David Felipe Arranz
Los chicos de la prensa lanzan estos días titulares de mucho impacto: hablan ya de la “batalla nacional” por Madrid, como cuando los sublevados tomaban Carabanchel, Ciudad Universitaria y la Casa de Campo en noviembre de 1936. Ya gritan los peperos recalcitrantes “comunismo o libertad” y los de la izquierda rampante “democracia o fascismo”, porque los asesores siguen leyendo los libros de historia de Ricardo de La Cierva y de Juan Pablo Fusi que usaban en el instituto para buscar los lemas, ya que hay sequía de ideas. Y es una exageración hablar incluso de implicados, movilización de electorado o de supervivientes, porque el patio del país está para hilar fino y repartir tranquilidades. El PSOE ha llevado a los tribunales la inclusión en la lista electoral de Isabel Díaz Ayuso al actor Toni Cantó y al exalcalde de Toledo Agustín Conde y se ha liado. La crispación en la precampaña, en fin, es la tónica o estrategia para las autonómicas del 4 de mayo, que es lo que se lleva ahora: la bronca.
A nosotros nos gusta más Ángel Gabilando, que es el hombre tranquilo, amén de filósofo, y eso de presumir de estudios no lo pueden hacer muchos de los candidatísimos y candidatísimas a estas fiestas. Ha dicho Díaz Ayuso –la adelantada electoral en medio de la pandemia– al señor presidente del Gobierno que “nos vemos en las urnas” –o sea, que ningunea a su contrincante directo o, lo que es lo mismo, que ya hace carrera nacional porque Madrid se le queda pequeño–. Sánchez le ha contestado desde el Falcon 900 (avión presidencial) que del coronavirus por Madrid andan fatal, y ha tirado esa bomba verbal sobrevolando África. Así que Gabilondo ha dicho de sí mismo en la presentación de su candidatura que es un “soso, serio y formal”, con toda la sal y pimienta que le ponen otros al debate. Habrá elecciones por sufragio universal, pero vemos que en plan sainetesco, a pesar de la gravedad de la cuarta ola, los desnudos y los muertos a lo Norman Mailer.
Que sí, que iremos a votar como en mayo de 1808 mientras cargan los mamelucos, pero que estas son sinécdoque de unas elecciones nacionales. Porque los demoscópicos andan diciendo que del número de papeletas que saquen estos chicos depende el futuro democrático del país. El CIS de Tezanos asegura que un 75,2% de los madrileños con toda seguridad irá a votar” en ese martes laborable, que ya sabemos que se puede pedir permiso retribuido si se es asalariado, con lo cual no puede ya uno vestirse de domingo y tomar el vermú con los amigos o pasarse después por la Cuesta de Moyano. Los autónomos que se aguanten, porque nadie les va a compensar la cola, el paseo y la foto del sobre en la urna. . Es de muy mal gusto, la verdad, haber fijado esa fecha, pero como todo en el país últimamente. Hay tanta estimación de voto como poca fiabilidad de lo que van a hacer sus señorías, porque han convertido el país en su urna electoral. Así que el 18 de abril empieza la serenata habitual: escribir en el papel “Ayuso”, “Edmundo”, “Mónica” y demás… También se puede uno decidir por la elección al azar como el favorito, ya que vamos como en barco a la deriva y así uno está más en sintonía con el declive y la imprevisión de los tiempos. En esta precampaña se habla poco del Madrid de nuestros amores, el de Chueca y Ramón Gómez de la Serna. Se va más al nivel nacional y a pensar que las colas del martes son como una reedición de las izquierdas a derechas, como en el alzamiento nacional. Si gobierna la derechona en España, Madrid tiende a votar a la progresía como respuesta, y si es esta la que ocupa el Ejecutivo, en la Real Casa de Correos se asientan los hijos del marianismo. Tránsfugas mediante, por supuesto. Si estos son los mimbres, una vez más la España bipolar no nos defraudará, así que vamos a irnos preparándonos para otra más, en la línea del corte y confección de estos políticos tan hechos a los salones y a los palacios que no conciben vivir de otra cosa. Han hecho de la democracia una mamandurria mediante la cual tienen derecho a perpetuarse en el poder; porque la alternancia del sillón, ya esté en la Puerta del Sol o en el Palacio de la Moncloa, ya está repartida. Liquidados los partidos de cuño reciente –o en pleno declive–, volvemos a la Transición, a finales de los años setenta, porque lo de paladear la multiplicidad ideológica no se nos da muy bien. Lo nuestro es la brocha gorda: “fachas” versus “bolcheviques”, que este extremismo alimenta, engorda y conviene a muchos del buen vivir.
Publicado originalmente en elimparcial.es