Tenemos una nueva legislatura que contabilizado su numeral desde la Cámara de Diputados federal, muestra características destacables entre quienes desde hace décadas estudiamos al Legislativo y remarcamos porqué su trascendencia amerita verla, aprovechando para desmitificar paradigmas y falsos debates o postureos de moda.
Y es que llega con un cargamento de temas: paridad de género, ningún partido tiene la mayoría absoluta (justo como pasaba también en la anterior) y adelanta que las negociaciones serán arduas si es que se quiere sacar adelante leyes (las propias y las ajenas de cada partido) y eso será sano para la democracia; y mientras la rondan la idea recurrente de eliminar plurinominales y desde luego, como una medida, esa, que no resuelve temas torales como la representatividad o la eficacia del legislativo.
Pues bien, el resultado de las elecciones de 6 de junio –que ya sabemos no dejó arrasar a ninguna fuerza política como canturreaban sus adeptos– no fue una buena noticia para la oposición a Morena y es lo que hay. Es más, de los 449 diputados de 500 de la legislatura anterior que se afirma que expresaron su intención de reelegirse, solo 213 buscaron hacerlo y al final repiten apenas 142. No es poco, pero tampoco es abrumadora tal cifra y es la primera vez que acuden reelegidos en casi 90 años, pero igual así de pocos (142/500) desmienten los agoreros pronósticos de los días en que se aprobó la reelección. Ni es la restauración del Porfiriato ni todos se reeligieron ni los electores fueron seducidos para reelegir sin más. Eso es positivo. Que se queda quien se la gane. Así de sencillo y los analistas que incluyan más a los electores en sus sesudas exposiciones. Los ciudadanos están atentos y premian o castigan. Que no lo olviden tanto legisladores como analistas.
Hay que limar más el tema. Eso de que se vayan de campaña sin renunciar al cargo o sin licenciarse y apartarse o eso de que hasta los plurinominales que tantas veces llegan de a muertito, se reelijan sin más, es que no tiene sentido. Tendría entonces que repetir la Cámara al completo como estaba para respetar los porcentajes y oportunidades que derivaron de tales. No fue el caso. La legislación debería primar la reelección de nominales o distritales y los de representación proporcional. Represaremos a los plurinominales más adelante, cotos de poder intocables como idea.
Es importante destacar que falta ver, así como con la paridad de género, si esos reelegidos implican calidad y no cantidad. Y se ha señalado que por mucho que las mujeres sean la mitad de la Cámara baja, cosa meritoria, no por ello presiden los puestos clave en ella ni mucho menos. Una suerte de simulación que hay que seguir trabajado para eliminarla.
Después está el hecho de que la Junta de Coordinación Política (JUCOPO) se la queda el PRI, pero la conducción de la Cámara baja no muestra rostros renovados desde el priismo, sobre todo, que se jacta de haber logrado posicionarse. No son tan astutos, aunque Alito asegure que no sirven a nadie ni les da ordenes el presidente de la República –extrañan sus palabras en un partido tradicionalmente servil al presidente– y cuando pesa el rumor de conseguir alianzas entre el PRI y Morena para apuntalar el proyecto de López, acaso calculando que obtendrán algo los priistas, acaso hasta la Presidencia de la República de ser posible en 2024, pero todo ello desmiente a Alito. Y hay más: quedarse este año la JUCOPO como primer año de la legislatura para no presidirla el último, le ahorra al PRI la foto de riesgos cercanos a Morena. No ocurre ese distanciamiento de foto porque repítase la tontería de que Morena es el PRI, sino porque una alianza sostenida con miras a 2024 les evita lastre. ¡Ojo! lastre, no que les importe la cercanía con Morena al tercer año, uno que es mucho más impredecible de lo que suponemos, es decir el bienio 2023-24. ¿Listos los priistas? Tampoco es para tanto. Y si hubiera alianza en el Congreso entre ambos partidos, que ni se rasgue las vestiduras el PAN, pues sería una alianza tan deplorable como la que el PAN ungió apoyando Va por México. No valdrán solo sus alianzas y no las de los demás.
En cuanto a los plurinominales, existe de largo aliento de un debate burdo. Pongamos orden en las ideas hasta ahora planteadas para proponer eliminarlos. Es mala idea tenerlos porque su representatividad ciudadana es nula. Partidaria sí muy bien, pero son un magnífico ejemplo del divorcio entre ciudadanía y partidos a la hora de la verdad. Cuotas de poder, sí, representatividad de los electores, no. Eso son. Existen porque el PRI robándose las elecciones se alzaban con carro, casi completo o con todo, como también sucedía en décadas atrás. Era la forma artificial de darle representación a los opositores. Pero a fuer de empujar al PRI a ceder y sus propios errores que le redujeron simpatías en las urnas, más ciudadanos activos más la creación del IFE-INE; todo ello fue menguando su utilidad y pervirtieron a fin de cuentas la representación legislativa ciudadana, si es que realmente alguna vez la hubo.
Muchos pluris son simples logreros. Otros, los operadores políticos que posiblemente no pasarían el ácido de las urnas. Lo sabemos bien. Sí, gran merito es ser operadores políticos pero de nuevo, los ciudadanos de a pie también tienen su propia opinión y la han hecho valer en varias ocasiones ya dejándolos fuera de cargos de elección popular.
Entendido todo esto tan sencillo es mala idea eliminarlos, porque es no ver a futuro. La inacabable cortedad de miras de Peña Nieto y su idea clara de perpetuar al PRI –no contaron los priistas con lo lerdo del sujeto y su pésimo desgobierno que lo desacreditó para perpetuar al PRI– pidiendo como candidato eliminar pluris pensando que el PRI arrebataría, así como la permanente propuesta de eliminarlos desde distintas trincheras arguyendo su evidente e innegable inutilidad pagada por los contribuyentes y electores, solo evita abordar lo importante: la representatividad efectiva. Acaso redistritar el país en 400 secciones en vez de 300, eliminándolos, acercaría al legislador a los ciudadanos. Lo vigente es excesivo, eso sí, pero el pluri será necesario en tanto las condiciones sean adversas para una paridad partidaria y haya todavía dados cargados –incluidos poderes fácticos propriistas– desaconseja desparecerlos. Son un mal necesario. López Obrador como Peña, comete el error de pensar que Morena siempre prevalecerá y eso es descartable. Que de prevalecer, ganará los más de distritos electorales. Es improbable pero eso mismo piensan desde el PAN o el PRI para sí o el que fuera, olvidando que la democracia es un vaivén.
Por ultimo, el 6 de junio adelanta el resultado de asistir a la posible parálisis legislativa. No se ve en los actores políticos la capacidad ni la voluntad de acuerdo. Sí, es que vemos en ellos a una sociedad crispada pero igual a unos legisladores de mentalidad irresponsable, sobre todo los opositores a Morena, dispuestos a defender los privilegios que los caracterizan y eso lo saben perfectamente bien, todos. Se toparán con Morena.
Los opositores se ufanan de que Morena no podrá modificar más la Constitución por sí mismos, desestiman alianzas y olvidan que ellos tampoco conseguirán revertir nada porque aun sus votos –en el entendido que ningún legislador falte a la sesión de votación– no alcanzan en la de Diputados y se toparán con el Senado morenista y eso también vale como freno y se vale en democracia. No solo sus fichas opositoras a Morena son las que cuentan como alardean los opositores. Van muy equivocados. Valen todas las fichas y cada cual las hará valer. Su valor y peso es multidireccional.