Un país llamado Monclovia

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Juan José Vijuesca

Me van a permitir que hoy les escriba un pequeño cuento que bien pudiera considerarse la nueva versión de aquél Barón de la Castaña, ya saben, personaje de nuestra infancia que relataba sin apenas parpadear inoportunas fantasías y mentiras a destajo. Mi adaptación es simple y algo pecaminosa, pero es que hoy percibo que la ficción se ha convertido en realidad. Y al igual que casi todos los cuentos este también comienza con “Érase una vez….”

En el año 2022 d. C en un país llamado Monclovia, el pueblo llano servía a su amo y señor de todas las maneras posibles e inimaginables, era tal el servilismo que resultaba humillante. Las exigencias de los recaudadores de tributos, contribuciones y demás gabelas hacían posible que el gobernante y sus acólitos vivieran a cuerpo de rey mientras la sumisa plebe era castigada con continuas subidas de precios de todo y por todo, incluso los productos de primera necesidad. Más no siendo suficiente con ello, el amo y señor prometía y seguía prometiendo en aras de engañifas sin límites que la nueva normalidad venía para quedarse. Y así, cada dos por tres la proclama servil se iba encargando de poner voz a la sarta de mentiras.,

De esta manera se dio carta de naturaleza a los serviles juglares de los medios de información que bebían y comían de la generosidad del amo y señor de Monclovia. Mientras tanto el pueblo, tomado por tonto, pagaba la francachela de los poderosos que se frotaban las manos contemplando como el precio de la luz eléctrica alcanzaba records nunca vistos, superando incluso al famoso caviar iraní “Almas” que a decir de los entendidos es el más caro del mundo, pues no en vano se vende en tarros bañados en oro de 24 quilates. Más no por ello sintieron vergüenza ni el amo y señor ni sus acólitos; todo lo contrario, máxime cuando el comité de expertos del sanedrín de Monclovia afirmó que llegado el día 31 de diciembre de año 2021 el precio de la luz quedaría en idéntico valor que el de 2018. Pero miren ustedes que dicha profecía no estaba incluida en el repertorio de Nostradamus. Y así fue como todos los gremios, personas físicas y jurídicas pagaron una factura de luz equivalente a varias Navidades juntas.

Y llegó una pandemia y con ella las cocinas de palacio horneaban farsas y argucias a destajo, mientras el lucro cesante de los autónomos, así como la pequeña y mediana empresa, conocieron ruina y se vieron con una mano delante y la otra detrás. Y también llegó el desorden, el retraso y con ello el caos para miles de sanitarios. Y hubo miles de muertos ignorados que a día de hoy algunos tratan de borrar a costa de olvidos y mentiras. Y hay daños en la memoria y también quienes todavía esperan que en el recuento de ayudas sean compensados para llegar a final de mes. Dos años después el pueblo sigue coleccionando curvas, mesetas, picos, cepas, variantes de virus que van y vienen, pruebas de PCR y códigos QR, mientras se pide a gritos una Ley de Pandemias que no interesa. A lo mejor porque el pueblo ya está despachado para un futuro concreto.

Y ahora pretenden tratarnos como tontos regulando el precio de los test, justo en este momento cuando está todo el pescado vendido. Justo cuando el producto estrella de estas Navidades ha estado en los test de antígenos superando incluso al cordero lechal, que ya es decir. Y una vez más, unos y otros se lavaron las manos, eso sí, dejaron al pueblo la responsabilidad de la situación haciendo colas interminables en las farmacias, pagando a precio del caviar de antes unos test que en otros países europeos vendían a precio simbólico o regalado. Y en medio de tanto desarreglo al pueblo se le deja solo en el tercio de varas.

Las consignas para pasar las Navidades en familia son emitidas en morse: en caso de ser positivo quédese en casa diez días, o mejor siete o tal vez con cinco sea suficiente, luego compre otro test y pruebe suerte. ¿Mejor el nasal o el de saliva? Todos mirando la raya, la roja, claro está. Bajo ningún concepto acuda al ambulatorio de Atención Primaria. Llame por teléfono. Ahora mismo todas nuestras líneas están ocupadas. El tiempo de espera es lo de menos porque será atendido desde Guinea Conakry por una operadora subcontratada. Y ahora, cuando estamos cohibidos entre positivos, negativos, dosis de refuerzo y ancha es Castilla, resulta que el amo y señor de Monclovia nos escondió el día de Navidad una subida del gas del 5,48% como mínimo y hasta un 15% como máximo. Quizás lo haga por nuestro bien por si acaso una prima hermana de Filomena viene este año de Erasmus.

En fin, como todos ustedes habrán podido deducir, aquí en Monclovia todo lo que es posible es probable; pasan cosas tan “excesivamente normales” que es difícil que alguien que no viva en dicho lugar, las crea. Por eso nada de extraño tiene que el amo y señor nos distraiga con Garzonadas y sus ganaderías extensivas. Mala cosa cuando el que no sabe y nada tiene que hacer se mete a cocinar sopa de fideos creyendo que son angulas de Aguinaga. A este paso se cargan Monclovia. Al tiempo y no tardando.

Escritor

Publicado originalmente en elimparcial.es