Caliente Noticias (@linea_caliente_) October 21, 2021
También hemos sido testigos de la manera en que los argumentos son sustituidos por insultos, sin importar el tema que se aborde, todo con tal de defender una postura política o a un correligionario metido en problemas y que no tiene más defensa que la agresión.
Ella es María de los Ángeles Huerta, diputada de Morena.
Llamó “pinche vieja” a la Senadora Kenia López Rabadán.
Ese es el nivel de los que nos gobiernan: resentidos hasta el tuétano y empoderados hasta el cielo.
— LuisCardenasMX (@LuisCardenasMx) July 30, 2021
Cabe recordar, como una lamentable estadística, que el pasado proceso electoral fue el segundo más violento del que se tenga memoria. De acuerdo a Francisco Rivas, director de Observatorio Ciudadano, “No se puede decir que (el crimen organizado) ya votó, pero evidentemente ya puso sobre la mesa algún tipo de acciones, algún tipo de ejercicio, insisto, no sólo el crimen organizado, en muchas ocasiones cuando se voltea a ver los delitos electorales encontramos que hay grupos específicos de interés que están involucrados, que quisieron entrar en la contienda para poner sobre la mesas sus propios deseos e intereses, entonces no es nada más la delincuencia organizada, pero el ejercicio de la violencia va a tener un respaldo que ya vimos tiene como resultado a ciudadanos que no van a ir a votar por miedo, autoridades que una vez que sean electas van a manejar de una determinada manera para no pelearse con el narco”.
La consultora Etellekt dio a conocer en el contexto de las elecciones del pasado junio, que “el proceso electoral federal concurrente de 2021 es ya el segundo más violento desde el año 2000. El número de políticos y aspirantes asesinados es 29.5% superior a las 61 víctimas mortales del ciclo electoral intermedio de 2015; mientras que las agresiones globales (homicidios dolosos, amenazas, privaciones ilegales de la libertad, robos, intimidaciones y otros delitos), registradas hasta el 30 de abril de 2021, superan en 64% las cifras de violencia que se habían presentado hasta el mismo corte del periodo electoral 2017-2018, el más violento de la historia”.
El uso de la violencia como recurso para solucionar cualquier problema o para dirimir cualquier conflicto –desde un incidente de tránsito hasta una diferencia de opiniones— es algo cotidiano en nuestra sociedad.
No por otro tema, muchos jóvenes aspiran a formar parte de las filas del crimen organizado, en el cual militan muchos de quienes utilizan la violencia como herramienta de trabajo.
Por esto, es preocupante que el presidente también recurra a la violencia verbal para referirse a sus adversarios, algo que es secundado por sus seguidores.
Contra el enemigo
Una consideración que alienta este tipo de conductas tiene que ver con el hecho de acusar a todo el pasado inmediato de todo lo malo que tenemos como país y que, en consecuencia, se busque destruir todo lo hecho anteriormente, no arreglarlo, mejorarlo, limpiarlo de vicios, sino destruirlo sin que esté listo un reemplazo.
Y eso incluye a la negociación, la búsqueda del acuerdo, algo que pasó a convertirse en peligroso y que se debe evitar a toda costa. Así como el neoliberalismo pasó a ser el origen de todo mal, ahora negociar, dialogar o, simplemente, platicar con los enemigos se está convirtiendo en un tema tabú.
Y es que hay que ver la manera en que se tratan de imponer, sin negociación o sin escuchar otros puntos de vista, desde iniciativas de ley hasta programas públicos, sin importar fallas en el diseño, errores en la implementación o diagnósticos equivocados.
Parece que de lo que se trata es de ganar la batalla ideológica y no de encontrar las soluciones que requiere el país, algo que –a la larga– nos va a costar más como nación y vamos a seguir teniendo los problemas de los que nos hemos venido quejando desde hace décadas.
Así, la batalla que ha matado la negociación y el diálogo no dará los resultados que necesitamos y sí un espectáculo lamentable en donde los insultos y calificativos reemplazan a los argumentos.