Muy sencillo: La autora de la novela “Las Edades de Lulú” es Almudena Grandes quien nació en el barrio de Chamartín, Madrid, en 1960. Fue licenciada en Historia y Geografía y en 1989 consiguió el XI Premio “La Sonrisa Vertical” con esa su primera obra, con la que irrumpe en la moral española todavía con rezagos franquistas pero ya dispuesta a girar hacia los ámbitos de la libertad…
Lulú es una jovencita de quince años, carente de afecto y que de pronto siente atracción por Pablo, un profesor de universidad, amigo de su hermano. Con él tiene su primera experiencia sexual y, por años, alimenta fantasías sobre aquel hombre que acaba por aceptar como permanente el juego amoroso de ella.
‘Viven en un mundo de experimentación, fantasía y acuerdos privados hasta que Lulú se ve traicionada, cuando su pareja la involucra en una situación donde termina teniendo sexo con su propio hermano, el cual siempre fantaseo con ella. Lulú, ya mujer de treinta años, decide buscar nuevas experiencias fuera de ese entorno seguro, lo que la involucrará en relaciones diversas de sexo de pareja, tríos, personas transexuales, orgías, prostitución’.
La obra contiene una introspección al alma humana, un recorrido por la voluntad callada y la voluntad expuesta. Una locura de contención que termina en una libertad sin límites, sin prejuicios morales ni didácticos.
“Las edades de Lulú” fue un éxito inmediato
Pero Almudena Grandes sabía que si bien “Las edades de Lulú” fue un éxito inmediato, de enorme lectura, también entendió que no se podía quedar anclada en su primera gran obra y en la notoriedad adquirida con ella. No se sentó a disfrutar de la aureola de autora iconoclasta y sí se puso a trabajar en lo que sería siempre su vida, su pasión, su locura...: Escribir.
Fue una niña muy dispuesta a la lectura y a la escritura desde muy pequeña. Uno de los primeros libros que le regalaron en familia fue la “Odisea”, que terminó por ser uno de sus grandes referentes literarios.
La carrera que marcó su obra literaria
Siendo joven y a punto de decidir su carrera universitaria sentía inclinación por el estudio del latín; sin embargo su madre la impulsó a hacer una carrera “propia de las señoritas de la época” e ingresó a estudiar Historia y Geografía en la Universidad Complutense. Si no era tanto su vocación, al final fue una carrera que marcó su obra literaria.
Fue una mujer comprometida con sus ideas políticas; siempre de izquierda. Juiciosa y decidida a buscar el lado justo del hecho público. ¿Por qué se hizo de izquierda? Contestó: ‘Por la lectura’. ‘Leer me hizo ser de izquierda’. Y lo cumplía, participó y apoyó al partido Izquierda Unida de España.
Así que a su calidad literaria se habría de sumar su origen como historiadora, su definición política, y su búsqueda de la verdad del pasado para establecer conexiones con el presente en tono de creación y arte. Porque su obra es eso: Un recorrido por los cambios que vivió España luego de 1975 a la muerte de Franco, pero también es una revisión de aquellos días franquistas y su impacto en la vida subsecuente.
En 2007 publicó “El corazón helado”. Con una prosa literaria impecable se detiene a revisar y explicar la vida de aquellos exiliados republicanos y ‘sus posteriores generaciones de inadaptados’. Se perdió –dijo- una buena parte de los españoles del siglo XX.
Era su preocupación y ocupa parte de la obra en reflexionar sobre el fracaso, sobre los perdedores que merecen un lugar en la historia española. El mundo de los ganadores está cubierto por la historia oficial; no así la de quienes fueron perseguidos o aniquilados por la inquina del ganador.
A partir de 2010 ocupó parte de su tiempo en rescatar los “Episodios de una guerra interminable” en la que se proponía revisar el pasado y la memoria de quienes ganaron la guerra, pero sobre todo de quienes fueron los grandes perdedores; y, lo dicho, entre los grandes perdedores están los españoles del exilio. A fin de cuentas el exilio fue un fracaso para la fracción comunista y la republicana de la Guerra Civil Española.
Con los “Episodios…” quiso lograr un mural histórico, al estilo de Benito Pérez Galdós con el XIX, que permitiera ‘retratar lo micro y lo macro, la atmósfera de una España cuarteada por una guerra y las historias reales que habían sido ocultadas’. Galdós había escrito los “Episodios nacionales” en una colección de cuarenta y seis novelas históricas (de 1805 a 1880) redactadas entre 1872 y 1912.
El primer título “Inés y la Alegría” escribe sobre la tentativa de los comunistas exiliados en Francia, que invadieron el Valle de Arán en el Pirineo de Lérida en octubre de 1944: fracasaron. En “Los pacientes del doctor García” descubre la red montada por Clara Stauffer en Madrid para refugiar a nazis; al fin y al cabo la dictadura franquista comulgaba con Hitler. No reproches; sí hechos.
En “La madre de Frankenstein” narra la historia de Aurora Rodríguez Carballeira, una mujer que en el siglo XX español ‘tiroteó a su hija Hildegart Rodríguez Carballeira para no perder control sobre ella después de haberla moldeado durante años para convertirla en un modelo de mujer ideal.’ Aurora acabaría internada en el manicomio.
Almudena era una escritora rigurosa y apasionada
Almudena era una escritora rigurosa y apasionada. Y una intelectual con calidad de humanista. Su vocación estaba en entender al ser humano en sus interrogantes, en sus aspiraciones, en sus fracasos… en el amor y el desamor. Las pérdidas y ganancias de la relación efímera.
Era una escritora de alturas insospechadas, rigurosa porque sabía el peso de la palabra y el dato exacto. Nada moralista. Nada consejera. Si escritora de murales sociales y éticos en donde todos tienen cabida y todos tiene razón de ser de forma orquestada. Su formación como historiadora la hizo comprometida con la búsqueda de los hechos, para luego darles sentido y conectarlos con la imaginación y creación literaria.
En su obra cargada de momentos luminosos reflexiona sobre las intimidades más corrosivas del ser humano. Sus novelas fueron recibidas con entusiasmo, a veces más otras menos, pero nunca pasaron desapercibidas: “Te llamaré Viernes” (1991), “Malena es un nombre de tango” (1994), “Modelos de mujer” –que es una recopilación de textos–; “Atlas de geografía humana” (1998), “Los aires difíciles” (2002); “Castillos de cartón” (2004) y tantas más de indispensable lectura. Fue conferencista; escribió ensayo y una enorme cantidad de artículos periodísticos. Y multipremiada.
Hace apenas unas semanas publicó en el diario español El País:
“He tenido que escribir algunos artículos muy complicados a lo largo de mi vida. Ninguno como este.
“Todo empezó hace poco más de un año. Revisión rutinaria, tumor maligno, buen pronóstico y a pelear…
“El cáncer, que es una enfermedad como otra cualquiera, desde luego un aprendizaje, pero nunca una maldición, ni una vergüenza, ni un castigo, me ha acompañado desde entonces.
“Mis lectores y lectoras, que me conocen bien, saben que son muy importantes para mí. Siempre que me preguntan por ellos respondo lo mismo, que son mi libertad, porque gracias a su apoyo puedo escribir los libros que quiero escribir yo, y no los que los demás esperan que escriba. También saben que la escritura es mi vida, y nunca lo ha sido tanto, ni tan intensamente como ahora.”
“Y seguiré estando aquí, escribiendo un artículo en esta misma página cada dos semanas, y en la contraportada del diario todos los lunes. Ese espacio, sagrado para mí, porque me permite mantener el contacto con mis lectores en cualquier circunstancia, nos permitirá encontrarnos, saber de nosotros, permanecer juntos.”
Almudena Grandes, cargada de fervor humano, de ternura, de amor y de locura murió en su casa de Madrid el 27 de noviembre de 2021. Tenía 61 años.
“Intenté simular un sueño profundo pero mis labios se fueron curvando poco a poco en una sonrisa que volvía a ser inocente. Él acercó su cabeza a la mía y me habló en un susurro: Abre los ojos, Lulú, sé que no estás dormida…”