La prensa como bloque de poder, una desviación de la democracia

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La crisis en las relaciones del poder ejecutivo con Loret de Mola pone en la mesa de debate cuando menos cinco importantes temas que tienen que ver con el derecho social a la libertad de prensa:

1.- La estructura de propiedad privada de los medios en la definición de políticas editoriales de confrontaciones con el gobierno.

2.- El trasfondo de la disputa por las partidas presupuestales publicitarias del Estado para los empresarios del periodismo.

3.- La identificación de intereses detrás de la crítica.

4.- La responsabilidad del Estado y las instituciones para definir el marco de protección al derecho a la crítica.

5.- El papel de la prensa como contrapeso de los abusos de poder.

El caso de la prensa industrial estadunidense ante Donald Trump y Joseph Biden es un ejemplo para el estudio del funcionamiento de los medios: ¿son parte de la estructura opositora que beneficia a los adversarios de los titulares del poder o ejercen la crítica como un equilibrio político sin intereses particulares?

El presidente Trump tuvo que lidiar con el establishment de comunicación como lobby del aparato de poder liberal y caracterizados como mainstream media o medios de comunicación dominantes que históricamente se dedicaron a apuntalar la ideología del capitalismo estadunidense. La libertad de contenido y de opinión, por ejemplo, en el The New York times no radica en su enfoque de liberalismo democrático, sino que su funcionamiento depende de la cotización de sus acciones en la Bolsa de Nueva York. El The Washington Post de Watergate no supo lidiar con los grandes interese corporativos y se vendió al empresario Jeff Bezos, dueño nada menos que de Amazon y hoy el hombre más rico del mundo con 180 mil millones de dólares de fortuna personal.

La alternancia del modelo político y económico neoliberal PAN-PRI a Morena se encontró con los espacios dominantes de los grandes medios beneficiarios de la publicidad oficial puestos al servicio de la crítica al modelo político popular del presidente López Obrador y ahí se ha establecido una interpretación sesgada del populismo, desdeñando de manera ostentosa el señalamiento del politólogo Arnaldo Córdova en su ensayo La ideología de la Revolución Mexicana en el sentido de qué el proyecto histórico del movimiento social era, en sentido estricto, populista-popular.

El proyecto político de López Obrador ha carecido de la construcción de nuevas instancias de poder en materia de comunicación, a partir del modelo de Althusser de que los medios y la educación son aparatos ideológicos del Estado en sus variantes conservadora, centrista o revolucionaria. La política de comunicación de la 4ª-T se agotó en la centralización de las decisiones de distribución publicitaria, descuidando el territorio de la construcción de consensos y del fortalecimiento de una nueva propuesta ideológica.

A la vuelta de tres años de gobierno, las conferencias de prensa mañaneras apenas han alcanzado para ordenar el mensaje gubernamental, aunque creando un embudo que al final ha disminuido el papel dinámico de la comunicación política del gobierno en el fortalecimiento de los consensos. La apertura al periodismo de redes fue desordenada porque no anticipó la construcción de espacios libres de las interferencias e instrucciones de los dueños empresariales de los grandes medios de comunicación dominantes.

El conflicto Loret-López Obrador debe sacar al gobierno y al Estado de la confrontación personal y debería de conducir a un replanteamiento del marco jurídico de la libertad de expresión. El presidente de la república ha acertado en su señalamiento a la estructura empresarial-ideológica detrás de las denuncias de Loret, pero ha carecido de la construcción de espacios informativos alternativos con fortaleza ética para discutir los mismos asuntos con referentes de denuncia social y no de representación de intereses opositores ocultos con malicia detrás de periodismos exitosos.

Los grandes medios afectados por el estilo atrabancado de Trump se aliaron en el 2020 para apoyar sin pudor la candidatura electoral de Joseph Biden en actos políticos que nada tenían que ver con el periodismo de compromiso social. Basta revisar las páginas de los medios estadounidenses que son presentados hoy como catedrales del periodismo libre envueltos en campañas de distorsión informativa en contra de los republicanos.

El periodismo de intereses empresariales y publicitarios es una desviación del periodismo democrático.

 

Política para dummies: la política es la disputa por el poder, en tanto que el periodismo es el ejercicio de la responsabilidad social.

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