La disputa de las reuniones de consulta, los paneles y las sanciones que está buscando el Gobierno de Estados Unidos para proteger a sus empresas que han invertido en México no tiene que ver –como lo señaló, con ingenuidad mañosa, un columnista forjado por el salinismo– con la “bonhomía de Biden”, ni con el estilo nacionalista atrabancado del presidente López Obrador.
El trasfondo de las disputas dentro del Tratado es secuela del papel que jugó el acuerdo comercial para aplastar la política nacionalista mexicana, fortalecer el proyecto neoliberal de Carlos Salinas de Gortari entregando la economía mexicana a Estados Unidos y confrontar la dialéctica nacionalismo/neoliberalismo que ha prevalecido en el fondo del régimen mexicano.
De ahí el tono de felicidad de columnistas felices con las amenazas de Biden y que advierten que “vendrán más apretones” de Estados Unidos a México, “porque la paciencia tiene límites”. Y es este tono el que ha justificado la respuesta del presidente López Obrador de ampliar el territorio de la disputa a la confrontación real de las controversias: la decisión del Estado mexicano –para bien o para mal– para asumir su destino o la subordinación geopolítica que aceptó en 1991-1993 el presidente Salinas de Gortari para norteamericanizar no solo la economía mexicana, sino la mentalidad de los mexicanos.
El pensamiento central que debe fijar México en la confrontación teceliana es el definido en abril de 1991 en el Memorándum Negroponte que envió el entonces embajador John Dimitri Negroponte al Departamento de Estado para apresurar la firma del Tratado: la dominación de México.
–“El prospecto del TLC debe ser visto en el contexto de estas tendencias reformistas que comenzaron a mitad de los años 80 y que fueron aceleradas dramáticamente por Salinas cuando tomó el poder en 1988. La propuesta de un TLC es de alguna manera la piedra que culmina y asegura estas políticas. Desde una perspectiva de política exterior, un TLC institucionalizaría la aceptación de una orientación estadounidense en las relaciones exteriores de México”.
–“El posible impacto de un voto negativo al fast track. En sus reuniones con las delegaciones congregacionales de Bradley y Pease, Salinas dejó claro su punto de vista de que un voto negativo caerá en manos de la izquierda y de los críticos de las relaciones México-EU. Y, tal vez, más que nada, dijo Salinas, representaría la pérdida de una oportunidad que tal vez no se presente de nuevo por un rato. Los mexicanos igualmente se ofenderían si se separan las votaciones de la ronda de Uruguay y del GATT y la de México. Eso sería como escupir en México, dijo Salinas.
El contexto de las consultas-paneles-sanciones que ha echado a andar el Gobierno de Estados Unidos contra México por el Tratado revive la dialéctica enfatizada por Negroponte, desde entonces una de las piezas fundamentales de la lógica estabilizadora/desestabilizadora de la diplomacia subterránea: la vinculación entre economía y política exterior.
Del mismo modo, la delegación mexicana que asista a las próximas consultas sobre presuntas violaciones del Tratado deberían llevar en su equipaje una copia del libro El desafío del interdependencia que contiene las recomendaciones de la Comisión sobre el Futuro de las Relaciones de México y Estados Unidos que se reunió en 1986-1989 para iniciar la captura de México por parte de los estrategas geopolíticos de Estados Unidos.
Del lado mexicano se destacó en esa Comisión, sobre todo, la presencia de Héctor Aguilar Camín en su condición de director de Nexos y sobre todo de aliado del proyecto neoliberal de Salinas de Gortari y en ese contexto se realizó la preparación de una nueva relación bilateral que trascendiera el conflicto histórico del siglo XIX –hoy revivido por el presidente López Obrador– de cuando Estados Unidos le robó a México la mitad del territorio en una invasión militar que se recuerda cada septiembre del año. La principal recomendación de ese informe fue muy clara: el dominio imperial de Estados Unidos; y se escribió de manera textual: “México, sin romper con su tradicional política exterior y sus intereses nacionales, debe comprender la naturaleza global del papel que desempeña Estados Unidos y las limitaciones y complicaciones que esto impone a la conducción de la política exterior norteamericana”.
De las muchas conclusiones firmadas por Aguilar Camín, se destaca una: modificar los libros de texto gratuito mexicanos para terminar con el rencor histórico por el robo del territorio y asumir lo que ahora recuerda un columnista salinista: “la bonhomía de Biden” que no es otra cosa que la dominación de México.
Política para dummies: La política es un rencor vivo.
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