Hace unos días fue el Día Mundial de la Prevención del Suicidio y tuve la oportunidad de participar en el foro organizado por el Instituto Hispanoamericano de Suicidología que dirige Alejandro Águila, con el tema “Salvar a la generación Z” a raíz de una columna mía que publique al respecto.
La salud mental es prioritaria y si ya antes de la pandemia venía tocada, con la urgencia sanitaria que vivimos de forma inusitada tiene una enorme presión extra que está afectando con diversa magnitud a varios grupos etarios no solo haciendo mella en muchos adultos mayores, también en adolescentes y jóvenes.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Ginebra, más de 300 millones de personas a nivel global padecen depresión y para 2050 está enfermedad será la primera morbilidad de la sociedad del siglo XXI.
Y ojo que son estimaciones previas a la pandemia… a la fecha sabemos del golpe en las vidas humanas lastradas (con datos preliminares); y se estima el impacto económico y en la destrucción del empleo que ha provocado pero avanza de manera aparentemente silenciosa e invisible entre nosotros e ignoramos el daño psicosocial que provocará.
Los estragos emocionales de esta maldita pandemia no han salido todavía a la luz, ni están en cifras estadísticas, pero eso no implica que no suceda. Hemos visto, por ejemplo, el incremento abrupto en la ruptura de las familias con separaciones y divorcios.
Hay personas enfermas de depresión, ensanchando el grupo de los invisibles, que están sufriendo en soledad; por ejemplo la Fundación Asistencia Nacional para la Ayuda al Enfermo en Depresión (ANAED), antes de la pandemia señalaba que en el caso de España, los trastornos mentales afectaban a uno de cada cuatro habitantes en el país ibérico.
Algunos otros datos de la ANAED ubican a España como el cuarto país de la Unión Europea (UE) con mayor índice de personas sumidas y aquejadas por la depresión.
Precisamente, Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, recientemente reprochó al gobierno del socialista Pedro Sánchez que no haya mayor gasto e inversión en el rubro de las enfermedades mentales.
El gasto sanitario en salud mental en el país ibérico es del 5% mientras que la media de la UE es del 7%, las consecuencias, según Arango, se traducen en que a España le falta un 40% de los psiquiatras que si tienen la media de la UE.
A COLACIÓN
El suicidio es una dolorosa puerta falsa. En España, en datos previos a la pandemia, diez personas en promedio todos los días se quitan la vida lamentablemente.
Recientemente la comunidad valenciana informó que sus servicios de salud de atención primaria atendieron en 2020, a 9 mil 538 personas que manifestaron algún tipo de intento de suicidio.
En España se cree, porque no es algo oficial, que en el último año la consumación del suicidio, su tasa habría subido entre un 16% a un 20%, desde luego es urgente efectuar un enorme esfuerzo colectivo para evitar que este cáncer intangible termine devorando nuestras esperanzas.
Hay que crearse de forma más precisa los canales adecuados para detectar a tiempo cualquier atisbo de problema de salud mental en la población adulta pero primordialmente en nuestros jóvenes que son los más vulnerables y que deben aprender a manejar en sus emociones, tanto a la intolerancia, como la frustración.
Muchos han visto esfumarse sus sueños de futuro porque la pandemia nos ha cambiado el panorama y no volverá atrás. A ellos hay que enseñarles que sí hay una vacuna contra la depresión y el suicidio y está hecha de amor, de vocación y de resiliencia.
@claudialunapale