Estamos peor que en la crisis de los misiles

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La tensión regional en Europa del Este y Rusia es incluso más grave que la vívida por la llamada crisis de los misiles de octubre de 1962 con Cuba como el centro de la discordia tras revelar el presidente estadounidense, John Fitzgerald Kennedy, informes de la CIA al respecto  de una instalación militar en Cuba que podría ser utilizada para el lanzamiento de misiles soviéticos.

La amenaza para Estados Unidos era directa, aquel capítulo se saldó con una alta tensión en la llamada Guerra Fría considerada como la de mayor riesgo de confrontación real entre las dos potencias nucleares del momento.

El actual desafío es todavía más peligroso porque además de los actores involucrados hay muchos otros países abiertamente posicionados y con rencores acumulados y por supuesto, mejor armados que en 1962. Varias tropas chinas e iraníes han estado haciendo maniobras militares de apoyo junto con el ejército ruso.

Si en la década de los sesenta, la Casa Blanca  fue la que puso el grito en el cielo –sintiendo su seguridad vulnerada– con Cuba a 1 mil 933 kilómetros de distancia,  ahora el Kremlin exige que Estados Unidos y el resto de los países de la OTAN respeten el  Acta Fundacional sobre las Relaciones, Cooperación y Seguridad Mutuas entre la OTAN y Rusia signada el 27 de mayo de 1997 en París.

Este documento sentó las bases para una desescalada inicial de las tensiones entre la Unión Americana y Rusia, fundamentalmente en Europa, que buscaba una consolidación tras el desmantelamiento del bloque soviético socialista (la antigua URSS se extinguió el 25 de diciembre de 1991); entonces en dicha Acta se reconoció un nuevo equilibrio de fuerzas.

“Los Estados miembros de la OTAN reiteran que no tienen ninguna intención, proyecto ni razón para desplegar armas nucleares en territorio de los nuevos miembros como tampoco ninguna necesidad de alterar el despliegue nuclear de la OTAN o su política nuclear ni tampoco prevén ninguna necesidad de hacerlo en el futuro. Esto incluye el hecho de que la OTAN no tiene ninguna intención ni necesidad para establecer depósitos nucleares en territorio de dichos  miembros”, de acuerdo con parte del texto signado en su momento por el entonces presidente ruso, Boris Yeltsin y su contraparte norteamericano, Bill Clinton y la OTAN representada por Javier Solana.

El texto era una especie de garantía para que Rusia se sintiera tranquila sobre los nuevos estados de su antigua confluencia que quisieran formar parte del Tratado del Atlántico Norte y que éstos no albergarían armas nucleares, ni bases nucleares, ni de misiles, que pusieran en riesgo la seguridad del Kremlin.

Desde la desaparición de la URSS, no solo los países del Pacto de Varsovia, sino también las formadas nuevas repúblicas han ido ingresando a la OTAN como sucedió en 1999 con Polonia, Hungría y República Checa y en 2004, con Rumanía, Eslovenia, Bulgaria, Eslovaquia, las repúblicas bálticas y Rumanía.

Pero ha sido especialmente delicado el asunto de Ucrania con su  interés e intención de ingresar a la OTAN y a la Unión Europea (UE) porque los rusos se sienten unidos a la Historia de Kiev.

Tras  la renuncia de Yeltsin (31 de diciembre de 1999), precisamente Vladímir Putin se convirtió en presidente interino y desde entonces se quedó instalado en el poder en algunos períodos alternando como primer ministro. En su idea de la política exterior, el presidente ruso reclama  a Estados Unidos y a la Alianza que se cumpla con el texto del 27 de mayo de 1997 y que Ucrania no tenga ninguna posibilidad de convertirse en miembro temiendo por su seguridad.

Entre Ucrania y Moscú hay una distancia de 1 mil 168.6 kilómetros. El mandatario Putin está convencido de que no puede haber ningún resquicio para que se instalen bases militares, ni depósitos nucleares, ni sistemas antimisiles en los países cercanos a su frontera. Y pide igualmente que la OTAN retire todo el armamento que haya instalado en varios de sus países miembros que formaron parte de la URSS.

 

A COLACIÓN

Desde la cuestionada anexión de Crimea en 2014 y de Osetia en 2008, tras invadir Georgia, bajo el pretexto de proteger los intereses rusos en Osetia y Abjasia, la guerra en la frontera con Ucrania deja más de 14 mil muertos con un conflicto permanentemente abierto.

La filtración de la CIA, de un movimiento de tropas rusas hacia Ucrania, con la intención de invadir al país mantiene una caliente nueva Guerra Fría 2.0  en punto álgido desde diciembre pasado con la amenaza de desbordar los nervios.

Y desde entonces, nos mantenemos en vilo, en la medida que  los rusos mandan su pliego petitorio de nuevas condiciones de seguridad regional a los norteamericanos y los teléfonos suenan a todas horas,  con varios mandatarios implicados  en la confrontación  y otros, intentando, un diálogo directo.

Esta semana entra en acción la ONU, a través de su Consejo de Seguridad, convocado por Washington. El tiempo corre y el mundo tampoco se detiene… la paz es una delgada línea roja.

@claudialunapale