O lo que es lo mismo: no nos hagamos que no sabemos lo que había ni pretendamos que se viene de un modelo judicial excelso, que no era ni fue.
Desde la abogacía sabemos tres cosas puntuales del sistema judicial mexicano:
1.- Quien diga que era un modelo excelso (o matice con un “sí, necesitaba algunos cambios”) estando en el medio, miente de no saber sus precariedades, minimizándolas, o finge demencia. 2.- Quien afirme que el actual modelo judicial tenía solo defectillos o los minimice (sería mucho atreverse a negarlos), miente, y 3.- Quien pretenda defenderlo pecaría de insensato. Por decir lo menos, dado el panorama que nos mostraba. O, acaso, trabaja en el Poder Judicial y es perfectamente comprensible que defienda el modelo y en una de esas, su propio empleo. Entendible, pero no necesariamente admisible.
Pues bien, sabemos que siempre se dijo desde que se implantó el TLCAN, que en ese proceso comercial y, por ende, económico integrador, solo prevalecería un modelo judicial: o el yanqui tragaría al mexicano o el mexicano al yanqui. Hagan sus apuestas. Ya sabemos que la reforma judicial de 2008 con su oralidad y juzgados a la gringa nos plegaba al yanqui. Nunca vimos al modelo estadounidense adoptar formas mexicanas y sí, recordemos que nos vendieron que adoptábamos el modelo chileno y poco a poco se fue descubriendo la mentira. Era el yanqui. Ellos no se fiaban de nosotros y debimos cambiar.
Era la absorción del modelo yanqui y el fracaso del mexicano, como que no imperó. A tragar con juzgados de estrados y el derecho pro personae. Va. Se hizo, en 2008 se prometieron muchas bondades y no acabaron de llegar. 10 años después voces tibias, muy tibias y timoratas, desde el propio del Poder Judicial alabándolo como quedó, admitirían que los buenos resultados tardarían ¡todavía! otros 10 años en llegar, mientras hacían, apenas, muy leves críticas a lo que ciudadanos y litigantes observan diario como una mala reforma de 2008 de puertas giratorias y con peores defectos. Admítase que una reforma judicial de 20 años no es exitosa ya solo por durar 20 años en su transición. Mucho no se hizo bien y es hora de denunciarlo. Dejémonos de ser opositores por serlo. Pensemos.
Amplios sectores de la abogacía se empeñan hasta hoy en satanizar a quien eleve la voz y diga “¡el emperador va desnudo!” criticando lo que tenemos y acepte la reforma de 2024, que no solo es elegir jueces, que lo saben si alguien se tomó la molestia de LEER la reforma del 15 de septiembre publicada en el DOF. ¿Usted ya la leyó completa? Qué pena porque saben que es verdad y esta nueva reforma judicial pudo no ser necesaria y no ha sido fácil implementarla, pero los excesos, los errores que conllevó todo lo anterior a ella, así como sus anquilosamientos judiciales y el nepotismo sí han existido al interior de ese Poder Judicial opaco y reacio a transparentarse, pudriéndolo. Y los injustificables sueldazos de los ministros…Y afirmar que no era necesaria la de 2024 es una rotunda equivocación. El actual modelo lleva al menos 17 años disque en transformación y no se ve claro. Independientemente de que esta columna ha señalado que no comparte la idea de elegir jueces. La reforma no se milita a ello. Y que nadie pierda de vista que el Tribunal Superior de Justicia de la capital ha estado más de un mes en huelga por falta de insumos básicos para laborar que, se supone, no deberían de faltar y, en efecto, la actual reforma como las anteriores, no lo prevé. El paro ha arruinado a abogados litigantes y manchado su prestigio ante sus clientes. Las corruptelas que lo generan al interior del Tribunal, siguen impunes. Y reformas van y vienen y el personal sigue en condiciones precarias. ¿Hasta cuándo? Porque si es por dinero, el dinero está, pero no donde debe. ¿Que lo administrativo se cruza con lo judicial? pues sí. Es un combo inseparable, a final de cuentas.
Igual que es impreciso decir que el Poder Judicial ahora no será independiente. ¿Ahora? No lo era antes y que nadie lo niegue. Y lo que venga, no lo sabemos, la verdad, como para que afirmar con la rotundidad con la cual se hace, que estará en manos de Morena.
No, la reforma estructural de 2008 no acabó ni con el gigantesco rezago ni con la corrupción. A decir verdad, nunca se dijo que fueran sus metas. Ni siquiera de rebote. Mal por ello. A lo mejor no era lo que buscaba. Puede ser vistos los resultados. Cuando hoy se habla de elección de jueves no se ha podido ocultar ni los profundos e irresponsables rezagos no combatidos ni eliminados con la oralidad, por pomposa que se la vendiera al ciudadano. Ni las incapacidades de los miembros del Poder Judicial que existían antes del 1 de junio. Sí, quienes se han opuesto a una elección apuntan, sean o no opositores, estén o no influidos por peroratas de opositores políticos, que los que llegan son corruptos. Acabáramos. Lo dicen cuando hay infinitud de muestras de corrupción de señores justicias actuales que ni elegimos de forma directa ni estuvieron jamás capacitados para impartir justicia y que esas masas que hoy llaman corruptos a los que llegan elegidos el 1 de junio y boicotearon elegirlos, jamás denunciaron a esos que se van y prefirieron minimizarlos o voltear hacia otro lado.
Que no todos eran malos, como es altamente probable que no todos los que llegan, lo serán. Concedamos a ambas partes.
La propia Suprema Corte, amiga de presidentes según a quien debieron el cargo los ministros impresentables y documentadamente corruptos –no, no fueron supuestos– asignados antes de 2018, deja mal sabor de boca, pues la fundada en 1995 no resultó ser mejor. Muy engolados los más de sus miembros, basados en la toga como el que pide corbata para resolver el examen, deja como nunca una panda de corruptos que así pasarán a la Historia. Si te parece impresentable Batres, no serán mejores Aguilar, Potisek o Pardo Rebolledo. Uno se pregunta a qué viene tanto aspaviento de Pardo Rebolledo que refunfuña irse pese a infundios y lo repite una y otra vez, o porqué en cada marrullería aparece el nombre de Potisek. Son de vergüenza ese par y sus compinches. No se olviden de Piña pactando ilegalidades con Alito. Habrase visto.
Quienes se opusieron a la reforma judicial y a la elección el 1 de junio, llaman corruptos a los que llegan, pero, ojo, tuvieron la oportunidad de elegir a otros, a los que a su leal saber y entender fueran mejores que aquellos que ganaron, pero prefirieron jugar un doble juego, deshonestos. Postularon sus fichas, pero no acudieron a elegir. ¿Y se quejan? No inventen. Candidatearon a posibles adversarios, pero más gritaron a los cuatro vientos boicoteando la elección. Postura reprobable y por demás antidemocrática. ¡Ahhh! se quejan de acordeones que no son ilegales, por más que los quieran demonizar, y pese a que el malhadado magistrado Reyes Mondragón sostenga que sí, cuando hubo el dinero ilegal empleado para boicotear la elección y fue abominable y tramposo si es que a las trampas nos remitimos. Es soso el argumento opositor y recordemos que la ley no dispone mínimos o máximos de participación para que sea valedera la elección de nadie.
En resumen. Nos ofrecieron maravillas con la reforma judicial de 2008 y no pudo evitar la de 2024, que resultó necesaria. No acabaron de llegar esas maravillas prometidas en 2008 y evidenciaron a su sistema judicial más corrupto, si se podía. Eso no es lo que se ofreció en 2008. Hoy, hay un proceso de cambio que no sabemos, en efecto, hacia donde irá. No se puede adelantar nada. En ningún sentido. Sin embargo, y lo dijimos meses atrás, los elegidos serán autoridad. Todos, litigantes y ciudadanos saben que habrá que obedecerlos. Quien se atreva a no hacerlo, desencadenaría el caos. ¿Eso quieren? Adelante. En todo caso, persistir en denunciar corrupción que no ha ocurrido en el futuro que aún no es o intentar que no tomen posesión del cargo el 1 de septiembre, sea por activa o por pasiva, es perder el oremus. La reforma esta ahí y no resta sino cumplirla. Los opositores pueden seguir disgustados. Difícilmente entenderán el curso de la Historia.






