En la coyuntura de la caída de Donald Trump y del ascenso del demócrata Joseph Biden y su larga cauda de expertos en seguridad nacional debiera de ser una de las variables geopolíticas para contextualizar el escenario político de Iberoamérica. En este contexto, el apoyo del gobierno español de PSOE-Podemos a la dictadura venezolana de Nicolás Maduro se ha convertido en un factor de inestabilidad en el continente.
El papel de España y de la Unión Europea en Iberoamérica debiera más propositivo y menos ideológico. El desmoronamiento de Maduro, del gobierno de Venezuela y de la economía venezolana y el empobrecimiento a niveles de hambre de millones de personas en ese país ha estado exigiendo enfoques geopolíticos de madurez y de integralidad.
Si bien los intereses en el exterior de la Casa Blanca no deben determinar comportamientos soberanos de otros enfoques geopolíticos, la crisis en varios países de la región iberoamericana por problemas económicos y migraciones masivas hacia los EE. UU. han estado exigiendo menos ideología y mayor enfoque diplomático. Nada gana España apoyando a un Maduro condenado al desmoronamiento y a un modelo político en estado de putrefacción. Las recientes elecciones venezolanas exhibieron el repudio social al orden autoritario de Maduro y sólo dieron a luz a un parlamento ilegítimo.
En varios países latinoamericanos que tienen preocupaciones geopolíticas –Chile, México y Brasil– existen percepciones de duda sobre el apoyo del gobierno PSOE-Podemos de España a la dictadura de Maduro. Nada ha ocurrido en los últimos cuatro años porque el modelo aislacionista de Trump sólo abandonó a Venezuela a su propia suerte y le dio el apoyo político al gobierno inestable y sin bases reales de Juan Guaidó. Pero en lugar de una estrategia europea de apoyo a la crisis general y parciales de Iberoamérica, España decidió una diplomacia populista de apoyo a Maduro.
El papel de Venezuela en la región iberoamericana tenía cuando menos una intención de integración regional en los planes de Hugo Chávez, aunque la ideologización del proyecto limitó sus alcances. Nicolás Maduro se hizo cargo de la herencia de Chávez, pero ha llevado a Venezuela a uno de los peores colapsos económicos, sociales y políticos en la región. Sin dinero, sin petróleo y con una economía colapsada, Venezuela carece de solución mientras Maduro siga al frente del poder y del gobierno.
El enfoque de diplomacia activa de seguridad nacional de Biden parece decidido a tomar las riendas del escenario internacional. Y la agenda iberoamericana de la Casa Blanca se ha desplazado de Cuba a Venezuela, aunque al perecer sólo por el factor de inestabilidad social y económica del país que por cualquier preocupación geopolítica. El intento del PSOE-Podemos de construir una Internacional Populista con gobiernos de corte popular en la región carece de destino por la falta de un liderazgo regional, por la fragilidad de los populismos locales y por la dependencia de la economía estadunidense.
Los esfuerzos del expresidente español psoeista José Luis Rodríguez Zapatero por apuntalar a Maduro con una representatividad informal pero real del gobierno de España no han merecido hasta ahora ninguna alianza regional. Los gobiernos populistas en Iberoamérica padecen de la misma falta de liderazgo regional. A pesar de sus inestabilidades y demagogias, Chávez cuando menos explotó una alianza de mercados regionales, aunque fracasó por la ausencia de una estrategia real de comercio exterior. Chávez consolidó su fuerza a través de petróleo barato o regalado a las economías dependientes del área.
El gobierno de Maduro no ha tenido el enfoque geopolítico de Chávez, su liderazgo es menor y no reconocido y la crisis de su gobierno ha contaminado a vecinos y al sur del continente. El gobierno de Brasil es conservador, el de Argentina anda con cuidado sin exponerse a los radicalismos de la expresidenta y ahora vicepresidenta Cristina Fernández, Cuba se sigue hundiendo en su incapacidad para modernizarse por la necedad del castrismo sin Fidel, Nicaragua sandinista es una dictadura peor que la del Somoza derrocado por la guerrilla también sandinista, Bolivia ha regresado con muchos cuidados al populismo tradicionalista sin Evo Morales y Ecuador se resiste a regresarle el poder a un Rafael Correa acusado de corrupción.
En este sentido Venezuela no representa nada geopolítico o ideológico para Iberoamérica. La región iberoamericana requiere de alianzas estratégicas con Europa más allá de las necedades populistas irracionales. La estrategia del gobierno español del PSOE-Podemos nada podrá obtener de la Venezuela de Maduro, salvo conflictos con la estrategia de seguridad nacional regional que está preparando el gobierno de Biden. Para la comunidad de los servicios de inteligencia y seguridad nacional de Washington existen intereses estadunidenses en Iberoamérica que Obama y Trump descuidaron.
En este sentido, España no tiene fuerza geopolítica como para establecer una cabeza de playa populista en Venezuela. El apoyo del gobierno español vía Zapatero parece inexplicable: sostener y repuntar a la Venezuela de Maduro exigirá costos geopolíticos y económicos que España no tiene y no hay explicaciones racionales como para entender que España del PSOE-Podemos quisiera una confrontación de seguridad nacional con los EE. UU. de Biden.
El papel de apoyo del gobierno PSOE-Podemos a Maduro revela la ausencia de un enfoque estratégico de la Moncloa sobre la región iberoamericana donde España tiene muchos intereses y económicos comerciales por encima de Maduro.
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