Quizás hoy sea el día de Claudia Sheinbaum. Todo dependerá del estado de ánimo de Obrador. El discurso del tabasqueño tendrá muchas interpretaciones, además de las grandilocuencias de su gobierno.
Lo cierto es que hace unos días el presidente Obrador le dio una patada en el trasero al senador Ricardo Monreal. El tabasqueño le puso un hasta aquí a las aspiraciones presidenciales del zacatecano. No obstante que Obrador ha tratado a Monreal “con el látigo de su desprecio”, el líder de Morena en el Senado se ha convertido en un bufón que se deshace en alabanzas hacia la figura de Obrador. Vendrán tiempos de rupturas y traiciones hacia el interior de Morena. Mientras tanto Monreal juega al papel del lambiscón para atraer las simpatías del presidente. En un balance sobre los tres años del gobierno de la “cuarta transformación”, Monreal escribió ayer en Milenio: “… han sido los hechos y no las palabras los que alejan al actual gobierno de cualquier atisbo de demagogia o la dictadura de la cual advertían quienes se oponen al cambio de régimen”.
Cuando se muera Monreal estará escrito el siguiente epitafio en su tumba: “Aquí yace un lambiscón que vivió como un canalla”.
El “cambio” prometido, es el retroceso que está matando al país.
Ya sabemos que los legisladores de Morena actúan como lacayos del Ejecutivo. Los diputados y los senadores se comportan como sus sirvientes. Todos fuimos testigos del denigrante espectáculo que protagonizaron durante la aprobación del presupuesto que coincidió con el onomástico del presidente a quien rindieron pleitesía desde la más alta tribuna del país con pancartas de “putas”, “brujas” y “aborteras” y los escupitajos y patanerías que “distinguen” a Noroña.
Monreal y Noroña son la síntesis de lo que representa y significa Morena. Los dos viven en un mundo de cínicos. Noroña se ha referido a Obrador con el calificativo de “pendejo” y al mismo tiempo ha sido capaz de adular y llorar por el tabasqueño al que considera “un lujo” de presidente.
Noroña, él que se autoproclama como el “sucesor ideal” de Obrador, cuyo mayor mérito es ser un vulgar lamesuelas.
Con este tipo de personajes Obrador se comprometió a “cambiar” al país.
Ya sabemos que Morena es el drenaje de la política y que el gobierno de la “cuarta transformación” es una inmundicia de corrupción.
El triunfalismo presidencial reina sobre un país sembrado de cadáveres como resultado de la ineptitud y corrupción del gobierno.
Quizás ahora no nos damos cuenta del legado que dejará Obrador a su paso por la presidencia, pero una generación de mexicanos crecerán marcados por las secuelas mortíferas de la pandemia y la violencia.
Cientos de miles de niños y jóvenes a los que el destino ya los alcanzó. Miles de niños de niños condenados a la muerte por falta de medicinas y atención médica y la suspensión y desaparición de programas sociales vinculados a la salud.
Los diputados y senadores de Morena son cómplices de la política criminal del gobierno obradorista.
Ahora mismo expertos del Comité contra las Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas visitan por primera vez a nuestro país donde nada se sabe de 94 mil 426 desaparecidos de acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas.
A esa espeluznante cifra se suman las más de 100 mil muertes violentas registradas desde el día que tomó posesión Obrador como presidente como reflejo de su política de abrazos y no balazos.
De acuerdo al Inegi nunca en los últimos años se habían rebasado las cifras de 31 mil muertes violentas al año. De acuerdo al Inegi en 2019 se alcanzó la cifra de 34 mil 689. En 2020 se contabilizaron 34 mil 558. Al mes de septiembre, en 2021 ya iban 25 mil 392 muertes violentas.
Pero las cifras más mortíferas provienen de la pandemia, con cifras cercanas a los 285 mil fallecidos. Buena parte de las víctimas mortales son consecuencia de la estrategia mal diseñada por el gobierno cuya responsabilidad recae en el presidente Obrador, quien ha sido el primero en romper con la disciplina de prevención sobre esta mortífera enfermedad.
El Congreso –donde predomina la mayoría de legisladores de Morena– jamás ha planteado una rendición de cuentas al presidente ni a los responsables de las tareas de salud.
Los hijos, las familias que han resentido las consecuencias de las desapariciones forzadas, las muertes violentas y la pandemia, como otros millones de mexicanos inmersos en la pobreza como parte del deterioro que sufre el país, no tienen un futuro.
En el corazón del país, frente a esta cruel realidad el presidente Obrador habla sin escrúpulos de falsos triunfalismos ante una muchedumbre de cínicos congregados que piensan con el estómago y miran con desnudez su destino.
Nada peor nos puede pasar como país cuando incurrimos en la resignación.
La resignación –decía Julio Anguita– es una droga más dañina que la cocaína, la heroína y la morfina.
Cuando nuestra capacidad de indignación se convierte en resignación todos somos cómplices porque destruimos nuestro país.
No nos queda más que manifestar nuestra indignación. ¡Basta!