La configuración de las listas de candidatos a diputados federales y la demagogia de las plataformas electorales han fijado ya el escenario de la restauración del modelo político-partidista-legislativo que operó en México de 1958 a 1982: partidos sin aspiraciones a disputar el poder y sólo como comparsas de la participación minoritaria en las mieles presupuestales del poder.
Morena repone el viejo PRI populista-burocrático, el PRI ha pasado a ser el PARM como sobreviviente de un grupo de políticos amparados en su papel simbólico de la Revolución Mexicana que nunca fue; el PRD asume, en su fase de neoliberalizacion, el papel del PPS marxista-leninista… y priísta en coaliciones con los candidatos presidenciales priistas derechistas y el PAN de hoy es el PAN de oposición leal de antes en modo existencialista en donde la existencia sobresale sobre la esencia,
Este viejo modelo político reciclado por Morena es el que explica las razones y sinrazones de los partidos para escriturar diputaciones a sus propias oligarquías dominantes y rematar otras en figuras del espectáculo que carecen de sentido de Estado, que no tienen experiencia de poder y que sólo garantizan votos que cotizan en participaciones presupuestales del INE para gasto partidistas.
El engaño partidista para sacar a los ciudadanos a votar radica en la construcción de un bloque opositor para frenar las reformas lopezobradoristas a las reformas peñistas que a su vez corrigieron las reformas calderonistas y éstas ajustaron las reformas salinistas y así sucesivamente hacia atrás. Pero el problema de la próxima legislatura no se localiza en frenar reformas, sino en carecer de propuestas alternativas que no signifiquen sólo la sobrevivencia de las engañosas reformas peñistas que profundizaron el neoliberalismo salinista.
Las listas de candidatos a diputados de todos los partidos ofrecen un doble universo: ceder diputaciones distritales que se van a ganar a golpe de campañas territoriales en los 300 distritos electorales y por ello contratar a figuras del espectáculo que den imágenes y que ahorren gasto de campaña y administrar las plurinominales para las figuras reales del poder de decisión.
Las plurinominales, sin embargo, fueron creadas para beneficiar a las minorías, pasando de los diputados de partido –diputados por porcentajes de votos, no por distritos– para partidos minoritarios. Este sistema no regalaba posiciones porque los partidos tenían que hacer campaña territorial distrital.
Pero las plurinominales fueron apropiadas por las oligarquías de los partidos para poner ahí a figuras incapaces de hacer campaña y ganar votos directos y para impulsar a personajes que llegarían a los órganos de control legislativo en las comisiones,
El sistema de competencia legislativo está llegando al modelo consumista de política de figurines que potenció en Italia Silvio Berlusconi cuando el sistema político de partidos italiano había reventado del asesinato de Aldo Moro en 1976 a la disolución del Partido Comunista Italiano en 1991. Los partidos perdieron la lucha ideológica en 1989, la izquierda se consumió en sus contradicciones y la derecha se quedó con todo el pastel.
Los partidos dominantes actuales en México son los mismos del pasado, con sus mismas dirigencias, y los nuevos surgen del seno de los mismos partidos y por lo tanto nacen con los mismos defectos. El poder sigue centralizado en el poder ejecutivo y el legislativo ha regresado a su espacio de subordinación. Por eso la actual oposición reproduce las limitaciones de sus ancestros y es incapaz de darle vitalidad democrática al poder por excelencia que desde la representación real de la soberanía popular vigila y equilibra a los otros poderes.
En este escenario hay que leer de manera política la lista de candidatos a diputados federales de todos los partidos: el legislativo no será contrapeso, no puede serlo, no quiere serlo y los próximos diputados garantizarán que seguirán siendo un poder sumiso al ejecutivo.
En este sentido, la crisis del legislativo comienza en los partidos. Mientras estas organizaciones sigan siendo propiedad de sus oligarquías y carezcan de mecanismos de educación política interna, los partidos serán la garantía de una democracia coja que seguirá enmoheciendo las posibilidades de una democracia con funcionalidad y calidad.
Política para dummies: La política se da en la sociedad, no en los partidos.
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