Lo que se sabe hasta hoy acerca de tales, despierta bostezos. Y los despierta porque estas alianzas redundan estólidas en lo mismo, en no haber entendido 2018. Al no hacerlo, las premisas, los supuestos y las conjeturas de sus resultados tiran a equívoco y lo hacen por la muy sencilla razón de que los opositores a Morena parten de no renovarse. Y eso importa porque de no hacerlo, no son opción. Ni se renuevan en discurso ni en propuestas y, peor aún, ni en sus dirigentes. Chango viejo no aprende nuevos trucos. Es el caso.
Los principales partidos políticos opositores –PRI, PAN, PRD (de este seamos optimistas) – anuncian aliarse para derrotar a Morena. Es atrabancada su postura por varias razones que mejor decirlas ahora que en junio de 2021.
Ya México ha pagado muy caro la no renovación necesaria y pospuesta de partidos tales como el PRI. Cuando se le echó a punta de votos en 2000, usó su posición opositora y sus doce años lejos del erario federal solo para no renovarse. Regresó en 2012 al desfalco y peinando más canas. Nada más. Es que renovarse es morir en su caso. Perder su quintaesencia desfalcadora. La gente se hartó de eso y el PRI perdió la enorme oportunidad de convencer y reivindicarse en el sexenio pasado. Se le echó y a lo que representa. Se pretende con estas alianzas que ese modelo regrese a plenitud. Partidos no renovados cuyos gobiernos dejaron tanto qué desear. Por eso se sostiene que no entendió 2018 ni sus nuevos aliados. Y el regreso se proyecta reforzado y en alianzas, pero no renovado. Sea pues.
Y aseguran los defensores e impulsores de tales alianzas que regresarán estos partidos que las integran derrotando de calle a Morena solo por ser Morena , sin valorar que ellos también serán cuestionados. Regresarán ¿sin renovarse? ¿en serio? Permiten plantar la duda y dejarla sobre la mesa cuestionando sus pretensiones.
En tanto el INE nos avisa qué hará para tener unas elecciones federales en plena pandemia hacia junio 2021 sin exponernos, los opositores parten de premisas muy cuestionables para crear alianzas; de esas de juntar agua y aceite –el PAN no aprendió de 2018 aliándose con el PRD– pero así les va y eso ofrecen. O lo que es lo mismo, algo muy poco atractivo, sin visión de futuro, sino solo de atender las elecciones inmediatas y finalmente, mostrar una cosa deshilachada que no entusiasma a priori, justo por carecer de proyecto. Es que la alianza piensa en 2021 sin ver más allá. ¡Ahhh! sí, también piensa en 2024, que para el caso es lo mismo. La inmediatez como permanente motor sin proyecto de futuro y mucha bilis para aderezarla. Y se dicen mejores…. Y sabemos su actuar de siempre porque gobernaron en alternancia hasta 2018.
Encima al PAN se le acuata México Libre amagándolo y poniendo condiciones. Lo solicitado al blanquiazul parece decir: quiten a Marko Cortés. No es mala idea, sin embargo por otra parte, tanta desfachatez de pedirle condiciones al PAN implica mejor no haberlo abandonado. Unos recién llegados, después de todo. ¿El panismo que se marchó a México Libre, trabajando de nuevo con el PAN pero ahora en la cómoda postura de hacerlo sin prerrogativa alguna como partido? pues sí que les convino el negocio, dicho con sarcasmo. Siendo así no puede concordarse con la premisa que asegura que es que el PAN es la oposición que México necesita. No con este PAN, acaso mejor un nuevo partido de centro, más incluyente y menos trasnochado, sí sería mejor que el PAN.
Parten de suponer que la gente votará lo que sea con tal de que no sea Morena. Se equivocan tanto morenistas como sus opositores, creyéndose ganadores desde antes. La gente valorará la calidad de lo ofrecido: nombres, propuestas y acciones en pro del votante de un lado y del otro. Dar por sentado que se votará solo por ir contra Morena es no haber aprendido nada del elector mexicano. Otra vez a minimizarlo. Del conocedor y del que no lo es. De manera que cabría serenarse un poco y no apresurar juicios desde los contendientes.
Otra premisa equivocada es suponer una gran derrota de Morena si disminuye su presencia en la cámara de Diputados federal. El error consiste en suponer que eso significaría en si mismo su gran derrota. No lo es, porque conserva el Senado y la Presidencia. Es altamente probable que disminuirá su presencia y hay razones: no hay López Obrador de acicate y no hay necesariamente el tirón de un gran desempeño desde el gobierno federal. Luego falta ver quienes busquen reelegirse de los 500 diputados y cuántos realmente logren hacerlo y sus partidos los dejen, que la búsqueda de reelección debe pasar por su anuencia; que de nuevo se toparán con los ciudadanos, con los electores, para más señas. No es solo que les pongas enfrente una alianza tripartita. Que ellos valoren si quieren votar un Beltrones cualquiera otra vez, a cambio de Morena. Visto así, la derrota de Morena no parece tan asegurada.
Y qué decir de la desmemoria que cunde cuando se olvida que en las intermedias de 1997, 2003 y 2009, 2015 el partido gobernante de turno perdió las elecciones. En un caso refrendó el triunfo presidencial siguiente –cuestionado en 2006– y en los otros tres (2000, 2012 y 2018) en efecto, las intermedias anticipaban su derrota presidencial y así sucedió. 2024 nos deja mitad y mitad de duda visto desde 2020.
Como los principales partidos no parecen comprender que la ola democrática va y viene y debe sorprenderlos preparados con propuestas, ni Morena se cree que tal ola va y viene, entonces podemos esperarnos más carnaval que seriedad en el tema. Y desde luego, como gane Morena, menudo palo han de llevarse. Si la oposición ganara la de Diputados federal en 2021, tampoco hará demasiado. Falta ver tras de la polvareda, qué nos deja en los estados y cuáles tendrán mayoría en los congresos estatales. Y eso es otro pleito. Mientras tanto, bostezos a los burdos esfuerzos opositores que saben a frivolidad y ocurrencia, no a propuesta y apuesta certera.