Me parece increíble que la invasión rusa de Ucrania vaya camino de cumplir un año el próximo 24 de febrero y lo digo lamentando las miles de vidas rotas a causa de un conflicto bélico que muy probablemente ni deseaban, ni esperaban, ni buscaban. Una guerra es la máxima destrucción descarnizada es humo negro en el viento y carroña para los chacales. La vida no vale nada como sucede en la guerra de Putin.
La propia personalidad del sátrapa ruso ha contribuido a romper todas las líneas de diálogo, confianza y de certeza. En la UE creen –no por especulación– que las verdaderas intenciones del Kremlin pasan por recuperar no solo a Ucrania también a los países que ahora forman parte de los Balcanes y que además son miembros de la OTAN.
La situación es delicada porque se ha llegado a un punto de no retorno. El pasado 30 de septiembre fue proclamada en Moscú la adhesión ilegal de cuatro territorios ucranios a la Federación de Rusia como son: Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, el 15% del territorio ucranio.
Putin celebró por todo lo alto una fastuosa ceremonia en el imponente salón San Jorge del Gran Palacio del Kremlin, el mismo sitio donde firmó la adhesión de Crimea en 2014 y en el que por tradición el zar Nicolás I solía festinar las glorias militares de Rusia. Todo ha estado puesto en escena: la apertura de suntuosas puertas doradas de cinco metros de altura para que el dictador ruso llegase al salón repleto de invitados y enviase un mensaje de hombre fuerte, de mano dura, dispuesto a darlo todo por la Gran Patria Rusa
Como es lógico, Kiev quiere y hará todo por recuperar el territorio ocupado y anexionado que es además su salida al mar, hacia el Azov y el mar Negro, geopolíticamente estratégicos. Mientras que Zaporiyia tiene la principal central nuclear de toda Europa, mucho más grande que Chernóbil y es la tercera más relevante del mundo.
A COLACIÓN
En el conflicto bélico, Putin ha ido de fracaso en fracaso. En una acción in extremis está concediendo la nacionalidad a todos los extranjeros alistados en las filas rusas mientras aumenta la presión económica por el elevado impacto de una guerra de más de siete meses.
Cada misil detonado, cada carro de combate perdido, son miles de millones de dólares quemados para una economía que no tiene una capacidad para sostener una guerra ni de mediano, ni de largo plazo; de hecho, han empezado a comprar drones kamikaze a Irán.
La inteligencia militar estadounidense sabe las debilidades de Rusia y está jugando sus cartas aprovisionando a Ucrania con ayuda económica, militar y de inteligencia militar usando sus poderosos satélites para espiar al enemigo y apostando porque el tiempo haga mella en Putin acorralado por los patrocinadores de esta invasión y por revueltas civiles en las calles que terminen minando su poder.
Aquí en Europa, Putin da la impresión de que no sabe cómo concluir la invasión y, en consecuencia, la guerra desatada. Se le observa metido en un círculo vicioso de decisiones erróneas pero con una enorme presión a su alrededor. Su ego le impide reconocer sus errores.
La UE le sigue sancionando. Antes de la adhesión, Rusia acumulaba siete paquetes de sanciones económicas, comerciales, de inversiones, monetarias, diplomáticas, de visados, de movilidad, de cierre del espacio aéreo, de bancos rusos excluidos del sistema financiero internacional. Prácticamente se ha apretado la soga al cuello de Putin pretendiendo sentarlo a negociar y deponer las armas, sin embargo, ha sido imposible. ¿Cómo terminará la guerra? Es una incógnita.
Por lo pronto, Estados Unidos se ha propuesto dotar de más calidad a los Himars, este Sistema de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad que ha permitido al ejército ucranio no solo resistir tantos meses la invasión, también repeler y destruir misiles y fuego enemigo.
Pues bien, el Pentágono este año mejorará a contrarreloj los Himars a los que añadirá un moderno sistema de “datos tácticos” incorporando una multiplicidad de órdenes a fin de ampliar el horizonte de alcance en el que se mueve el enemigo; también optimizar el espectro de visión para ampliar el radio de movimiento y, al parecer, podrían tener un sistema encriptado para conectarse con la información satelital enviada por Estados Unidos.
En fin que esta guerra seguirá dándonos muchas preocupaciones. Hay un temor creciente porque terminen involucrándose otros países de forma, tanto directa como indirecta. Por ejemplo, Polonia apenas arrancó 2023 y Mariusz Błaszczak, ministro de Defensa y viceprimer ministro, anunció una nueva Primera División de Infantería de las Legiones que tendrá su sede en la región nororiental. Polonia, este año, comenzará a reforzar militarmente sus fronteras ante el temor de ser invadida por Rusia en alianza con Bielorrusia.
@claudialunapale