El deshuesadero

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Se cumple irremediablemente con el ciclo, el rito y las costumbres. El presidente empieza, en serio, a sentir el abandono. Si pico de mando y poder declinan. Viene lo otro, no necesariamente lo nuevo. Las piezas obligadamente se empiezan a acomodar y ya cada quien va vigilando, cuidando y preparando su futuro mediato. No importa qué hicieron o qué les faltó por hacer, simplemente se van. Avientan (renuncian) el cargo y desfilan cuál prostíbulo político para colocarse donde mejor se vendan (o los quieran o los usen).

Se llega a los últimos largos meses del mandato del presidente en turno y cada día vale para dos cosas: las nostalgias y las traiciones. Aquellos que le besaban las manos dejaran de hacerlo y el cuadro se vuelve patético cuando la sociedad y los partidos empiezan a pedir cuentas y los resultados no son los que se esperaban.

Con el actual personaje la historia será distinta porque no quedará como el gran reformador, el magnánimo mesías o el caudillo patriota solo comparable a Juárez, pero tampoco dejará un gobierno ejemplo de eficiencia, lejos de la corrupción y con una nación sana, pujante, unida y con proyecto. El sexenio fracasó y sobrevivió culpando a otros, pero la estela de pobreza, corrupción y asesinatos es impresionante.

El presidente intentará convencerse primero y luego a los demás que fue buen proveedor de bienes. Buscará la forma de lucirse al final para ganarse aplausos, la mayoría de compromiso los otros de lástima.

En estos días se reunirá con su gabinete legal y ampliado para saber con qué cascajo cerrará la administración dentro del deshuesadero político. Ya no tendrá a los cercanos e incondicionales, a ellos les permitirá buscar cargos públicos para prolongar su estadía en la nómina y la impunidad grotesca de siempre.

Pero la soledad de Palacio pega y fuerte. No fue para el presidente inútil el buscar una cena privada para pedir, exigir, a unos cuantos, lealtad una forma sutil de solicitar cobijo luego del final. Varias veces AMLO ha prometido dejar la política, pero no lo hará, es extremadamente ambicioso y controlador. Su presidencia lo tiene molesto porque la mayoría de las promesas para llegar no las cumplió, se le fue el tiempo en arrebatos, indultos, acusaciones, imposiciones y pifias.

Dijo que limpiaría la casa, pero se llevó a lo que el antes calificaba como “la mafia en el poder” y lejos de atribuirles responsabilidades por el osado que tanto le estorba, los premió, los sostuvo, los defendió y los colgó de su imagen.

Sin duda ha sido un grande entre los grandes dentro del manejo del discurso, pero equivocó el camino, si ese talento y energía la hubiera empleado para tejer una red social y política de altas miras, el cuento sería distinto. Las numerosas renuncias que ha recibido en su gestión han sido por inconformidad y las nuevas porque le dan la espalda para que sobrevivan otros. Su familia será la más perseguida en las últimas décadas y ninguno de los que hoy le abandonan negarán las manos, ni al caso ni por seguridad ni por tiempo.

En estas semanas tratará de recomponer su gabinete sin pedir resultados porque dice que todos lo han hecho muy bien. Las estadísticas, los datos y números contrarios son para él, y como siempre, campañas sucias y demoníacas.

Pero aún quedan semanas para ir llenando facturas, por el momento a hacer la lista difícil: quienes quedan y quienes quieren porque a partir de casi ya el que mandará, sostendrá la agenda y llenará los espacios será el candidato, el presidente se dedicará entonces a la imaginaria, a la fantasía de que fue el mejor.

Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv a canal 34.2, izzi 135 y mexiquense radio.

@cramospadilla