Una cuarta ola de contagios por COVID amenaza nuevamente a Europa y algunos gobiernos comienzan a tomar medidas tan drásticas como hace un año, lo que debe de ser una llamada de alerta para el mundo de que la pandemia no ha sido vencida y que no basta solo la vacuna sino ir acompañada de medidas sanitarias que permitan avanzar en su control, así como la evidencia de que son no pocos los que han permanecido aún sin vacunar o que solo una dosis no es suficiente, además de que el agotamiento social y la irresponsabilidad, así como las deficientes mediadas gubernamentales para la reanudación de las actividades económicas, sociales y educativas han sido por lo menos no las totalmente adecuadas.
La reactivación económica ha sido una prioridad para el mundo capitalista, pero tampoco en todos los casos se ha hecho de manera coordinada ni estratégica, salvo excepciones como es el caso del gobierno estadounidense, y la evaluación de lo que está sucediendo con el capitalismo después de la crisis de 2008 no se ha dado, amén de contextualizar también cómo se debería dar la política económica pospandemia. Dígase si no, la última reunión del G20 que literalmente pasó sin pena ni gloria, cuando de ella se esperaba la posibilidad de ser una reunión paradigmática que plateara de fondo la nueva ruta para la actual etapa del capitalismo y la globalización pospandemia.
Aún y que las secuelas del populismo trumpista en la pandemia se vieron reflejadas en los antivacunas y el no uso de la mascarilla, es claro que Estados Unidos lograron un avance muy importante en sus niveles de vacunación, e incluso ayudando a México por la necesidad de echar a andar cadenas productivas que están íntimamente ligadas en la recuperación económica y en el marco del tratado comercial, pero no se quedaron solo en eso (y esto es muy importante), sino que se diseñó y se operó una estrategia de gasto público inédito para activar la economía y mantener apoyos económicos a la clase media para sostener el consumo del mercado interno. Así el gobierno de Biden ha logrado acuerdos con el Congreso para un gran programa de gasto público en infraestructura de 1.2 billones de dólares que no se veía después del crack de 1929 o el gasto para las carreteras interestatales de mitad de los años 50. Pero no solo eso, la semana pasada logró un nuevo acuerdo para mantener y apuntalar el estado de bienestar en ese país por un monto de 1.75 billones de dólares, este plan social se llama Reconstruir Mejor, que es sin duda el claro reconocimiento que la pandemia por COVID no solo fue sanitaria, sino que sus consecuencias son también económicas para el país y en los ingresos de las familias.
Esto que sucede en los Estados Unidos de Norteamérica sin duda nos ayudará a los mexicanos, ya que por un lado la recuperación económica activará más rápidamente los sectores económicos ligados con nuestro socio comercial, pero también las ayudas que el gobierno norteamericano desde Trump y ahora con Biden se refleja en un aumento de las remesas que los paisanos envían a sus familiares acá en México, siendo sin duda una palanca importante para el consumo interno en muchas regiones de nuestro país. Y obvio las vacunas que hemos recibido de forma gratuita de parte de nuestros vecinos y la apertura que dieron para que muchos mexicanos fueran a vacunarse allá.
En contraste con esto que hemos señalado, el gobierno mexicano y el partido Morena no solo no han alertado de la cuarta ola de COVID, sino que no se sabe de ninguna estrategia para enfrentarla, como no la ha habido desde fines del 2019 cuando se sabía que una pandemia afectaría al mundo y tampoco se hizo nada ni se presupuestó nada para vacunas o apoyos al sector salud, como así ha sido en los presupuestos de 2020, 2021 y ahora en el de 2022. Pero tampoco se presupuestó absolutamente un peso para apoyo de las familias que se quedaron sin ingreso por la paralización económica y quedaron desempleados o para apoyar a las Pymex. Y con la cantaleta de López de no endeudarse para de esa manera aumentar el gasto público y con ello ayudar a la reactivación económica, el Presupuesto seguirá siendo inercial; así es que con esta manera tan ineficiente de abordar la crisis no podemos esperar para 2022 más que lo mismo de estos años de mal gobierno y populismo desenfrenado, si no es que se podrá poner más crítico si tomamos en cuenta la inflación que estará en 7 por ciento este año. Y además con las intenciones de la contrarreforma eléctrica de López Obrador pondrá en duda cuando menos a los inversores nacionales y extranjeros de invertir su dinero, hay que anotar que sin hacer ruido en 2020 y lo que va de este año han salido más de 500 mil millones de pesos de inversiones extranjeras con las consecuencias que ello tiene. Ah, pero desenfrenados en la sucesión de 2024 y, lo más grave, alentados estos ánimos por quien en vez de gobernar goza con mantener un país polarizado, aunque tronado económicamente cada día más.
@aguilarsoliss