Al final de cuentas, el reconocimiento de México a la victoria del demócrata Joe Biden en el conteo de votos en su primera fase no agrega ni quita nada a los resultados oficiales previsibles; sin embargo, el interés estadunidense radica en conseguir la postración del mundo como una evidencia de la derrota electoral de Donald Trump.
Nada más.
En todo caso, la desesperación del equipo de Biden por dar el cerrojazo mediático no oficial ni legal a la victoria del pasado 3 de noviembre es una señal de que los resultados no fueron los esperados y que Trump se quedó con la mitad del electorado en fase de radicalización. Los pleitos políticos, las amenazas de ambos candidatos y la violencia en las calles ilustran el grado de ruptura social en los EE. UU. que le van a disminuir el margen de maniobra del gobierno de Biden.
En este escenario, México no gana ni pierde reconociendo o no reconociendo los primeros resultados de una votación con diferencia de tres puntos porcentuales que huele, en el lenguaje de las encuestas, a empate técnico. En todo caso, México está ganando un tiempo político importante en el vacío político electoral que puede alargarse hasta la primera semana de enero. Mientras más tarde el proceso en oficializarse, más ganarán los países que le apuesten a la debilidad estadunidense.
Los tres temas básicos de México con los EE. UU. no van a pasar por el voluntarismo desdeñoso de Biden: comercio que ya resolvió Trump con el Tratado de Comercio Libre 2.0, crimen organizado y geopolítica. El tema migratorio es local de los EE. UU. porque los mexicanos y centroamericanos llegan a los EE. UU. a buscar la legalización para convertirse en ciudadanos estadunidenses y los estudiantes beneficiados con las reglas de apoyo nunca van a regresar a sus países de origen por la desigualdad en los niveles educativos, productivos y salariales.
Trump presionó a México con aranceles para obligarlo a detener las caravanas y lo castigó con la condición no declarada de manera legal de tercer país seguro porque en la Casa Blanca consideraron que el flujo extraordinario de migrantes había sido azuzado por el gobierno mexicano. Pese a que Biden dijo en la campaña que no habría un tercer país seguro, en los hechos continuará esa condición porque el problema migratorio en los EE. UU. tiene tres olas: los 11 millones ilegales que quieren regularizarse, las decenas de miles que llegaron en 2019 y los que van a arribar ante el compromiso de Biden de puertas humanitarias abiertas.
En comercio el problema es de México. La revisión y reformulación que hizo Trump del Tratado obligó a México a un mayor esfuerzo de reordenación productiva, pero sin existir ningún proyecto de nuevo modelo de desarrollo ni de apoyos a las cadenas productivas. De acuerdo con la investigación de Arnulfo R. Gómez, el fracaso del Tratado en México se percibe en la baja de la participación de productos nacionales en la exportación de 59% que existía en 1993 a 37% en 2019.
Es decir, México no aprovechó el factor exportación en el Tratado y al final la economía mexicana regresó a la fase de maquilización y no de potencialización productiva. Ello ha bajado a México del lugar 18 como país exportador al sitio 29.
El desafío del Tratado desde 1993 se localizó en la competitividad, porque la asociación productiva con los EE. UU. y Canadá obligaba a una gran revolución industrial y agropecuaria para subir la capacidad de producción y competencia. Sin embargo, los gobiernos del Tratado nunca le dieron prioridad a la formulación de ese gran programa productivo y se instaló el conformismo en aumentar las exportaciones para beneficiar sólo a unos cuantos sectores productivos. La competitividad obligaba a una revolución en educación, tecnología, bienes de capital, asociación para la industrialización del campo y sobre todo de mejoramiento de la calidad de las instituciones políticas y de gobierno para los negocios.
De ahí que México poco pueda recibir de Biden, porque lo malo, las presiones que siempre existirán, sólo cambian de intensidad en función de las prioridades internas de los EE. UU.
Cancún. La violencia social arrincona al gobierno perredista de Carlos Joaquín González por el colapso en seguridad y la incompetencia de los operadores estatales. El uso de armas de fuego letales contra mujeres feministas será el factor de agitación permanente.
Política para dummies: La política es el arte de identificar prioridades de Estado.
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