‘Plan B’ de reforma electoral, bandera contra Morena de un PRI bofo

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En el “Plan B” de la reforma electoral, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) encontró una bandera en contra de Morena y aliados, que son los partidos co-autores de la misma junto con el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Una bandera que va más allá de la mera intención de defender la Constitución Política, el Instituto Nacional Electoral (INE) y la democracia. Que si bien puede ser un argumento real por parte del longevo partido político, parece el guion de un partido bofo porque no tiene qué ofrecer a la ciudadanía rumbo a la sucesión presidencial de 2024.

Una bandera como carambola de doble banda para impactar también en el ánimo de los electores del Estado de México y de Coahuila, entidades con elección de gubernatura este año y que el PRI busca retener; junto con Durango son las tres entidades donde gobierna después de haber sido el partido hegemónico en el país.

Vaya, no hace mucho, antes del 2018 el PRI todavía detentaba la Presidencia de la República y gobernaba poquito más de una decena de entidades federativas. El partido ya estaba mal, pero se vino a pique en el sexenio presidencial de Enrique Peña Nieto, y el dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas (“Alito”) terminó de hundir al tricolor.

En fin. “Alito”; la secretaria general del Comité Nacional del PRI, Carolina Viggiano, y el diputado federal Rubén Moreira, ya presentaron acción de inconstitucional en contra del “Plan B” de la reforma electoral con mucho estruendo mediático así como para que se note que son los ‘salvadores’ de la Carta Magna, del INE y de la democracia.

“Plan B”, “Plan B”, “Plan B”. Pero no es todo, porque solo han entrado en vigor algunas disposiciones; falta el paquete que la Cámara de Diputados regresó al Senado, donde aún es incierta su suerte. No tarda mucho en saberse; los legisladores tienen hasta fines de mayo.

Por eso, porque aún no se avala del todo el “Plan B”, en el mismo comunicado del PRI se precisa que “la acción de inconstitucionalidad que se presentó impugna la primera parte” de dicho plan “en lo que se refiere a la Ley General de Comunicación Social”. O sea, ni siquiera ha sido avalada la parte relativa a la estructura del INE.

Pero hay que hacer ruido porque la defensa del INE, de la Constitución y de la democracia genera rédito electoral. Pero eso el “Plan B” es una muy buena bandera para el PRI, para el PAN, para el PRD y hasta para Movimiento Ciudadano (MC), en contra de Morena.

Y ni con esa bandera el PRI podrá convencer en lo inmediato a la ciudadanía de representar la mejor opción para la sucesión presidencial, solo o en coalición. Porque a la actual dirigencia priista no se le ve la menor intención de cambio, empezando por la renovación del Comité Ejecutivo Nacional y órganos colegiados internos.

Si bien Morena se enfrentará al desgaste natural del ejercicio de gobierno, al costo de los errores, también es cierto que la ciudadanía tampoco quiere el gobierno priista de élite.

Para empezar a demostrar que no es un partido bofo, de entrada el Revolucionario Institucional tendría que ofertarse como un partido renovado. Pero si “Alito” y séquito se quedan en la dirigencia nacional hasta después de las elecciones concurrentes del 2024, será obvio entonces que solo van por unas cuántas posiciones (para cuadros políticos de su círculo) y por el umbral mínimo de votos para conservar el registro.

DESCONFIANZA 

El PRI, el PAN y el PRD vía sus dirigentes ya ‘amarraron’ la coalición “Va por México” hasta el 2024. Y es un decir, porque de aquí al momento de las definiciones y cumplimiento de formalidades puede ocurrir lo inesperado que deshaga el pacto aliancista.

Por ejemplo, que el PRI le juegue otra mala pasada al PAN y al PRD en cuanto a los acuerdos legislativos como ocurrió respecto a la duración de la permanencia en las calles de la Guardia Nacional.

Por eso el dirigente nacional panista, Marko Cortés, llamó a sus ‘aliados’ a “asumir sus compromisos” de la coalición legislativa para ir juntos en la elección de los consejeros del INE “sin sorpresas”.

Vaya desconfianza. Y si entre aliados desconfían, imagínense el electorado.

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