Las marchas y la sucesión

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La marcha del 27 de noviembre, la reforma electoral y toda acción de Andrés Manuel López Obrador tiene como un único objetivo: La sucesión presidencial, la cual ya empezó por si no se han dado cuenta.

Empezó desde mediados del 2021 cuando el mismo Presidente de la República se refirió a Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, Tatiana Clouthier y Rocío Nahle, como posibilidades para el relevo en el 2024 por Morena.

Fue el primer ‘destape’ de “corcholatas”. Al paso del tiempo destapó otras del partido guinda; incluso (y quizá algo forzado) al senador Ricardo Monreal Ávila, a quien había excluido de la lista del ‘corcholaterío” morenista. Tatiana se auto-excluyó al renunciar inesperadamente a la Secretaría de Economía.

A estas alturas, solo quedan tres: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, quienes, al parecer, han sido y son las únicas “chorcholatas” de AMLO, siendo la favorita la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Y quizá los planes “B” y “C” sean los secretarios de Gobernación y de Relaciones Exteriores, respectivamente.

El jefe político (cuando lo hay) siempre debe tener dos o tres “corcholatas” para sucederlo en el cargo, por si acaso la favorita se cae en la preferencia electoral, no cumple con algún requisito de elegibilidad para la candidatura presidencial, o cualquier otra razón imprevista.

Al llegar al cuarto año del sexenio presidencial, resulta hasta lógico el incremento de la actividad política-electoral rumbo a las elecciones de 2024. Y como AMLO, además de ser Presidente de México, ha jugado un intenso papel de jefe político de Morena, un activismo inusitado como operador electoral, es obvio que aceite la artillería electiva.

López Obrador hace lo que dejaron de hacer los tres últimos priistas que estuvieron en la Presidencia de la República: Política-electoral, activismo, incrementar la membresía del partido, e impulsar vehementemente la política social. Todo en pos de una meta: Que Morena se mantenga en Palacio Nacional.

Y no solo ahí, sino también en los Palacios de Gobierno de las entidades federativas, Congresos Locales y ayuntamientos, así como en los espacios de la Ciudad de México.

Morena como otro partido hegemónico.

Es curioso. Todos los años anteriores a 2018, la izquierda mexicana cuestionó la hegemonía del PRI y sus excesos, empezando por los electorales. Y hoy que la izquierda se encuentra en el poder, tiene prácticas harto parecidas a las priistas; ¿será porque AMLO tiene su origen político en el tricolor?

Quizá cuando a la silla presidencial llegue un cuadro puro de la izquierda mexicana, actúe distinto. Aunque el poder es el poder.

Los mandatarios priistas perdieron esa noción; hasta los estatales. Ya ven, en las elecciones 2021 de gubernaturas, no metieron las manos…bueno, más bien abandonaron al PRI, o dejaron a su suerte a las personas candidatas, o de plano pactaron la derrota.

En cambio Morena, con notoria hambre de poder, busca entronizarse por siempre y para siempre en la Presidencia de la República y pintar de guinda completita la geografía electoral mexicana, lo cual sería difícil habiendo partidos de oposición competitivos, pero no los hay del todo, cuando menos en este momento.

Quizá por eso AMLO, por más inmaculado que quiera parecer, actúa como jefe de partido y como operador electoral. Y recurre a esquemas priistas para controlar opositores.

En fin.

Estando en el poder, ninguna razón tiene marchar. Sin embargo, es obvio que la anunciada marcha del domingo 27 de noviembre tiene varios propósitos: Mostrar el músculo de AMLO y de Morena, contrarrestar la reciente marcha de ciudadanía y partidos políticos (PAN-PRI-PRD) en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), darle soporte social a la iniciativa lopezobradorista de reforma electoral constitucional, y vestir su mensaje alusivo a su Cuarto Informe de Gobierno.

Así, puede que el propósito principal de la marcha (que saldrá del Ángel de la Independencia al Zócalo de la capital del país) sea eminentemente electoral, máxime cuando se prevé acompañen a López Obrador las principales “corcholatas” a sucederlo en la Presidencia de la República.

Seguramente AMLO recurrirá al discurso que le funcionó perfectamente en 2018 como candidato presidencial: El de la negación de los neoliberales al cambio, a erradicar la corrupción, a contar con autoridades electorales menos costosas, a reducir los obesos y onerosos congresos, empezando por el de la Unión y siguiendo por los locales.

Y como lo hace todo gobernante del partido y del orden que sea, destacará las obras y acciones de su administración.

LA MARCHA DE SALOMÓN JARA  

El día uno de diciembre próximo, Salomón Jara Cruz asumirá el mandato como Gobernador Constitucional de Oaxaca; el primero de Morena en una de las entidades favoritas de AMLO.

Tras la sesión soleme del Congreso Local, donde rendirá protesta, encabezará un mitin multitudinario en el Auditorio Guelaguetza, al cual invitó a sus seguidores y ciudadanía en general en sus giras por el interior de la entidad.

Después del mitin, encabezará una marcha hacia el Palacio de Gobierno, donde le tomará la protesta a las personas integrantes de su gabinete.

¿Por qué la marcha? Pues sería algo así como una expresión de júbilo y de contento porque es la primera vez que asume el poder la auténtica izquierda. Pero al mismo tiempo puede tener la lectura de una demostración de músculo social rumbo al 2024, cuyo proceso electoral iniciará en septiembre de 2023.

Y Oaxaca (como ha ocurrido desde cuando AMLO compitió como candidato del PRD a la Presidencia de México) debe aportar más de un millón de votos y todas las diputaciones federales para Morena. Además, como en 2024 habrá elecciones locales, el partido guinda también va por la mayoría del Congreso Local y ayuntamientos.

Salomón Jara se parece mucho a AMLO en cuanto a la naturaleza electoral.

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