De manera sorpresiva, el partido español Vox de Santiago Abascal irrumpió en el Senado mexicano para sumar a legisladores del Partido Acción Nacional de México, colocado a esta agrupación en el nicho conservador, empresarial y católico, además de emerger en las pasadas elecciones legislativas del 6 de junio como el eje de un bloque opositor formado por el viejo y derechizado PRI y un deslavado PRD alejado de Cuauhtémoc Cárdenas y del presidente López Obrador.
La historia del PAN no parece ser muy conocida en España. Por posición ideológica, se colocaría en un espacio intermedio entre el ultraderechista Vox y el conservador Partido Popular. El PAN mexicano nació de una de las costillas del Partido Nacional Revolucionario-Partido de la Revolución Mexicana-Partido Revolucionario Institucional y aglutinó a las principales fuerzas conservadoras contrarias al socialismo utópico de economía mixta y Estado cuasi monopolista del presidente de Lázaro Cárdenas (1934-1940), señalado como el primer presidente populista del México moderno.
El fundador del PAN fue Manuel Gómez Morin, abogado, banquero y ex funcionario del gobierno del presidente Álvaro Obregón, además de fundador de una parte del sistema financiero mexicano. Los grupos originarios del PAN salieron del conservadurismo antirrevolucionario, del viejo porfirismo liquidado y de la vertiente de historiadores favorables a la presencia española en el virreinato.
En una apretada síntesis se puede decir que el PAN mexicano es un partido católico, integrista, proestadunidense y empresarial, aunque incorporado a la estructura institucional del viejo sistema de partidos. De 1939 a 1976, el PAN fue el único partido de oposición institucional, aunque con votaciones de entre 8% a 15% y poco afecto a participar en elecciones presidenciales. la reforma política del presidente López Portillo en 1977 abrió el registro de nuevos partidos, entre ellos el ilegal y semiclandestino Partido Comunista Mexicano y a dos partidos de derecha conservadora, entre ellos el Partido Demócrata Mexicano que habría representado los intereses de los grupos católicos conocidos como cristeros o soldados de Cristo que se levantaron en armas contra el Estado a finales de los años veinte.
En la perversión priísta de fragmentar y manipular el sistema de partidos, en los últimos años se decantaron cuando menos cuatro partidos: el PRI que ha ido perdiendo votos por su enfoque neoliberal, el PRD cardenista y lopezobradorista que también nació de una costilla del PRI, ahora Morena como desprendimiento del PRI y del PRD, el PAN que ha ido reconfigurando sus ideologías y fragmentaciones políticas y dos partidos menores que han prevalecido por sus alianzas como rémoras de partidos grandes: el Partido del Trabajo impulsado por Raúl Salinas de Gortari, hermano del expresidente mexicano, que representaba a grupos sociales en la orilla de la guerrilla en dos estados del norte de México y el Partido Verde Ecologista alejado de cualquier tentación ecologista y explotador de una propuesta que solo ha configurado votos.
El nuevo socio de Vox en México, el PAN, ha tenido oscilaciones ideológicas: nació de los conservadores empresarios y banqueros que perdieron la revolución, derivó en un grupo político conservador distanciado de los bloques bancarios, en el período de 1976 a 1989 cayó en manos otra vez de empresarios conocidos como los bárbaros del norte que tomaron el partido para usarlo como ariete de banqueros expropiados en 1982, en 1987 copado por el líder populista empresarial Vicente Fox para llegar a la presidencia en el 2000 y luego incorporado a la Democracia Cristiana internacional.
El PAN representa un pensamiento político conservador, decimonónico, de tendencias monárquicas, empresarial y religioso, aunque sin un perfil estrictamente de partido católico. En 1985, a instancias del entonces embajador norteamericano John Gavin, representante del gobierno de Ronald Reagan, se alió con banqueros, empresarios grupos ultraderechistas (el Yunque de Puebla y el Muro de Ciudad de México) y los principales obispos católicos conservadores del norte de México. El propósito fue construir un nuevo bloque de poder con el apoyo de la Casa Blanca para quitarle al PRI la mayoría en la Cámara de Diputados en 1985 y la presidencia en 1988 con la candidatura del empresario ultraderechista Manuel J. Clouthier y el apoyo de los banqueros expropiados en 1982. Sin embargo, el PAN ganó la presidencia en el 2000 con el político ranchero Fox y en el 2006 con el burócrata Felipe Calderón Hinojosa.
La aparición de López Obrador y de Morena rompió los espacios de dominación y de poder del PRI y del PAN y colocó a Morena como la primera fuerza política partidista con una votación de entre 40% a 50%, dejando al PAN como la segunda fuerza política con 20%, al PRI como la tercera con 15% y al PRD a punto de la extinción con apenas 3% electoral.
El mensaje del electorado dividió de manera política a México en dos bloques: la coalición centro-izquierda-antineoliberal con Morena y figuras políticas del viejo régimen priísta y la alianza opositora PAN-PRI-PRD como representante del modelo político del viejo régimen priísta neoliberal de Carlos Salinas de Gortari. En las legislativas de este año el país se dividió en 52% de Morena y 48% opositor. El eje dinamizador de la oposición lo asumió el PAN y con ello se definió el perfil conservador contra el Gobierno de López Obrador.
Sin embargo, la alianza opositora ha condicionado al PAN a un proyecto de centro no radical que permita la alianza con el PRI y el PRD. En este sentido, la incorporación de algunos senadores panistas a la Carta de Madrid de Vox ya fracturó a la oposición mexicana por el perfil anticomunista y monárquico del grupo de Abascal porque estas ideas que han sido desterradas de la vida política cotidiana de México.
Las primeras reacciones en medios y en la oposición no fueron de apoyo a los panistas aliados a Vox y el propio PAN –que se encuentra en proceso interno para elegir presidente nacional del partido– perfila un deslindamiento institucional de la Carta de Madrid de Vox y por lo tanto disminuirá el efecto político real a favor de la propuesta española. Y al final de cuentas, México ya abandonó desde hace muchos años cualquier perfil anticomunista en sus fuerzas políticas y en los hechos existe una disputa a empujones por apoderarse del centro político e ideológico nacional.
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