El modelo neoliberal del presidente Carlos Salinas de Gortari en la negociación del Tratado de Comercio Libre en 1990-1993 llevó implícita la decisión de Estado de someter-subordinar a México a los intereses estratégicos de la Casa Blanca, lo cual fue celebrado y reconocido por el entonces embajador estadounidense y estratega de inteligencia John Dimitri Negroponte en un memorándum al Departamento de Estado que publicó la revista Proceso: el Tratado terminaría de desactivar el potencial nacionalista mexicano.
En efecto, la política exterior nacionalista se fue desinflando por el entreguismo del presidente Ernesto Zedillo a la administración Clinton, el panismo timorato de Fox, la Iniciativa Mérida de Calderón y la fragilidad timorata de Peña Nieto. El Tratado consolidó el papel sumiso de México a la estrategia de seguridad y geopolítica de Washington.
López Obrador pudo lograr una autonomía relativa mínima con un Trump aislacionista y desdeñoso de México, pero con mayor margen de maniobra en la administración relajada, torpe y tibia de Joseph Biden-Kamala Harris, sobre todo porque el mexicano pudo convencer a las élites gobernantes estadounidenses que cualquier crisis mexicana se convertiría e inmigración desordenada hacia Estados Unidos, además de que el tabasqueño exageró su carácter desdeñoso ante un Biden en proceso de demencia senil.
De todos modos, a mediados de 2019 el presidente López Obrador tuvo que postrarse ante la amenaza de Trump de imponer aranceles especiales si México no detenía el flujo de caravanas de personas que atravesaban México para tratar de ingresar a Estados Unidos. Ahí se vio la debilidad real de la estrategia mexicana y Palacio Nacional ordenó frenar las caravanas. En la parte final de su campaña como candidato para la reelección presidencial de este año, Trump volvió a anunciar el regreso de las amenazas arancelarias ahora para obligar al gobierno mexicano a frenar la producción y tráfico de drogas a Estados Unidos y para desarticular a los cárteles del crimen organizado.
La fuerza de los principios de política exterior mexicana se basaba en la retórica histórica y constitucional, pero requirió de energía presidencial no solo para eludir frases amenazantes sino para garantizar la preeminencia de los intereses nacionales en la diplomacia mexicana, frente al abusiva presión del imperio para que México y su vecindad de 3,000 km se subordine a los intereses nacionales estadounidenses.
Trump arribará a la Casa Blanca con un proyecto político de fortalecimiento de la hegemonía estadounidense y por razones de vecindad será México su prioridad. Los temas los puso en la mesa Trump en la fase final de su campaña: migración en modo de contención del flujo y deportación masiva para recuperar el control poblacional, narcotráfico solo para disminuir el flujo de fentanilo y tomar el control de la comercialización interna y también para desarticular los cárteles en EU, el comercio regresará a la reconstrucción de la planta productiva americana y solo aceptará el mercado mexicano de consumo y no de competencia productiva y Trump promoverá una gran alianza conservadora con la derecha-ultraderecha mexicana.
Si el Gobierno de la presidenta Sheinbaum ajusta su política exterior a las necesidades de Trump en materia migratoria, de narcotráfico y de mercados de consumo, en los hechos de habría pocos espacios de entendimiento porque la estrategia del próximo presidente estadounidense no es reconstruir el viejo imperio de dominación de zonas geopolíticas y naciones sino que se basará en el fortalecimiento interno del poderío americano. El pensamiento estratégico de Trump no es geopolítico sino nacionalista.
El principal tema real de fricción entre los dos países estará en la urgencia de entrarle de lleno a lo que sería el principal conflicto entre las dos naciones: la pérdida de control de México y Estados Unidos de la línea fronteriza, una zona que se ha convertido en tierra de nadie y que en la actualidad la dominan los cárteles del narco y las bandas de traficantes de personas, con las evidencias muy concretas de que el contrabando de drogas y de migrantes crece solo por el alto grado de corrupción de las autoridades fronterizas de las dos naciones. El crimen organizado en ambos lados de la línea fronteriza ha creado un espacio de alto riesgo de seguridad nacional para Estados Unidos y de corresponsabilidad mexicana en esa parte de ambos países donde las autoridades institucionales son inexistentes.
Trump ya enseñó sus cartas autoritarias, invasivas, amenazantes y violentas, en tanto que la presidenta Sheinbaum parece que jugará a las escondidillas y abordará de manera aislada tema por tema.
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Política para dummies: la política exterior, en efecto, es política interior en estado puro.
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@carlosramirezh