No vamos a llegar a tiempo

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La realidad es que, ante el cambio climático, no vamos a llegar a tiempo so pena del irremediable e irremisible daño que habremos provocado a las nuevas generaciones futuras que recibirán un mundo mucho más hostil en términos de temperatura, de clima y de fenómenos naturales.

Ninguno de nosotros lo vamos a ver… no lo viviremos, ni lo padeceremos, pero muy seguramente nuestra estirpe que habitará en este planeta después de 2070 lo tendrá muy difícil en materia de supervivencia.

En la medida que recrudezcan las condiciones climatológicas habrá una mayor presión en los insumos, en muchas de las materias primas básicas que son la columna vertebral de la alimentación de nuestra civilización: el trigo, el maíz, el arroz, la soja, la cebada, el centeno y la avena  que requieren de ciertas condiciones propicias para su reproducción.

¿Qué va a pasar si sube el nivel del mar e inunda muchos  sembradíos? La escasez y el recrudecimiento de las lluvias, de las inundaciones, de las sequías, de la deforestación motivarán más desplazamientos humanos con nuevas oleadas migratorias; se  agudizará –todavía más– el actual drama que ya se vive en  varias decenas de fronteras convertidas en territorios de nadie en los que emergen improvisados campamentos de refugiados que quedan allí eternizados metidos en un  limbo sin salida y sin solución.

Habrá más inestabilidad civil, más violencia, la lucha por la supervivencia será descarnada y voraz; la gente peleará por la falta de agua o de granos o simplemente huirá ante las inundaciones.

Ante la naturaleza somos demasiado pequeños, nuestros ancestros comprendieron bien su poder más pronto que tarde no en balde muchos de sus dioses primigenios estaban dedicados al sol, a la lluvia, a la fertilidad, a la muerte, al día o a la noche.

Estos días somos testigos de la ferocidad del volcán Cumbre Vieja en la Palma que ha devorado a su paso más de 2 mil 500 edificaciones de todos tamaños, afortunadamente sin llevarse ninguna vida humana, pero provocando un daño desolador.

En cuestión de segundos una mole de lava incandescente devora desde iglesias, estaciones de servicio, escuelas, casas de todos los tamaños; la destrucción es absoluta. Una vida de esfuerzo desaparecida en un pispás.

Y tampoco hay distingo de clases sociales, ni el volcán sabe si una familia es más pudiente que la otra, ni conoce de influencias o de raigambres. Lo hemos vivido igualmente con el tema de la pandemia: el SARS-CoV-2 tampoco hace distinción alguna contagia y mata sin saber de clases sociales.

La naturaleza es una gran titánides sin piedad, ni  límites: ni de cielos, ni de fronteras, ni  geográficos, ni económicos… simplemente no se tienta el corazón. Ese espectáculo destructivo del volcán que está dejando miles de damnificados que no volverán a ser iguales porque deberán empezar prácticamente de cero; la gente ha visto perder su patrimonio, empero, podría tratarse de otro tipo de embate en algún país colindante al mar, víctima por ejemplo, de un tsunami o de la subida del mar.

 

A COLACIÓN

Me parece que es más política teatro que, en verdad, tener el control para poder, en efecto, pulsar el botón para propiciar un gran cambio ecológico en nuestro actual modo de producción.

Ahora mismo somos muy dependientes todavía del carbón y de las energías fósiles, ¿qué se ha hecho todos estos años para fomentar verdaderamente el cambio hacia las renovables? Hemos avanzado a paso de tortuga.

¿Cuál es la razón? Los profundos intereses económicos que significan una enorme resistencia para propiciar el gran cambio productivo, hay mucho dinero en juego con empresarios que financian campañas que mueven a los famosos lobbies cuyas multinacionales cotizan además en los parqués bursátiles. Y mientras subsista el interés pecuniario sobre de lo ecológico, sobre de salvar al planeta y a los seres humanos, terminarán cumpliéndose los peores pronósticos. Nos lo van a echar en cara en cincuenta años.

@claudialunapale