En la más reciente crisis bélica, entre Israel y los palestinos de la Franja de Gaza, que también empieza a extenderse a Cisjordania, un cruce de reproches entre Antonio Guterres y la diplomacia hebrea ha dejado sin visado a todos los funcionarios de la ONU que quieran viajar a Israel. Incluso desde Tel Aviv exigen públicamente la renuncia de Guterres.
En una reunión de urgencia, en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, convocada para reunir a los quince miembros del Consejo de Seguridad, el tono discordante en la sala de plenos volvió a empantanar la búsqueda de consensos en torno a la repuesta bélica llevada a cabo por Israel, tras los lamentables actos terroristas cometidos por Hamás y la Yihad Palestina, en varias partes de Israel.
Desde el atril, Guterres defendió que hasta las guerras tienen sus propias normas y condenó el feroz castigo colectivo impuesto por el gobierno israelí contra la población palestina de la Franja de Gaza a la que ha dejado desde hace más de dos semanas sin agua, sin luz, sin gas, sin combustible y sin víveres. “Son más de dos millones de personas encerradas sin ninguna posibilidad más que recibir ayuda humanitaria internacional”.
A sus 78 años de existencia, la ONU necesita modernizarse y reactualizarse a un mundo con necesidades cambiantes y múltiples amenazas. Ya no solo de un Estado contra otro Estado, sino también ante la creciente presencia de actores no estatales, pero con una enorme capacidad para infligir un fuerte daño en vidas humanas. La diplomacia israelí ha pedido la dimisión inmediata de Guterres.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) nació con una vocación pacifista el 24 de octubre de 1945 como resultado de un gran esfuerzo multilateral por evitar que los demonios de la ambición terminasen dinamitando la paz mundial y convirtiendo al globo terráqueo en pasto de la devastación con guerras de todo tipo de calibre.
Su finalidad mediadora entre los conflictos se ha visto socavada con el paso de los años, si bien empezó con mucho ímpetu, tras la devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial, más pronto que tarde se enfrentó con múltiples desavenencias –sobre todo fronterizas– que han terminado en nuevas guerras.
La gente ha seguido matándose por todo tipo de razones: religiosas, culturales, étnicas, por cuestiones de minorías, por pretextos limítrofes; y por apoderarse de los recursos naturales del otro, esgrimiendo tácticas defensivas o por equilibrio geopolítico.
La ONU siempre ha estado constantemente a prueba: “En sus primeros diez años de vida ya había tenido terribles pruebas con los siguientes conflictos: la guerra de Vietnam de 1945 a 1946; la guerra civil griega de 1946 a 1949; la guerra de Indochina de 1946 a 1954; la segunda guerra civil de Paraguay de 1947; la rebelión malgache de 1947 a 1948; la primera guerra de Palestina de 1947 a 1949; la guerra indo-paquistaní de 1947; la guerra árabe-israelí de 1948; la guerra civil de Costa Rica del mismo año; el bloqueo de Berlín en 1948; la violencia en Colombia de 1948 a 1953 y la guerra de Corea de 1950 a 1953”.
Demasiadas pruebas de fuego sobre todo con la guerra indo-paquistaní, con la de Corea que terminó con un país escindido en dos; y luego vendría la guerra de Vietnam de 1955 a 1975. Fue tan solo el aviso de que el mundo seguiría siendo guerrero, voraz y trepidante y que sostener la paz, a veces, depende tan solo de la voluntad de un gobernante.
La década de los sesenta estuvo plagada de conflictos bélicos en África, con matanzas lamentables y en Oriente Medio acontecería la Guerra de los Seis Días que involucró a Israel, Egipto, Siria, Jordania e Irak.
A COLACIÓN
Ha sido un discurrir del tiempo lleno de violencia bélica, de atrocidades, de invasiones, de genocidios, de magnicidios, de pisotear una y otra vez a una paz letraherida convertida en el objetivo número uno de supremacistas y mesiánicos.
A 1956, la ONU llegó con la idea bien plantada de desarrollar una Fuerza de Emergencia, una unidad militar que coloquialmente se conoce como los cascos azules. Básicamente es una brigada conformada por fuerzas especiales de diversas partes del mundo, actualmente supera los 40 mil cascos azules.
No tiene una función bélica, más bien la protección de la población civil, que es la más perjudicada cuando hay una guerra; también actúa ante catástrofes humanitarias o bien puede inclusive servir de garante en unas elecciones para evitar un baño de sangre. Tiene muchas funciones.
La ONU debe tener capacidad para frenar un conflicto, los cascos azules deben ser una fuerza militar de paz capaz de terminar una guerra. No es funcional el Consejo de Seguridad tal y como está concebido con ese mecanismo de los vetos, ni tener unos casos azules, que brillan por su ausencia en la invasión de las tropas rusas a Ucrania y en la actual guerra de Israel contra la Franja de Gaza.
El organismo cuya dura misión es sostener la paz global gime agonizante desde hace varios años porque las grandes potencias no lo respetan, no valoran la concordia, por encima de sus ambiciones estratégicas.
@claudialunapale