Proyecto tecnocrático de CSP no se ajusta al populismo de AMLO

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CIUDAD DE MÉXICO, 15SEPTIEMBRE2024.- Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, y Claudia Sheinbaum, Pres identa Electa de México, Diario Oficial de la Federación, firmaron el decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de reforma del Poder Judicial, en Palacio Nacional. FOTO: PRESIDENCIA/CUARTOSCURO.COM

Luego de un baño de pueblo en el Zócalo capitalino el domingo, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo presentó ayer lunes de manera formal el Plan México 2030. Estrategia nacional de industrialización y prosperidad compartida que pudiera entenderse como el gran proyecto de reorganización del modelo de desarrollo nacional. Y si se agrega el anuncio de hace unos días del Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030 que se presentará formalmente en mayo, entonces se tendría el panorama de nuevo sexenio en modo de rompecabezas sin armar.

En términos esquemáticos se puede establecer el escenario transexenal: el modelo populista de subsidios improductivos de López Obrador como herencia a Sheinbaum contra el modelo tecnocrático de industrialización de la presidenta Sheinbaum que plantea la reestructuración productiva de México.

Es decir, el Estado populista contra el Estado tecnocrático, aunque con el lastre populista que planteó el Plan Nacional de Desarrollo de Sheinbaum como copia del de López Obrador. El Plan México 2030 tiene dos carencias:  la falta de un acuerdo político-productivo con la empresa nacional y la escasez de recursos presupuestales del Estado para financiar la reconversión industrial que requieren las nuevas metas.

La participación mexicana en el producto final de las exportaciones –que fue uno de los estímulos del Tratado de Comercio Libre– ha bajado por la falta de inducciones públicas a la empresa privada, por la politización de la educación pública en términos ideológicos ajustados al modelo antineoliberal de la sección XXII de la CNTE de Oaxaca, por una política tecnológica de nacionalismo municipal por el rezago en educación especializada y sobre todo la decisión del Estado lopezobradorista vigente en el arranque del Gobierno de Sheinbaum de desdeñar a la empresa privada.

El propio Plan México establece como meta capacidades públicas que hoy son incapacidades evidentes: el regateo de energía eléctrica por el regreso del Estado en las dominancia de ese sector, meta de 13,600 millones de dólares que no se tienen pero que ya se asumen en ideales nuevas centrales eléctricas, escasez de agua por la falta de una política hídrica coherente y de largo plazo, destrucción prácticamente de las vías del transporte de pasajeros y de carga y sobre todo el descuido lopezobradorista en la formación de profesionales y técnicos –150,000 es la meta– porque las escuelas públicas no tienen programas para el desarrollo de alta tecnología y las empresas privadas no los poseen por falta de integración con la planta productiva de este sexenio.

El principal defecto de los proyectos de desarrollo de López Obrador y Sheinbaum tiene que ver con enfoques sociales donde debe haber objetivos inmediatamente técnicos para elevar la creación de la riqueza y ya después establecer mecanismos de distribución social. Con tal de darle prioridad a sus proyectos de enfoque personal que se convirtieron en obras insignia que se comieron prácticamente todo el presupuesto industrial, el primer piso de la 4ª-T quedó solo en obra negra de un edificio creado para repartir una riqueza social que nunca se creó y que en su lugar se usó el presupuesto público con potencialidad productiva en subsidios improductivos a sectores sin capacidad de multiplicación de la actividad económica.

El Plan se ofrece como un listado de buenos deseos en cuanto a objetivos finales, pero carece de la parte intermedia más importante de todo proyecto de desarrollo: el diagnóstico que le diga al país con qué se cuenta en la actualidad como aparato industrial-educativo-tecnológico-laboral y una evaluación de los recursos económicos multimillonarios que se requieren para cubrir los rezagos que dejó un Tratado comercial que solo se agotó en la liberalización arancelaria y la exportación de bienes primarios.

Las posibilidades de México para cumplir con las metas de un país del primer mundo en cinco años se podrán medir solo en dos puntos equidistantes: el Plan Nacional de Desarrollo lopezobradorista de la presidenta Sheinbaum que repite el esquema de manifiesto político-populista –como caracterizó Carlos Urzúa el PND de López Obrador– y un Plan México de construcción total del modelo de desarrollo que el TCL le quedó a deber.

Para hacer viable el plan México, la presidenta Sheinbaum enfrenta tres necesidades: una nueva política educativa y tecnológica de alta capacidad en profesores y escuelas, recursos presupuestales que debieran dedicarse a la modernización de la infraestructura pública y no al subsidio improductivo y un gran acuerdo político-productivo con el sector privado para una nueva fase de economía mixta con Estado empresarial.

Pero el PND de la 4ª-T es populista, aunque las metas del segundo piso son tecnocráticas.

 

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Política para dummies: la política es el Pilar fundamental de la técnica.

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