La gira del presidente López Obrador a Centroamérica y Cuba representa la fijación, de nueva cuenta, de los intereses nacionales mexicanos en una de las zonas geopolíticas que en el pasado determinaron los márgenes de soberanía, ante la decisión imperial el presidente Biden de determinar relaciones de poder en función de la sumisión al enfoque ideológico de la Casa Blanca.
Ante el reacomodo internacional provocado por la guerra de Ucrania, el presidente Biden se aferró a los principios geopolíticos de los republicanos Ronald Reagan, George Bush Jr., Donald Trump y los neoconservadores que quieren reconstruir el predominio ideológico-político-económico de Estados Unidos que había quedado al garete después del colapso de la Unión Soviética en 1989-1999.
Para los que miran con suspicacia las relaciones bilaterales, la crisis México-EE. UU. en materia de narcotráfico, migración, tratado comercial y pandemia atraviesan de manera obligatoria por la fuerza institucional de México para resistir las presiones estadounidenses que quieren convertir a México en un protectorado comercial, económico y militar.
El pensamiento conservador ha sobreexplotado los enfoques superficiales de la política exterior de México desde la crisis de 1962 por la declaración de Cuba como un país de régimen marxista-leninista. Como quedó demostrado en el estudio México y la revolución cubana de Olga Pellicer, Cuba no representa ningún ejemplo a seguir para México como régimen interno, sino que significa un punto de negociación geopolítica con Estados Unidos. El enfoque neoliberal de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox liquidó el papel de la política exterior mexicana hacia el sur como un factor de definición estratégica hacia el norte.
El presidente Biden, que ha tenido una educación de política exterior bastante elemental e imperial, tampoco entendió la lógica de los demócratas William Clinton y Barack Obama, quienes buscaron restaurar relaciones diplomáticas con La Habana. De modo natural, Biden ha preferido el entendimiento con la comunidad conservadora cubana de Miami que enfocar su realidad geopolítica con un obturador tipo Nixon cuando negoció con China para debilitar a la Unión Soviética.
La relación directa de México con los países de Centroamérica y Cuba, que forman parte de la lista negra tipo Bush Jr. y su eje del mal, aparece como un instrumento de negociación geopolítica ante el acoso de la Casa Blanca para quedarse con toda la enchilada mexicana.
En este sentido, el viaje presidencial por Centroamérica y el Caribe representa un ejercicio del nacionalismo defensivo mexicano que Salinas de Gortari había cedido para lograr la firma del Tratado, pero obligando a México a entregar su política exterior al Departamento de Estado.
La relación de México con la revolución cubana fue un punto decisivo en la consolidación de un sector de izquierda progresista del régimen priísta que evitó que México se convirtiera en una colonia estadounidense a cambio de nada. El estratega de seguridad nacional y embajador John Dimitri Negroponte apresuró en 1991 la firma del Tratado para someter a la economía mexicana a las necesidades de la economía estadounidense, para hacer irreversibles las reformas neoliberales de Salinas de Gortari y para subordinar la política exterior mexicana a los intereses estadounidenses.
La gira presidencial tiene además una importancia estratégica superior porque implica la redefinición de los intereses nacionales mexicanos en el juego geopolítico internacional ante la decisión imperial del presidente Biden de convertir a la democracia de Estados Unidos como el único régimen válido en sus relaciones con otros países. Los principios de política exterior autónoma del viaje presidencial de López Obrador reproducen el enfoque de autonomía y nacionalismo defensivo del presidente López Mateos cuando en 1962 se negó a cumplir con la orden directa de la Casa Blanca de romper relaciones diplomáticas con Cuba.
En este contexto, el viaje del presidente López Obrador coloca un dique de contención nacionalista a las exigencias imperiales de Estados Unidos para determinar el modelo de organización política que debieran tener todos los países con relaciones diplomáticas estadounidenses. Y el viaje servirá para acotar las exigencias imperiales de Biden ante la cumbre de las Américas del mes próximo en Los Angeles y crear un escenario de relaciones de respeto y no de sumisión.
Política para dummies: La política interior, en efecto, es política exterior.
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