Sobre la amnesia conspiranoica

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Carlos Díaz

Buscar lo ideal no puede ser un télos, sino un méson; más allá del ideal está el ideal, decía Malatesta, a pesar de su mala cabeza. Pretender ser perfecto musculando es lisa y llanamente una indecencia, una hipocresía. Perfección significa, pues, esfuerzo de arrieros que nos encontramos en el camino, no en torno a lo adýnaton ya conseguido; la perfección es potentia, no acto. Lo conseguido en acto no es una estación terminal; la vida es faciendum y no un factum: no se puede amasar. Lo mejor de lo fáctico es lo contrafáctico que late en ello, la vida es contra factum, algo que hay que superar contra los hechos. Sin embargo, quien renuncia a la perfección está invadido ya por la metástasis de la muerte, y del mismo modo renunciar a la imperfección para no jamás mermar carece de asiento y de albergue en esta existencia, es un ser extraterritorial, un animal hiperbóreo. Ha llamado a la muerte para no morir, mal negocio.

Paradójicamente, perfeccionarse es la perfección de la imperfección. En ninguna estructura finita cabe la perfección absoluta, todo tiene fecha de caducidad, excepto entre los entes ideales-irreales de fuera de la Tierra que puedan darse. Afortunadamente, lo perfecto nace de lo imperfecto y rinde homenaje a lo perfecto posible al buscarlo. Lo perfecto es lo imposible, lo real lo posible, pero lo perfecto rinde homenaje a lo imperfecto en cuantas cosas son humanas. Dicho de otro modo: lo imperfecto está, lo real es. La dificultad de manejar bien la diferencia entre ser estar es algo que imposibilita el buen dominio de la gramática española, y los lingüísticamente extranjeros luchan siempre por saber dar al ser lo que es del ser, y al estar lo que es del estar. Homenaje a su lucha. Sin embargo, vestirse con el ropaje de lo ideal sería presumir más de la cuenta, como corresponde a toda esa ganadería embecerrada por sus esquilones, sus toisones de oro y sus cruces gamadas, esos pechos de los militarotes de opereta cuyo medallero estalla porque no cabe ya ni un alfiler. Alimentar demasiado al ser sin dejar probar bocado al estar es meterse en la Insula Barataria de Sancho; montar sobre el rocín flaco y luchar adarga en ristre caballerosamente (a caballo) contra los gigantes es seguir a Don Quijote sin Fronteras. Los de infantería hacen lo que pueden, suben como las ladillas, pobre infantería, la de los infantes aún no caballeros.

Pero bajemos. Los responsables de comunicación de PSOE, Unidas Podemos, ERC, PNV, Junts, EH Bildu, BNG, CUP, Más País-Equo- Compromís, Nueva Canarias y PDeCAT en el Congreso acaban de pedir a la Cámara que “tome medidas contra algunos periodistas que al parecer les someten a careos ideológicos durante las ruedas de prensa. Temen que se les haga las preguntas más reales y pertinentes, las que hacen relación a la vida que llevan. Esas preguntas les parecen no pertenecientes al juego de la información, simplemente indeseables. Instalados en la nube, en la casta, ¡pobre del Sócrates que les moleste! “Pero cómo, ¿preguntarme usted a mí, periodistilla, cómo se atreve?”

Los ayer sansculottes sin empleo fijo parecen padecer hoy un ataque de amnesia conspiranoica desde que se han subido a la grupa de las SS (Sus Señorías). ¡Hay que restablecer la ley mordaza contra el periodista lenguaraz! El uso artero de los periodistas les parece un escrache intolerable a los del casoplón. Si pudieran, en nombre de lo real mandarían cerrar del Parlamento, no vaya a ser que sea peor. Para lograr el “buen funcionamiento”, la libertad de información no necesita puertas abiertas, sino lugares por donde no pueda entrar un camello (un camello más, se entiende). ¡Qué falta de respeto la de algunos medios de comunicación acreditados en la sala de prensa! “Consideramos intolerables las faltas de respeto que se han producido hacia el personal de algunos grupos parlamentarios que rompen el clima de cordialidad y decoro entre periodistas, políticos y personal de los grupos parlamentarios, pues ello desvirtúa las ruedas de prensa y genera un clima de tensión que dificulta el trabajo del resto de periodistas que realizan su labor con profesionalidad; lo que deberían ser comparecencias de actualidad parlamentaria se están convirtiendo en careos ideológicos”. Esto brama la Cámara Frigorífica contra el calor de las comparecencias fuertes.

Unidos podemos (luego Unidas podemos para justificar la indefinición del género), que se lanzó a la calle para impedir el ingreso democrático de Vox en el Parlamento, desprecia su voz. La izquierdita es la razón en la historia hegeliana, y no hay más que hablar. He aquí el bufo paradigma del poder: postula la democracia contra la dictadura, y prohíbe el diálogo basándose en la dignidad que le confiere la calidez de su asiento. Ellos son la Cámara Casta y piden embozalar a los impuros. Hay preguntas para ellos intolerables, las que a ellos les displacen. El politiqués heideggeriano, con su jerga de la inautenticidad, ha olvidado pronto que “el Dasein de Heidegger jamás tiene hambre”[1]. Comprendo a Cicerón: “Neque porro quisquam est qui dolorem ipsum quia dolor sit amet, consectetur, adipisci velit…”, “no hay nadie que ame el dolor mismo, que lo busque y lo quiera tener, simplemente porque es el dolor…”.

Los periodistas como yo, pobrecitos habladores, somos unos terroristas, aunque nuestro peri/odismo no pase de ser periférico, como corresponde al peri/odos del que no tiene otra voz que la voz de los sin voz.

[1] Levinas, E: Totalidad e infinito. Ed. Sígueme, Salamanca, 1977, p. 153.